Cuando el marido de Dolors falleció, hace siete años, ella se quedó “encerrada en casa”. “Como tengo problemas para moverme, con él tenía una ayuda muy grande”. Dolors, con 81 años, es una de las casi 1,5 millones de mujeres de más de 65 años que viven solas, el perfil que más siente la soledad. En total, según la encuesta continua de hogares del INE, en España hay 4,7 millones de hogares unipersonales. Es una cifra que sirve para imaginar, pero no para delimitar, un problema estructural e invisible. Porque la soledad ni afecta a todas las personas que viven solas, ni afecta solo a las personas que viven solas.
“En los países occidentales, y en España seguro, la soledad es la primera causa de exclusión social”, explica el responsable de estudios y publicaciones de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, Gustavo García. “Es un fenómeno generalizado y sus consecuencias son también muy diversas: cuestiones de seguridad, que te ocurra algo y nadie se entere; personas que necesitan algún tipo de apoyo y no lo van a tener... Pero, sobre todo, el tema emocional. Un tema gravísimo, que no se tiene en cuenta porque los otros son más fáciles de abordar, aunque la falta de relaciones empobrece muchísimo la vida de las personas”, explica.
Existen, por lo general, dos redes de apoyo: la familiar y la social. “La familia sigue, de alguna manera, cumpliendo su papel antiexclusión”, indica el director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación La Caixa y presidente de la sección europea de ciencias sociales y del comportamiento de la International Association of Gerontology and Geriatrics (IAGG), Javier Yanguas. Pero advierte que este soporte tiene fecha de caducidad. “Estamos lejos del reemplazo generacional”, advierte. El índice de fecundidad lleva desde 1981 por debajo del nivel de reemplazo, según datos del INE. Este se sitúa en el 2,1, mientras en 2018 fue del 1,31.
“Antes nacías en una ciudad y lo normal era que vivieras en el barrio de tus padres o en el de al lado. Ahora puedes tener un hijo en Zaragoza, que estudie la carrera en Madrid, el máster en Londres y se vaya a trabajar a Alemania o a la India. El día que te haces mayor, estás solo, porque aunque te quiera mucho, no te vas a ir a vivir con él a la India”, pone como ejemplo García.
Mucho 'like', pero malas relaciones
Por eso la red de amigos se configura como una herramienta fundamental para paliar la soledad. Pero parece que también falla. “Tenemos muchos amigos en el whatsapp o mucho like, pero poca sustancia en nuestras relaciones”, indica Yanguas, que trabaja en un estudio en ocho ciudades -Terrassa, Tortosa, Girona, Tàrrega, Santa Coloma de Gramenet, Palma, Logroño y Jerez de la Frontera- donde “la hipótesis que barajamos es que se están deteriorando las relaciones”.
La globalización, la tecnología y el individualismo son algunas de las causas. “Antes no te quedaba otra que salir a la calle, ahora hay muchas formas de relacionarse, pero es una relación distante”, añade García. “Estamos en un proceso de individualización, cada vez más solos y con relaciones menos comprometidas”, coincide Yanguas.
Según los datos que manejan en la Fundación La Caixa, el 20% de las personas entre 20 y 40 años tienen peligro de aislamiento social por soledad. “Hay una soledad que, en general, empieza pronto, aguanta hasta los 65 años y, a partir de aquí, va aumentando considerablemente hasta los 80 y muy considerablemente a partir de los 80”, explica el experto del IAGG. En España hay más de 850.000 mayores de 80 años que viven solos y muchos presentan problemas de movilidad que les impiden salir de casa sin ayuda, como Dolors.
O Ana, de 84 años. “Me levanto, me lavo, me siento, desayuno y ya está. Si quiero leer un ratico, si quiero ver la televisión, aquí -señala a la ventana- para mirar un ratico que vienen muchos chiquillos a la guardería... Como era yo antes que mis hijos me decían: ¡mamá, no tocamos nunca la casa!”, explica. “Y así día tras día, tras día, tras día...”. Hace unos años se rompió un pie y, sumado a sus problemas de fibromialgia, le da miedo salir de casa. La Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE) publicó esta semana el informe 'Movilidad reducida y accesibilidad del edificio', que unas 100.000 personas no salen nunca de casa porque no tienen ayuda.
