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La escuela logra controlar los contagios pero necesita más medios para afrontar el invierno

Niños en la escuela

Marina Estévez Torreblanca

6 de diciembre de 2020 21:36 h

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El primer trimestre con clases presenciales en medio de la pandemia de coronavirus se da por aprobado por parte de centros, médicos, padres, sindicatos y responsables políticos en cuanto al relativo control que se ha conseguido de los contagios de coronavirus de alumnos y profesores. Todos han respirado aliviados al comprobar que la vuelta a las aulas no ha supuesto la explosión de la epidemia de COVID-19 que muchos pronosticaban y temían, pese a que los pediatras explicaban que no creían que los niños fueran a ser “supertransmisores” con la vuelta al cole.

“En los días previos a la reapertura de las aulas había pánico escénico, se temía una catástrofe y que habría que volver a cerrar los colegios porque todos los niños estarían afectados”, recuerda Quique Bassat, coordinador del Grupo de Trabajo de la Asociación Española de Pediatría (AEP) para la Reapertura de la Escolarización y epidemiólogo de ISGlobal. A su juicio, de momento la experiencia deja datos “muy positivos y esperanzadores”.

Esto no significa que los espacios educativos hayan quedado exentos de la epidemia, y ha habido aulas confinadas desde principio de curso debido a casos de COVID. El 1 de diciembre este era el caso de 3.289 grupos, un 0,77% del total, según datos proporcionados a este periódico por el Ministerio de Educación. Cuando todas las comunidades autónomas habían comenzado a dar clases presenciales en todos los niveles –aunque con carácter general en Secundaria en régimen de semipresencialidad–, el 29 de septiembre, las clases confinadas eran un 0,9% del total.

A medida que la incidencia acumulada de contagios fue subiendo en el país, ocurrió lo mismo con los casos que se detectaban en los centros, y se alcanzó un pico del 1,7% de las 426.896 aulas/grupos que hay registrados en el país. Este máximo, que supuso el confinamiento de casi 7.000 clases al mismo tiempo, se produjo en la primera semana de noviembre. Esa semana (6 de noviembre) la incidencia acumulada de COVID en España (casos por 100.000 habitantes en catorce días) era de 525,74. En estos momentos, con datos del 3 de diciembre, ha caído a menos de la mitad: 240,89 casos. Actualmente hay 12 colegios cerrados por completo temporalmente por las autoridades autonómicas debido a un escenario de transmisión descontrolada.

Estos datos le son proporcionados al departamento que dirige Isabel Celáa por las comunidades autónomas. La responsable del sector de enseñanza FeSP-UGT, Maribel Loranca, lamenta la falta de homogeneidad de la información sobre la afectación real de la COVID en las aulas, sin que por ejemplo se sepa a qué nivel educativo pertenecen. “En los sindicatos nos enteramos por la prensa, y no de todos los casos, así no podemos hacer un seguimiento real”, incide.

En los centros educativos también se producen brotes (cualquier agrupación de tres o más casos confirmados o probables con infección activa en los que se ha establecido un vínculo epidemiológico) y por ejemplo la última semana se notificaron 223 brotes con 1.293 casos. En general son de pequeña magnitud (una media de 5,8 casos por brote) y suponen alrededor del 1,6% de los casos notificados en este periodo, según los datos de Sanidad.

Pero lo normal es que los casos no vayan más allá una vez detectados. Casi siempre se trata de alumnos o profesores que se infectan en otros ámbitos, y que no suelen contagiar en el centro educativo gracias a las medidas de prevención y al hecho de que al menos los niños más pequeños presentan una menor tasa de infectividad, contrariamente a lo que ocurre con otros coronavirus. Por ejemplo, en Catalunya el 87% de los casos en centros educativos no han generado otros secundarios. Esta es una de las pocas CCAA que hace pruebas PCR a todos los alumnos cuando se detecta un positivo en clase.

“Desde el principio de la epidemia en China, se vio que este virus no se comportaba como los coronavirus ya conocidos. Los niños son susceptibles, pero se infectan menos, su enfermedad es más leve y la mortalidad en ellos es muy baja”, recalca un documento del Colegio de Médicos de Madrid. Las estimaciones de que el caso primario en brotes familiares sea un niño están entre un 5% y un 10%.

