Cinco indicadores alertan del comienzo de una cuarta ola de COVID-19 en España

Avanza lento, pero una cuarta ola empieza a asomarse sin haber dado respiro a la bajada de la anterior. La incidencia acumulada a 14 días ha subido once puntos desde el lunes pasado y, ante la negativa de las comunidades a fortalecer las medidas en Semana Santa, Sanidad insiste en la recomendación de, al menos, cerrar el interior de los bares en los lugares con alta incidencia. La media nacional es de 138,6 casos por 100.000 habitantes, “riesgo medio” según el semáforo de indicadores, pero las hay que están por encima: Asturias, Catalunya, Madrid, Navarra y Euskadi están en “alto” y Melilla y Ceuta en “muy alto”, por encima de los 250.

Este escenario desigual preocupa a los epidemiólogos, pues la gravedad de la situación a veces se disimula detrás de medias aritméticas. Aun así, no se atreven a vaticinar el impacto de esta nueva “marejada”, como algunos la califican. “No creo que nadie pueda medir la intensidad”, reconoce Juan Ayllón, virólogo y director del Área de Salud Pública de la Universidad de Burgos. “La situación es de equilibrio inestable y con muchos contagios, por lo que puede dispararse fácilmente”, razona. 

En toda esta semana se han registrado un mínimo de 6.000 contagios diarios, los mismos que al inicio de la tercera ola, en diciembre. La diferencia ahora es que una gran parte de la población vulnerable está vacunada y que se espera que la transmisión comunitaria se dispare en Semana Santa menos que en Navidad, entre otros motivos, por las restricciones a la movilidad. De momento, la subida es leve, así que los expertos conminan a mirar otros indicadores menos evidentes que la incidencia a 14 días pero igual de relevantes. En todos ellos, el repunte es una realidad.

Primero: incidencia a 7 días

A comienzos de semana, Sanidad confirmó en rueda de prensa que la bajada de la tercera ola se había frenado y admitió “preocupación” por la subida de los contagios. El indicador que usó fue el de 7 días, uno mucho menos común debido a que es más variable, mientras que el de 14 muestra una tendencia asentada. Lo que alarmó a la ministra Carolina Darias el pasado lunes fue que la de 7 días superaba el 50% de la incidencia a 14, lo que vaticinaba una subida estable en este último indicador. Este viernes ha vuelto a estar un poco por debajo, pero un retraso mínimo en las notificaciones llevaría a pensar en un incremento.

“Es el indicador que más importa, pero ahora mismo no está muy claro que el incremento vaya a mantenerse o no”, piensa Juan Ayllón. Donde él trabaja, en Castilla y León, esta cifra sí que es una muestra clara de la subida, igual que en Madrid, Aragón, País Vasco o Navarra. “Deberíamos usar los 7 días y no los 14, porque ofrece una capacidad de actuación más rápida”, opina Javier Padilla, médico de familia y epidemiólogo en Madrid. Explica que al principio tenía sentido regirse por el de dos semanas debido al retraso en la notificación de los casos, pero ahora “que se ha eliminado ese decalaje, es clave para ver la evolución”.

En opinión de Padilla, “falta uno fundamental”: la incidencia a 7 días en mayores de 65 años. El Gobierno de Asturias, donde él trabaja como asesor, es uno de los que más usa a la hora de establecer las medidas de control. “Tener una incidencia grande en mayores de 35 años da pistas sobre la transmisión, pero el otro puede tener un impacto en la mortalidad enorme”, explica el médico. “Sobre todo, elimina la necesidad de otros indicadores, como el de ocupación hospitalaria, pues cuando sube uno, sube el otro, y coincide en el 98% de los casos”, asegura. 

Segundo: saturación hospitalaria y en UCI

Los expertos en Salud Pública y los trabajadores sanitarios piden no anteponer la incidencia a este indicador, como se hizo entre la segunda y la tercera ola, lo que complica la atención de la COVID-19 y de otras patologías. En su opinión, mantener un número muy elevado de casos positivos durante un largo periodo de tiempo quizá se pueda disimular en las gráficas, porque no presentan cambios abruptos, pero no en el interior de los hospitales. “Lo noto en la propia consulta, donde llevamos cuatro días viendo más casos”, adelanta Padilla.

Por eso, la sensación de los trabajadores de Atención Primaria es un buen indicador cuando “los datos no son muy explosivos”, explica el médico madrileño. Ahora mismo, las UCI están ocupadas a un 18,4% y las camas hospitalarias al 6%, pero algunas comunidades están muy por encima del nivel de riesgo máximo y exigible para no saturarse. Las peores (quitando las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que tienen una escasez estructural) son Madrid, con un 34,2% en cuidados intensivos, y La Rioja, con un 33,9%.

“No podemos hacernos trampas al solitario, es el efecto de tener una incidencia muy alta y prolongada durante meses”, explicaba Saúl Ares, investigador del CSIC. “Con una incidencia en nivel grave, no hay respiro para que las UCI se liberen”, plantea. Un pensamiento que recoge Mario Fontán, MIR en Medicina Preventiva y Salud Pública, que apunta al “factor peso” como traba a la hora de descongestionar el sistema sanitario. El virólogo Juan Ayllón atribuye a la vacuna “una enfermedad menos grave”, pero asume que el efecto real se verá después de Semana Santa porque “no se han querido tomar medidas más drásticas”.