Además, la soledad afecta a la salud. Según un estudio elaborado por un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid en el que se analizaban los resultados de cerca de una decena de trabajos en los que se habían estudiado a más de 33.500 personas de más de 50 años determina que “aquellos que reportaron sentir soledad no deseada tenían un 26% más de riesgo de desarrollar demencia en el futuro”, explica la autora principal, Elvira Lara.
Soledad y suicidio
El presidente de la Confederación Salud Mental España, Nel González, alerta de que “no tenemos cultura de la comunicación. Estamos en una sociedad que, progresivamente, se va deshumanizando, pierdes el vínculo con tu grupo humano y, por la propia idiosincrasia de la edad (en la adolescencia) y el desconocimiento, muchos jóvenes se ven abocados a esta soledad, de la que salen cosas no deseadas: desorientación, depresión y, después, trastorno mental”.
De hecho, la mayoría de jóvenes que presentan ideaciones suicidas manifiestan sentir soledad. “A nivel de niños y adolescentes los datos brillan por su ausencia, no tenemos más que la constatación de que eso va en aumento por lo que vemos los profesionales”, confirma González. Para él, es también una consecuencia de los valores que priman en la sociedad actual. “Nos bombardean con el tema del éxito y la competitividad te hace a veces ser profundamente infeliz. La gente joven se encuentra en un estado en el que no saben qué va a ser de ellos, se preguntan con quién lo comparten y empiezan a entrar en un círculo, en una habitación, donde lo único que encuentran es vacío”, explica. “En los jóvenes, el éxito en las relaciones personales reside en la estética, si es guapo o guapa, inteligente, si destaca en algo o tiene capacidad de comunicación... pero ¿quién no tiene nada de eso?”, se pregunta García.
El Ministerio de Sanidad cuenta entre una de sus prioridades la elaboración de una Estrategia Estatal contra la Soledad en las personas mayores, en la que está trabajando. El plan del departamento que dirige ahora mismo en funciones Luisa Carcedo tiene como objetivos, entre otros, sensibilizar a la población, fomentar la sociabilidad de las personas mayores a través de familias, relaciones interpersonales y voluntarios, elaborar guías para los profesionales que atienden a estas personas y mejorar la tasa de actividad y ocupación de los mayores. Precisamente, la colaboración entre la administración y entidades, fundaciones y ONG, es lo que permite que se desarrollen programas contra la soledad en muchas ciudades. En Reino Unido se creó el año pasado la primera secretaría de Estado del mundo contra la soledad.
“Las administraciones solas no pueden resolver el problema de la soledad. Pueden pagar servicios -como apoyo en domicilio, desplazamientos, tratamientos, etc.-, pero la soledad se resuelve con compañía y la compañía la da el entorno”, apunta Gustavo García. “Como la soledad afecta a la salud, se están llenando las salas de espera de los ambulatorios de personas que acuden sin una enfermedad concreta y muchos ayuntamientos se están dando cuenta de que hay una especie de alarma”, destaca la técnica de Cruz Roja Elisabeth Fuente, que trabaja en el programa 'Siempre acompañados', en colaboración con La Caixa y algunos ayuntamientos. En el de Terrassa, es la administración quien les deriva los casos que detecta y varios voluntarios acompañan a personas mayores en sus casas o realizan diferentes actividades fuera.
Un proyecto de vida después de la jubilación
“Si hay alguna salida que puedo, me apunto y voy. El almuerzo de los sábados es sagrado y el martes voy a los mandalas. Estoy en el cielo cuando estoy allí. Y la Eva, que viene a hacerme un ratito de compañía, ¡ay qué nena más maja! A la edad que una tiene, no puede aspirar a mucho, pero a lo que puedes, pues sí”, explica Dolors, que es beneficiaria de ese programa. Precisamente, tener marcado en el calendario semanal actividades que compartir con otras personas es un buen antídoto contra el aislamiento. “Ahora cuando uno se jubila, igual le quedan por delante 25 años de vida. Tal vez es mucho tiempo para estar sin un proyecto de vida y en España no tenemos muy claro qué papel juega uno en la sociedad cuando se jubila”, matiza Yanguas.
