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El cambio climático que calienta el agua del mar causa mortandades masivas de especies en el litoral español

El cambio climático eleva la temperatura del agua de los océanos. Una idea más o menos asentada, pero, en ocasiones, asociada a latitudes polares. Cosas del Ártico o el Antártico. Sin embargo, el mar más caliente está multiplicando los episodios de mortandades masivas de especies en las costas españolas. El mar de España es hoy más pobre debido al calentamiento global, según ha quedado detallado en un informe publicado por la Oficina Española de Cambio Climático.

España es un país con mucha costa y mucho mar: 7.905 kilómetros de litoral y más de 118.000 km de aguas territoriales –si se cuentan las zonas ampliadas pesqueras y de exclusividad económica, el Estado tiene jurisdicción sobre 1,1 millones de km de mar–. Lo que el cambio climático le está haciendo a esas aguas dispara una serie de efectos nocivos en cadena: se pierden hábitats, mueren ejemplares por millares, desaparecen especies cruciales, se arruinan sectores económicos.

Solo las colonias de fauna del fondo mediterráneo han vivido varios picos de muertes masivas “sin precedentes”. A lo largo de cientos de kilómetros más de 30 especies vieron diezmadas sus poblaciones. Y es un fenómeno que va extendiéndose: en 2015 se detectó un nuevo fenómeno de muertes nunca antes observado en algas calcáreas.

Temperatura, acidez, subida de nivel...

¿Qué le pasa físicamente al mar español por el calentamiento global? El informe constata que sube la temperatura entre 0,2 y 0,7 grados por década. El agua se ha hecho más ácida “a niveles sin precedentes en los últimos 20 millones de años”. El nivel sigue subiendo cada año: 1-2 milímetros en el Atlántico y 4-8 mm en el Mediterráneo desde 1990.

En ese caldo de cultivo los investigadores alertan sobre los ecosistemas españoles que más padecen y que afrontan más peligro. Porque el problema de base es que la alteración del agua marina destruye biotopos donde medran luego las especies. Sin hábitat no hay vida. En la lista negra destacan los arrecifes de coral mediterráneos. Un hábitat de gran rareza “afectado por mortandades masivas”.

Otra víctima son los fondos marinos mediterráneos donde crecen las gorgonias. Tanto su variedad roja como blanca vienen sufriendo muertes a gran escala. Las gorgonias parecen arbustos que tapizan el fondo marino pero son colonias de animales. Son el hábitat de muchas variedades de fauna y flora: “Las comunidades animales y vegetales que viven alrededor de las gorgonias son de las más diversas del Mediterráneo”, explican en el Ministerio de Medio Ambiente. Crecen muy lentamente y precisan de aguas frías, que desaparecen con el calentamiento global.

La base de la cadena trófica, en cualquier medio, son las plantas. En el mar ocurre lo mismo. Pero las praderas submarinas no se adaptan a un agua más cálida. “El aumento de la temperatura del agua ha disparado las tasas de mortalidad de Posidonia oceanica en algunas zonas insulares del Mediterráneo”, sentencia el documento. Estas hierbas marinas son lugares de refugio, alimentación y reproducción de muchas especies.

Igual le pasa al alga zostera que no puede seguir el ritmo de aumento de temperatura del agua. Ahora mismo crece en el límite y el calentamiento va camino de extinguirlas porque no podrán desplazarse a tiempo a latitudes más al norte donde el agua todavía tiene la temperatura adecuada.

En el Atlántico, los bosques de macroalgas tienen un “preocupante declive”. De hecho, se las considera extinguidas en muchos enclaves.  Estas plantas pardas desarrollan una “función estructural muy importante en el ecosistema”. Los científicos alertan de que su desaparición está provocando “importantes cambios en la comunidad”. En el norte de España, estos “importantes cambios” afectan “a la abundancia de especies clave cuando no su completa desaparición”. Especies que estructuran el ecosistema. Sin ellas, peligra toda la cadena biológica.

Pérdida económica

Aunque la biodiversidad en sí misma constituye una riqueza, la pérdida de variedades tiene una derivada final en sectores económicos. El análisis elaborado para la Oficina da cuenta de ellos. Así, se calcula que en la costa asturiana se han perdido unas 1.400 hectáreas de algas y con ellas “se ha constatado una disminución en las capturas de decápodos comerciales”. Estos son los cangrejos, centollos, langostas, gambas...

También se ha comprobado el declive de dos especies objetivo principal de la pesca como la sardina y la anchoa. En las rías gallegas se han registrado mortandades masivas de bivalvos de interés comercial “causadas por un descenso brusco de la salinidad provocado por lluvias torrenciales”.

Además del comercio pesquero, depauperar el fondo marino lo despoja de atractivo. Los corales, “uno de los hábitats más impactados por el calentamiento”, son un imán para el turismo de buceo. Lo mismo le pasa a las colonias de gorgonias que mueren a gran ritmo. “La desaparición de especies emblemáticas  podría tener un grave impacto sobre esta actividad y la economía que sustenta”, aventuran los técnicos.

El resumen final del estudio es pesimista: “Todo apunta hacia el empobrecimiento y una mayor vulnerabilidad de nuestros mares, junto con la disminución de su capacidad para absorber CO”.