Tercero: positividad de las pruebas

La positividad, que mide el número de pruebas que confirman la infección por COVID-19 del total realizado, se encuentra ahora en un 5,56% y ha subido tímidamente desde hace dos semanas. La OMS, aun así, recomienda no superar el 5%, aunque en el pico de la tercera ola, esta llegó a rondar el 18%. Algunos epidemiólogos, sin embargo, no están de acuerdo con colocar ahora mismo el límite tan alto. “El problema es que muchas comunidades autónomas se han aficionado a los cribados masivos, y resulta difícil interpretar la positividad como hacíamos antes”, reconoce Javier Padilla. 

Catalunya, Madrid, Euskadi y Navarra son las que más pruebas hacen, en torno a 2.000 por cada 100.000 habitantes, pero de todas ellas es la comunidad gobernada por Isabel Díaz Ayuso la que registra la positividad más alta, con el 7,4%. Aragón, sin hacer tantos test, también tiene una posibilidad de 7,66% a la que sigue de cerca Andalucía, con el 6,6%.

“Creo que tenemos que ser un poco más exigentes ahora que antes, y el 5% es demasiado alto”, opina Padilla. La prueba de que no ofrece tanta información como otros indicadores, puesto que se puede “artefactar”, según los expertos, es que no indicó la subida que ahora empezamos a ver. “Pensaba que después de la gran ola del último mes íbamos a bajar hasta el nivel de verano, pero nos hemos quedado en un nivel muy alto, y eso que aún no estamos viendo los efectos de relajar algunas medidas importantísimas”, añade Juan Ayllón.

Cuarto: variante británica

El linaje B.1.1.7, más conocido como variante británica, ya supone la mitad de todos los casos en España y en algunas comunidades es predominante casi al 100%. Es el caso de Galicia y Asturias, a las que siguen de cerca Cantabria, Catalunya y Baleares, según el último informe sobre mutaciones de la COVID-19 publicado por Sanidad. “Respecto a la variante británica, no soy muy alarmista”, reconoce el virólogo de la Universidad de Burgos. 

Varios estudios han comprobado que la mutación británica del virus es más contagiosa. Uno realizado en Reino Unido con 150.000 muestras de personas infectadas situó la horquilla de mayor transmisibilidad entre un 43% y un 90%, mientras que hay otros que señalan que es también más virulenta e incluso más letal. Lo que parece no afectar en ningún caso es a la efectividad de las vacunas.  “Son buenas y malas noticias, porque tenemos un virus que seguro que es más transmisible, pero vamos aprendiendo a contenerlo, aunque dependerá mucho de cómo interactúe la gente en el puente”, piensa Roger Paredes, virólogo clínico e investigador en el Hospital Germans Trias i Pujol, en Badalona. “Por eso son tan importantes las burbujas de contactos”, incide.

Por su parte, Javier Padilla, cree que aunque “biológicamente pueda ser más letal, la mejor forma de protegernos contra ella es no tener los sistemas sanitarios saturados”. Las normas son las mismas, por lo que la “variante es un palo en la rueda, pero no un muro”. Además, “nos puede servir de aspecto explicativo”, propone. “Hemos visto que a Asturias está costando bajar en incidencia porque ya predomina en un 97%”, ejemplifica.

Quinto: número reproductivo (R) 

El último indicador es el más complejo y quizá, por ello, el menos mencionado de la lista. “A medida que vaya entrando la variante británica nos aumenta la R”, explica Roger Paredes. Esto es el promedio de personas que se infectan a través de un caso en un momento concreto de la epidemia. A nivel global, se calcula que el coronavirus tiene un número R de entre 1,5 y 3,5. En España, la media es de 1,3. Es decir, cada persona infectada creará una media de 1,3 nuevos casos. 

Este cálculo es más complicado, es solo un promedio, ya que una persona infectada puede ser un 'supercontagiador' y transmitírselo a 100 o puede no infectar a nadie más. Sin embargo, es un número importante que los epidemiólogos y los poderes públicos usan para responder ante los brotes. “Si la R está por encima de 1, la epidemia crece; si está en 1, está estable, y si está por debajo de 1, está decreciendo”, precisa Paredes. La R de la gripe estacional oscila entre el 0,9 y el 2,1 y la del sarampión entre el 12 y el 18.

“En este caso no es especialmente fiable porque el patrón de contagio del coronavirus es irregular”, comparte Juan Ayllón. Sin embargo, la R está subiendo en lugares como Catalunya, donde Paredes la estudia de cerca. “Si durante las próximas semanas viene gente de países donde la variante británica predomina y se pone en contacto con los locales, es posible que estos números suban”, explica el virólogo. “Pero si nos encuentra cerrados en burbujas o sin frecuentar demasiado los interiores, subirá menos”. Por eso, lo que pide es “ganar el máximo tiempo posible hasta que tengamos a muchas más personas vacunadas”.