La rapidez en la comunicación con Atención Primaria y con otras comunidades autónomas es la clave para evitar que la segunda ola de rebrotes, advertida este jueves por Sanidad, se expanda por todo el país. Actualmente hay 281 brotes activos, con más de 3.260 casos que afectan a la práctica totalidad de las comunidades autónomas. Los desplazamientos propios del verano y la proximidad entre varias regiones afectadas por el coronavirus ponen a prueba a los rastreadores, que se enfrentan a este repunte de positivos a la vez que sus contactos se desplazan por el territorio con el riesgo de llevarse el virus a cuestas.
Para atajarlo, “existe una coordinación constante entre las CC.AA y el Ministerio a través del Consejo Interterritorial y los grupos de alertas”, explica Sanidad a elDiario.es. En el momento en el que el paciente informa a un rastreador de que alguno de sus contactos estrechos no pertenece a la comunidad que le está llamando, se pone en marcha un dispositivo que a veces no da frutos a la velocidad esperada.
Aunque pocas, han empezado a salir a la luz situaciones en las que el contacto, tras haber sido alertado por un servicio de vigilancia epidemiológica al que no pertenece, queda a la espera durante varios días hasta recibir indicaciones de su propia comunidad autónoma, ya sea para iniciar el seguimiento o recibir citación para una PCR. Las consejerías de Sanidad se escudan en que “la coordinación es constante, las comunicaciones están protocolizadas” y que estos casos son la excepción, a pesar de que la comunicación entre los territorios y el Ejecutivo se ha demostrado como uno de los talones de Aquiles de la pandemia.
Tanto las carteras autonómicas como el Ministerio refieren a una plataforma de alertas que salta con los casos desplazados y a la que están conectadas las comunidades, el Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio (CAES) y el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). “La comunidad autónoma que detecta el caso emite un mensaje en el sistema dirigido a la comunidad de origen, al ISCII y al CAES”, abunda Sanidad. En ese momento, los responsables del plan de vigilancia reciben una notificación en un buzón de correo electrónico asociado con las características y el contacto del sospechoso y ponen a trabajar en ello a sus rastreadores. Deberán llamarle, informarle de que una persona cercana ha dado positivo en coronavirus, aconsejarle una cuarentena de al menos diez días y, en caso de presentar síntomas, citarle para una PCR.
Antes de iniciar ese proceso, sin embargo, entra en juego un protocolo difuso que depende en buena parte de la carga de trabajo de las autoridades sanitarias de cada región y de la disposición del equipo de rastreadores. Así lo explica Alfonso Jaquete, médico residente en Preventiva y Salud Pública y rastreador en Cantabria. Él no conoce el sistema de alertas, pero trabaja con el SIVIES (Sistema de Vigilancia en España), la plataforma estatal donde se registran y comparten todos los datos relacionados con la COVID-19, no solo los relativos al rastreo. “Si percibimos que no hay mucha agilidad en la actualización del SIVIES o que el caso es prioritario, de forma oficiosa llamamos por teléfono o mandamos un correo a Salud Pública de la otra comunidad”, explica.
Esa es la opción que prefería normalmente Susana, excoordinadora del equipo de enfermería de vigilancia epidemiológica de Guadalajara, por su cercanía con Madrid y la cantidad de casos compartidos. “Como tenía el teléfono y el correo de Epidemiología y Salud Pública de todas las comunidades, usaba esa vía para informar de que uno de nuestros pacientes había hablado de contactos que residían en Madrid, por ejemplo”, recuerda.
Si el caso era grave o necesitaba PCR, lo derivaban a los rastreadores madrileños, pero si no presentaba síntomas, a veces ellas hacían también el seguimiento desde Castilla La-Mancha, aunque esa persona estuviese cumpliendo la cuarentena fuera. “No es lo habitual”, reconoce, “pero también era al inicio de la pandemia cuando la movilidad era más reducida que ahora”. De hecho, en aquel momento ni siquiera existía en Castilla La-Mancha una plataforma donde volcar los datos para usarlos a nivel autonómico y dárselos a Sanidad. Cada noche, ella redactaba un correo adjuntando un Excel con una pestaña distinta para cada caso positivo y sus contactos. También ahí especificaba si alguno de estos últimos residía fuera.
Almudena (nombre ficticio), enfermera de vigilancia epidemiológica de Vizcaya, cuenta que a ellos les ocurre a menudo con Cantabria. “Si nos llega un contacto de un caso que proviene de otra comunidad, nos hacemos cargo de él. Puede ser bien porque esa persona haya llamado a su médico de cabecera o bien porque el servicio de Epidemiología de la comunidad donde está el foco nos ha alertado”, explica. En caso contrario, sus superiores avisarían a Epidemiología de Euskadi y esta, a su vez, a la comunidad receptora del contacto. “No sé si se hace por llamada rápida o si se espera a volcar los datos en el SIVIES”, confiesa, sin conocer tampoco el sistema de alertas que menciona Sanidad.
Reconoce que todas esas directrices las recibe a viva voz por parte de sus superiores, pero que no existe una guía de actuación por escrito. “Todos los días nos cambiaban los protocolos y las maneras de notificar los casos, tanto a Castilla La-Mancha como a Sanidad”, comparte Susana.
Plataformas distintas en cada comunidad
Los rastreadores confirman que lo normal, sobre todo en los grandes rebrotes, es que la mayoría de los contactos pertenezcan a la comunidad donde se detecta y no se muevan de ahí. Por eso, lo que sí está reglado es la comunicación a nivel autonómico, para lo que las regiones usan diferentes plataformas.
Tanto Euskadi como Cantabria usan Go.Data, una plataforma creada por la OMS para registrar casos de ébola y a la que han encontrado una nueva utilidad en la crisis de la COVID-19. “Lo veo más práctico que un Excel u otras herramientas no especializadas en este tipo de enfermedades. Te permite ver la relación de contactos que pueden surgir en un brote, ya que asociamos cada uno a un ámbito (domicilio, social, laboral)”, explica Almudena. “Además, evita duplicidades, porque uno de los campos que te exige rellenar es el CIC (Código de Identificación Corporativo), que es único para cada paciente”, señala. En Castilla La-Mancha ahora usan EPISCAN.
Ni Almudena ni Alfonso tienen acceso a SIVIES o a la plataforma de alertas de Sanidad, “solo sé que ya se usaban para otras EDO (Enfermedad de Declaración Obligatoria) y que ahora conlleva una carga de trabajo muchísimo mayor”, describe el segundo. Lo comparan con el tiempo que invierten en subir los datos a sus plataformas específicas, que es mucho, además de compaginarlo con las llamadas, el seguimiento y el propio rastreo. “Es cierto que este procedimiento podría provocar que se tarde algo más de lo que se debe en aislar a un contacto en otra comunidad”, reconoce la enfermera de Euskadi, donde afirma que en este momento “no damos abasto”.
Aún así, todos ellos están conformes con el resultado del rastreo a nivel autonómico. “Los casos positivos, al menos en Euskadi, se aíslan en cuestión de horas y, en general, sus contactos más estrechos también, lo que puede tardar más es algún contacto de otra comunidad”, asegura Almudena, que además aplaude que la gente se empiece a tomar en serio sus indicaciones. “Ya era hora, espero que no tengamos que ir a peor para que nos sigan escuchando”, concluye.