Ellos jugando a fútbol en la pista, que ocupa el espacio más grande y casi siempre el centro. Ellas en la periferia jugando a las chapas, a las palmas, al pilla pilla, a la comba, bailando o paseando. La radiografía de los patios escolares es machista: los niños suelen ocupar las parte central del mismo, en el que se da protagonismo al fútbol como actividad estrella mientras que en las orillas y rincones es frecuente que estén las niñas. El resultado es que ellos dominan el espacio con las únicas excepciones de aquellos a los que no les gusta este deporte y las (pocas) chicas que lo practican en los recreos.
Sobre esta realidad llevan tiempo llamando la atención colectivos de urbanistas con perspectiva de género, que desde hace algunos años hacen un trabajo conjunto con colegios e instituciones para darle la vuelta a la disposición del patio. “Mientras la cancha de fútbol siempre está y ocupa el 80% de la superficie, el resto de actividades se dan en espacios marginales. Apenas hay sombras, pocos espacios verdes ni sitios donde sentarse. Esta configuración repercute en cómo se usa y en las relaciones entre niños y niñas porque al final son unos 15 o 20 ocupando ese 80%”, dice Blanca Valdivia, socióloga urbana.
El Collectiu punt 6, del que es miembro Valdivia, diseña desde 2012 proyectos de intervención en los patios de centros educativos catalanes y madrileños para transformar en un proceso participativo el espacio y hacerlo inclusivo y sostenible. “El urbanismo no es neutro ni es casual, reproduce las desigualdades y, en el caso de los patios, está limitado por la normativa de los colegios”, explica. “Al final lo que se da es una clara jerarquía de sexo y edad. Dominan los chicos y los más mayores sobre los pequeños”.
Del fútbol al rocódromo, las casitas y el huerto
Esto es lo que el equipo directivo y las familias del colegio público Nuestra Señora de la Paloma, en el barrio madrileño de La Latina, observaba en su patio. Por eso acaba de culminar un proceso de intervención con el objetivo de romper con estas dinámicas y potenciar los usos diversos de la superficie. Ha durado un año, entre la recogida de propuestas de familia, profesorado y alumnado, el desarrollo, las obras y la semana del pasado noviembre en la que toda la comunidad educativa se ha encargado de acondicionar el espacio.
El espacio ha pasado de tener una enorme pista de fútbol a una más pequeña, que en el recreo se parte en dos para, en la otra mitad, jugar a baloncesto; además la comunidad educativa ha pintado las paredes y suelos de colores, cuentan con un huerto más amplio, dos rocódromos, un merendero o dos zonas con suelo de corcho con módulos que hacen de casitas o castillos.
“Parece que incitábamos a que lo más importante debía ser el fútbol porque el resto de juegos estaban condicionadas a lo que éste permitía”, explica Belén González, la directora del centro. “Cuando alguna vez las niñas se metían dentro del campo, se enfadaban con ellas porque habían roto el juego. El fútbol es la única actividad con la que tuvimos que hacer turnos por edades y la que más vigilancia exige”.
Esta es una de las conclusiones de un informe elaborado por el Ayuntamiento de Castellón sobre el uso del patio: los alumnos que ocupan la pista no suelen dejar entrar otros juegos y el mínimo porcentaje de niñas que practica fútbol son las que tienen mejores capacidades atléticas, mientras que en el caso de los chicos, todos pueden jugar, e incluso hay quienes no tienen un papel activo en el desarrollo del partido, pero participan para sentirse aceptados.
Todas las iniciativas parten de la idea de que el patio es algo más que un espacio en el que pasar el rato del recreo. El informe Los patios de las escuelas: espacios de oportunidades educativas calcula que el alumnado pasa unas 525 horas al año en este espacio. “Es un reflejo de las normas sociales, al mismo tiempo las reproduce y las alimenta. Al fin y al cabo nos dice cuál es nuestro papel, nuestro rol y nuestros límites. Por eso un patio más equitativo debe dar lugar a la diversidad no solo permitiendo otras opciones, sino ofreciéndolas”, explica Valdivia.
Así influyen los estereotipos
El estudio de Castellón ha servido como diagnóstico para elaborar el proyecto Patios Coeducativos, una iniciativa del consistorio para terminar con la dominación del fútbol. Lo mismo refleja la investigación El patio del recreo, un espacio de desigualdad entre niños y niñas, de la maestra de Infantil y Primaria María Raquel Fructuoso. Tras analizar los juegos de varios chicos y chicas, la conclusión fue que ellos elegían los más activos y ellas las más pasivas, además de que a medida que son más mayores, mayor es la división.
La razón, los estereotipos –es decir, lo que se espera de unos y otras–: “No hacen otra cosa que limitar en los niños y niñas su completo desarrollo de habilidades”, esgrime el estudio. Algo que empieza a penalizarse desde los primeros años con insultos hacia las chicas que juegan al fútbol o los chicos que lo hacen con muñecas. “Y es que el uso del patio está relacionado con la socialización de género. A los niños se les fomenta que corran y que se muevan y a las niñas que estén tranquilas”, argumenta Irene García, integrante de la cooperativa especializada en género y comunicación Pandora Mirabilia.
Este cooperativa, junto al Collectiu punt 6 y la iniciativa PEZ Arquitectos, conforma el proyecto Red de Patios, que se ha encargado de la dinamización del cambio de patio de Nuestra Señora de la Paloma y del colegio público Santa María, también ubicado en una zona céntrica de la capital. “Empezamos con un diagnóstico de la situación a través de un proceso participativo. Los niños y niñas nos contaron qué cosas echaban en falta y a partir de ahí elaboramos, junto a las familias y al profesorado, un documento de propuestas”.
Comenzaron hace un año y hoy tienen un patio diferente. Para la directora, ha sido una experiencia “muy enriquecedora”, que se está poniendo en práctica ahora –las obras culminaron hace unos veinte días–. “Todavía no se puede evaluar, pero ya estamos viendo que están encantados. Como han vivido el proceso desde el minuto uno, aunque el fútbol levante pasiones, no se han quejado. Y es que cuando les das más opciones, les gustan por igual. Antes el día que no les tocaba jugar a fútbol, veías a algunos en una esquina simulando penaltis; ahora esas esquinas se usan para otras cosas”, cuenta.