“El Gran Telescopio de Canarias constituye una clara demostración de la capacidad científica y tecnológica de España”. Esas fueron las palabras con las que el rey Juan Carlos inauguró, en julio de 2009, una de las joyas científicas de nuestro país. Tan solo un año después, el mayor telescopio óptico del mundo se quedaba sin presupuesto oficial. Hoy, la situación no es tan dramática, pero los presupuestos generales presentados en el Congreso este mes han vuelto a dejar al buque insignia de la astrofísica española lejos de los mínimos acordados y cada vez más lejos de sus competidores.
La aportación del estado en 2016 apenas superará los 3 millones y medio de euros, “exactamente lo mismo que se dedicó en 2015”, recalca a eldiario.es el director del GTC, el astrofísico Pedro Álvarez. A esta aportación hay que sumar la del Gobierno de Canarias, que será de algo menos de un millón y medio de euros y la de los socios internacionales, México y la Universidad de Florida, de unos 600.000 euros. Juntos ni siquiera alcanzan los 6 millones de euros anuales, “muy lejos de lo que una institución este tipo requiere”, asegura Álvarez, y también lejos de los 7,6 millones que todas las partes acordaron como el mínimo indispensable para poder operar y desarrollar el telescopio. Aún así, el astrofísico afirma que al menos tienen “algo” y recuerda que no existe “ningún compromiso” por parte del estado que asegure un presupuesto anual y “cada año el ministerio decide el dinero que puede poner”.
Un presupuesto lejos de los grandes telescopios
Si se compara la situación con la de otros grandes telescopios, las diferencias resultan más que notables. Entre los más destacados a nivel mundial se encuentran el observatorio W. M. Keck, situado en Hawái y que cuenta con un presupuesto anual de más de 25 millones de euros; el telescopio Subaru, de construcción japonesa pero situado también en Hawái, llegó a tener un presupuesto de unos 30 millones de euros durante sus primeros años; los telescopios Gemini, situados junto a los dos anteriores, disponen de un presupuesto superior a los 30 millones. Por último, los grandes telescopios de la ESO situados en Chile, llamados VLT (siglas en inglés de Telescopio Muy Grande) y cuyo coste anual supera los 40 millones de euros.
Todos estos telescopios han funcionado con un presupuesto anual mínimo de un 10 por ciento de la inversión realizada para su construcción. Según Álvarez, esta es una “regla de oro que se cumple para casi todos los telescopios de este tipo”. Si tuviéramos en cuenta esta regla, el GTC, en cuya construcción se invirtieron unos 120 millones de euros, debería recibir un presupuesto aproximado de 12 millones. Sin embargo, los responsables del GTC ni siquiera piden eso y se conforman con tener un presupuesto que ronde los 8 millones de euros. Para alcanzar esta cantidad, el Estado apenas tendría que aumentar su inversión en poco más de 3 millones de euros, pero se niega a hacerlo.
Dificultad para encontrar socios internacionales
Durante las negociaciones de 2012 el Gobierno puso como excusa la crisis y conminó a los responsables del telescopio a buscar socios internacionales. “Ya lo hacemos”, explica Álvarez, “pero encontrarlos no es fácil y lleva muchos años de negociación”. La lucha por conseguir socios es común a todos los grandes telescopios, que se encuentran en una continua búsqueda de posibles instituciones que estén dispuestas a invertir dinero a cambio de horas de observación. Además, a pesar de que desde un punto de vista científico-tecnológico el GTC resulta muy atractivo, el hecho de no tener asegurado un presupuesto fijo anual por parte de su propio gobierno hace que muchos posibles socios terminen por echarse atrás. “Todo el mundo quiere apostar a caballo ganador, nadie apuesta por un caballo que ya tiene problemas económicos”, afirma Álvarez.
Pese a todo, la actual financiación ha permitido que el telescopio opere con cierta normalidad, incluso que se continúe el desarrollo de diversos instrumentos que aumentarán las capacidades del telescopio. Actualmente el GTC dispone de dos instrumentos científicos plenamente operativos: OSIRIS, que trabaja en el rango visible (el rango de la luz que puede captar el ojo humano) y CanariCam, que trabaja en el rango infrarrojo. Gracias principalmente a los fondos procedentes del gobierno autonómico se podrá continuar el desarrollo de otros instrumentos como HORS, un espectrógrafo de alta resolución que probablemente comience a funcionar en octubre, o EMIR y CIRCE que se prevé que comenzarán a operar en 2016.
Ciencia de vanguardia con pocos recursos
Álvarez insiste en que gracias a la “voluntariedad y la creatividad” de los investigadores españoles, la producción científica el GTC está al nivel del resto de grandes telescopios. “Hacemos un gran esfuerzo por mantener un alto nivel de producción científica y para ello destinamos la mayor parte de nuestros recursos a generar ciencia”. Sin embargo, esta lucha por mantener la competitividad científica con escasez de recursos conlleva ciertos riesgos, ya que la reducción de presupuesto en otras áreas hace que las instalaciones estén “más expuestas a posibles problemas de mantenimiento”, asegura Álvarez.
En la actualidad el GTC es una de las grandes herramientas con las que cuentan los astrofísicos españoles para escudriñar los rincones más lejanos del universo. El gran tamaño de su espejo primario, el mayor del mundo, permite a nuestros científicos llegar más lejos que cualquier otro telescopio óptico y obtener imágenes de mayor calidad, lo que podría ayudar a descubrir nuevos planetas habitables o a mejorar nuestra comprensión de la formación de galaxias lejanas. Mientras tanto, los astrofísicos españoles continúan mirando de reojo unos presupuestos generales que, en cualquier momento, pueden terminar con el futuro de una de las joyas científicas de nuestro país.