Mucho trabajo para profesores y directores y falta de medios

La menor afectación de los niños por este virus, que se va incrementando a medida que cumplen años, no explica por sí sola que los casos no se hayan disparado en las aulas. Tras seis meses cerrados, desde que se desató la pandemia en marzo, los centros se han preparado con multitud de protocolos de prevención y actuación frente a casos de COVID. Se publicó una guía por parte del Ministerio de Sanidad, y las comunidades autónomas son las que han elaborado las normas. Se incluye la obligación de que los mayores de seis años porten mascarillas, controles de temperatura y reasignación de espacios, de manera que los llamados “grupos burbuja” de convivencia estable no se mezclen entre sí. Cuando se detecta un caso de COVID dentro de ellos, todo el grupo debe guardar una cuarentena preventiva de diez días.

Para el Ministerio de Educación, “las administraciones educativas y, sobre todo, los equipos directivos de los centros y el profesorado en general, han hecho un gran trabajo antes y durante el curso para mantener la escuela abierta, que era el objetivo general. Hay que destacar también el comportamiento responsable de los alumnos y alumnas, incluso los más pequeños. A esto se suma la importante inversión que hizo el Gobierno con el fondo COVID”.

La organización de este atípico curso, con normas cuya aprobación se retrasó hasta casi el comienzo de las clases en algunas comunidades, ha supuesto una carga de trabajo y de esfuerzo extraordinario en los docentes y directores de los centros.

“Ha sido muy caótico y ha faltado precisión y planificación. Llevamos una época buena pero hemos llegado a tener hasta cinco aulas confinadas a la vez”, relata a este periódico el director de un centro madrileño que prefiere permanecer en el anonimato. “El inicio de curso fue un caos y faltó homogeneidad”, coincide el responsable de Educación de CSIF, Mario Gutiérrez.

El presidente del Consejo de Directores de Madrid y del colegio público Santo Domingo de Algete, Óscar Martín Centeno, recalca que la clave del éxito de la adaptación ha sido el propio comportamiento ejemplar de los alumnos, tanto de los más pequeños como de los adolescentes, aunque reconoce que en este último grupo ha habido un progresivo relajamiento de las medidas de precaución.

En cuanto a los medios de los que se ha dotado a los centros, pide que se mantengan los profesores de refuerzo que se contrataron para este curso debido a las medidas especiales, y que la Comunidad de Madrid pretende ya despedir al final de este trimestre (es la única comunidad autónoma que lo va a hacer). Se quiere prescindir de estos profesores pese a que la pandemia continúa.

Además, cuando se confina un aula los alumnos deben tomar clases por internet, al igual que en determinados cursos superiores, algo que en el caso de las familias con menos recursos se convierte en una misión casi imposible. Las comunidades autónomas están poniendo a disposición de los centros tablets y portátiles, pero en algunos casos es ahora cuando están llegando, y en otros no lo harán hasta enero, aunque hubieran sido necesarios desde principio de curso. Además, por ejemplo en el caso de la Comunidad de Madrid no se tiene en cuenta que también es necesario garantizar la conexión del alumno, para lo que no vale con una tarjeta prepago.

“Es una buena noticia que los centros educativos se mantengan abiertos, el cierre tuvo un impacto social y emocional muy fuerte. Pero no se ha garantizado la presencialidad en todos los niveles y etapas educativas”, incide la representante de UGT. La enseñanza presencial “más o menos viene funcionando hasta la Secundaria, pero a partir de ahí ha dependido de comunidades autónomas y de centros”, subraya, mientras que la semipresenciliadad tampoco está funcionando de manera adecuada en todos los centros.

La llegada del frío

La propagación del virus en centros educativos hasta ahora ha sido menos importante que lo que se llegó a temer. Pero una de las claves para evitar contagios es la ventilación de los espacios cerrados, y la llegada del verdadero frío del invierno, que comienza el 21 de diciembre, supone un reto adicional.

“Ahora que viene el frío hay que extremar las precauciones, los protocolos deben revisarse y pensar cómo se organizan los centros de cara al invierno”, remarca Francisco García, responsable de Educación de CCOO.

Este sindicato está elaborando una guía con recomendaciones de seguridad y salud frente a la COVID en centros educativos. De cara al invierno recomienda “sacrificar el confort térmico para salvar vidas” y siempre que las circunstancias lo permitan, realizar actividades académicas en el exterior. Para interiores, se aconseja el uso de medidores de CO2 para conocer el estado del aire, y en los casos en que sea necesario, apoyar la ventilación con elementos técnicos como purificadores.

Además, exigen que se suministren medios adicionales de protección como mascarillas EPI (FPP, las de máxima eficacia) a los trabajadores que trabajen en educación infantil, enseñanzas artísticas o talleres de Formación Profesional. Estos y otros medios de prevención, recalcan, “deben ser suministrados por la empresa a los trabajadores y en su caso también al alumnado”.

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