“Cuando comenzó el estallido social en Chile, varias organizaciones de la sociedad civil mandamos una carta a la ministra Carolina Schmidt diciéndole que era urgente restablecer las condiciones de plena democracia si querían celebrar la COP25 en Santiago. Cuando Sebastián Piñera [presidente de Chile] declinó alojarla, más que a la Cumbre, entendimos que a lo que estaba renunciando era a tener esas condiciones y espacios de diálogo con la sociedad civil. Fue una señal bastante preocupante”.
Lo cuenta Estefanía González, portavoz de Sociedad Civil para la Acción Climática (SCAC) de Chile. Ella es una de las alrededor de las cien activistas que han venido a Madrid para participar en la COP25 y en la Cumbre Social, paralela a la de la ONU e impulsada por organizaciones no gubernamentales. A partir de su experiencia con la ministra de Medio Ambiente de su país, que sigue presidiendo la COP25 aunque la aloje España, reflexiona: “Muchos nos dicen que en las condiciones actuales de Chile era muy difícil organizarlo. Es verdad, pero lo relevante es qué decisiones políticas nos han llevado hasta estar así”.
Aquí han venido esos cien pero al otro lado del Atlántico se han quedado otros varios centenares siguiendo adelante con su propia Cumbre Social. Se les ha añadido un tema: discutirán, como ya vienen haciendo, cómo añadir el foco climático a las demandas sociales para la posible nueva Constitución de Chile.
Otra de esas cien personas que acaban de aterrizar en Madrid es Ángela Santiago, portavoz de Fridays for Future (FFF) Chile: “Uno llega acá como activista y es chocante ver cómo la COP25 se ha usado como lavado de imagen. Siempre supimos que iba a serlo, cuando iba a ser en Santiago sabíamos que iba a ser un lavado de imagen medioambiental mientras Piñera por ejemplo mantiene abiertas las termoeléctricas. Pero es que se ha unido el lavado de cara con los derechos humanos. El vídeo de Piñera el primer día fue una cachetada”. Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado desde octubre violaciones de derechos humanos por parte de la policía en el país andino. “A FFF nos ha sacudido la manera de actuar. Somos no violentos, pero ¿cómo vamos a seguir convocando a adolescentes en las calles cuando chicos de 21 años han quedado ciegos porque la policía apunta perdigones a los ojos?”.
Sobre si beneficiaba o perjudicaba la cancelación del evento en Santiago, ella aporta un matiz: “Era un riesgo. Sin solucionar las cosas, la COP hubiese militarizado otra vez todo, todas las delegaciones hubiesen ido escoltadas, de nuevo hubiésemos estado en Estado de Sitio. Había muchos escenarios posibles, pero está claro que el más sencillo para el gobierno era retirarlo y evitar el diálogo con la ciudadanía”. Las opiniones sobre esto son diversas por lo complejo. Carlos, de Minga Indígena y también en Madrid, cree que “si bien Chile está pasando por un momento difícil, de mucho revuelo social (y que tarde o temprano se veía venir), está bien haber cambiado la sede para hablar de un tema global sin arriesgar a los asistentes. Nos complica a nosotros en cuanto a la logística, pero debemos estar presentes”.
¿Dónde hubiese podido ser?
Ángela Santiago lamenta en todo caso lo que pudo haber sido y no fue, porque “esta iba a ser la COP latinoamericana y chilena. Al final, de FFF Chile venimos cuatro, y otro par de toda Latinoamérica. Lo que pensábamos que íbamos a poder hacer se reduce mucho. Y fue un golpe”. Explica las circunstancias Bruno Giambelluca, que no es chileno sino argentino, de Greenpeace ahí: “La realidad es que los países latinoamericanos, o del sur global, tienen muchos problemas económicos. Muchas delegaciones, sobre todo jóvenes y de movimientos sociales, no puedan llegar hasta Madrid, menos costeándolo en un mes, y se quedan ahí. Pero la marcha del 6 va a marcar un precedente muy positivo porque ahí 500 asociaciones europeas han apoyado explícitamente a Latinoamérica”. El lema del día 6 de diciembre será 'el mundo despertó ante la justicia climática’, un guiño al 'Chile despertó“.
Algunos han reivindicado como solución intermedia entre que la COP no volviera a Europa (es el tercer año consecutivo en el continente) y no se celebrase en Chile que la acogiera otro país de América del Sur. Pero ¿cuál hubiese podido ser? “Hay un contexto muy difícil. En Argentina acaban de ser las elecciones, estamos de cambio presidencial y con muchos problemas financieros, en Uruguay igual con el balotaje. En Ecuador, Bolivia, Colombia está habiendo protestas. Brasil, olvídalo. No tenía solución fácil”, responde Giambelluca.
“En Chile los imposibles se volvieron posibles”
A todos estos ecologistas les han preguntado mucho estos meses su opinión sobre Greta Thunberg, sobre todo por la comparación con otras líderes latinoamericanas que no han captado la misma atención que ella todos estos años de lucha por el medio ambiente. Estefanía González (SCAC) espera a la adolescente sueca en Madrid: “Yo no puedo verla de forma negativa. Es inspiradora. Por Greta, hoy a mí me preguntan por todas esas mujeres que antes lo habían dicho y no se las había escuchado. A partir de ella hoy hablamos de dirigentas ambientalas machi de mi país, como Francisca Linconao. O de Macarena Valdés, asesinada en el sur de Chile, o de Berta Cáceres. La figura de Greta incomoda porque hace que nos preguntemos cosas, entre ellas por los liderazgos indígenas. No olvidemos que es una mujer, blanca, muy joven y europea pero que cuestiona sus privilegios y desde ahí llama a la responsabilidad”.
Estefanía González tiene como todos grandes expectativas respecto a esa manifestación del viernes, que tendrá réplicas mundiales. Hace su analogía con su país: “En Chile pensábamos que jamás íbamos a despertar, no nos caracterizamos por las grandes movilizaciones. Y hemos tenido a un millón en las calles y estamos a las puertas de cambiar la Constitución. Los imposibles se están volviendo posibles. Pasó con el agujero de la capa de ozono: cuando yo iba al colegio no se dejaba de hablar de ello, nos logramos poner de acuerdo y para 2030 se estima que estará recuperado. Se nos ha acostumbrado a pensar que no tenemos capacidad para lograr cambios. Sabemos que quienes toman las decisiones tienen mucho poder, pero yo nunca imaginé un movimiento así por el clima y ha ocurrido. No subestimemos nuestra incidencia, ojalá las personas confíen en sus acciones”.