La directora de la ONG Grandes Amigos, Mercedes Villegas, apuesta por “la movilización ciudadana y el voluntariado para establecer vínculos en el entorno cercano y los barrios, para detectar posibles casos de aislamiento de personas mayores que no quieren estar solas”. Ana, que es viuda desde hace casi dos décadas, se mudó a su nuevo barrio en Barajas hace unos 12 años. “El piso era muy grande y pagaba mucho”, cuenta. Se mudó cerca de una de sus hijas, pero lejos de las amigas que tenía en su antiguo barrio. Mari José, su hija, recuerda que al principio fue duro. Ella acababa de ser madre, trabajaba y “si conciliar una casa es díficil, imagínate conciliar dos”. “Vi que tenía necesidad de acompañamiento”, cuenta, y contactó con Grandes Amigos, con programas en ayuntamientos de la Comunidad de Madrid, Galicia y Euskadi, donde los consistorios colaboran “con alguna aportación económica y desde la coordinación con los servicios sociales y sanitarios”, indica Villegas.
Ahora Ana recibe todos los martes la visita de Ángel, un voluntario que se animó a dedicar su tiempo cuando se jubiló. “Me dicen que qué buen mozo me he buscado; yo no me lo he buscado, ha venido él a mi casa”, bromea ella. “Salimos poquito, cuando estoy medio animosa, pero la mayoría de las veces hablamos de cuando éramos jóvenes, de cómo era nuestra vida, de nuestros hermanos”, explica. ¿Le gustaría vivir en casa de sus hijos? “No, no. Yo quiero vivir sola”. Y recuerda que lo de acompañar a personas que están solas ya lo hizo ella. “En Santa Paula (Granada) íbamos a ver a los enfermos y a sacarlos por la tarde. ¿Te acuerdas de Balbina?”, pregunta mirando a su hija, “la llevábamos al mercado, aunque no veía, y nos pedía que le leyéramos lo que había, porque le gustaba saberlo todo”.
“Buena vecindad”
Gustavo García participa en una de las ocho mesas de trabajo para atajar la soledad que puso en marcha hace unos meses el Defensor del Pueblo en Aragón, después de que el pasado verano se dieran varios casos de personas mayores que aparecieron muertas en sus domicilios. En concreto, en la de urbanismo porque, como explica, “si no hay comercios de proximidad y espacios públicos, se rompen las relaciones sociales”. También es necesaria una “buena vecindad”. O que “te sientas incluido en tu barrio, que compartas retos, necesidades y desafíos con otros”, añade Yanguas.
En Barcelona, lleva más de una década en marcha el proyecto Radars. En 2018 funcionaba en 35 barrios, en los que los comerciantes alertan si uno de sus clientes habituales está varios días sin bajar a por el pan, a su frutería o la tienda que habitualmente frecuente. Fuentes hace hincapié en la “importancia de la detección que pueden hacer los vecinos”, porque “los que van a un centro de salud ya lo expresan, pero de los que se quedan en casa solo nos pueden avisar los vecinos”. Por eso están comenzando a contactar también con asociaciones de vecinos. Aunque es un problema que afecta sobre todo a las grandes urbes, en la España vaciada también se sufre, precisamente, por la despoblación.
Con todo, los expertos consultados coinciden en señalar la importancia de la construcción de la sociedad. “Los valores, la empatía, la compasión, la solidaridad, tienen que ver con cómo queremos ser. Nos estamos jugando qué tipo de sociedad queremos tener. Esa es la lectura que hago de los datos”, indica Yangues. Para González el problema estructural que representa la soledad tiene que ver con un “liberalismo mal entendido, que pone la libertad y a la persona por encima de cualquier resultado que tenga que ver con lo colectivo, cuando lo colectivo no es colectivizar, es compartir. Esto es la consecuencia de una filosofía que está condenada al fracaso porque la dimensión humana es otra, no es la individualidad y los demás ahí se quedan”.
Según un estudio elaborado por el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), España será en 2040 el país más longevo del mundo. Si para entonces se ataja o no el problema de la soledad tendrá que ver también con atajar el estigma que supone. “Esto no se cuenta, se vive en la intimidad, se disfraza, nos da vergüenza y nos sentimos culpables. Si digo que mi padre está solo, parece que soy muy mal hijo. Si digo que me siento solo, parece que mi familia no me quiere. Tenemos que desestereotipar esto. Es una parte de las cosas que nos ocurren en la vida y que en este momento están siendo muy importantes”, indica Yanguas. García lo resume: “Las personas que tienen otro tipo de problemas, en algún momento lo manifiestan. Quienes se sienten solos no generan conflicto, por lo que nadie siente que es un problema. Pero, ¿puede haber más exclusión que no tener con quien hablar?”.