Avanzan los presupuestos de la Región de Murcia en la negociación con Vox, para mí que ya están hechos. Al Partido Popular no le interesa el cordón sanitario, solo gobernar. Vox espera que la situación estadounidense y la protección del algoritmo lo lancen hacia las nubes en las próximas elecciones. Veremos si no hay efecto rebote. El PP se niega a escuchar la mano tendida del PSOE en la negociación: es la manifestación de una espera en la que confían contar con financiación suficiente para tapar sus miserias gracias a las peticiones catalanas.
En enero, cuando las primarias del PSOE en la región arreciaban, escribí un artículo en el que exponía que la quita de la deuda del FLA que se estaba negociando favorecía a Murcia y a otras comunidades. Es más, dicha quita había sido demandada en varias ocasiones por distintos gobiernos populares y, según los últimos cálculos, ascendería aproximadamente a 2.678 millones de euros, aunque algunas estimaciones la elevan hasta los 3.100 millones y podría aumentar aún más si Compromís sigue presionando. Entre tanto, el PP de la Región calla.
Tomando las cifras anteriores como referencia, el montante del ahorro a pagar oscilaría entre 840 y 938 millones. Para que se entienda mejor: esto supondría una rebaja tanto en los intereses como en la deuda total, lo que ampliaría la capacidad de gasto, que es lo único que se conoce en la elaboración de los presupuestos, ya que de los ingresos no se sabe. Estos dependen de diversas variables, entre ellas, la evolución de la economía, por el momento positiva.
El resultado, según el informe de la AIReF, que señala que habría que establecer límites a la desviación del gasto so pena de que la quita no sirva para nada, Aunque está claro que esto permitiría aumentar diversas partidas que, desde mi punto de vista, deberían estar vinculadas tanto a la Educación como a la Sanidad regional, ambas abandonadas. Hoy, la falta de especialistas en las urgencias de la Región es una realidad, y podríamos hablar largo y tendido de barracones y cien mil cosas más que el Partido Popular tapa echándole la culpa al Gobierno central, mientras Vox señala a los migrantes para que no se vean sus miserias que tiene muchas.
No hace falta ser un genio para darse cuenta de que, mientras se produce esta negociación, el mundo ha cambiado, y que esto afectará a Murcia. Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, aspira a controlar las rutas comerciales actuales; de ahí el bombardeo en Yemen, el control de Panamá y su retórica encendida para dirigir los futuros pasos del norte: buscando asociar Canadá, conquistar Groenlandia y poner aranceles. Hechos con los que reconocen, en privado, una realidad que niegan en público: el cambio climático es una realidad y ha venido para quedarse. Lo estamos experimentando. Ante esto, Europa no sabe a qué carta quedarse. En las reglas de Trump y Vladímir Putin, el comercio queda en segundo plano, y lo que resalta es la fuerza frente a Europa mientras en Asia -con China, Pakistán, India y, posiblemente, Israel- como potencias nucleares fuera del tratado el tono se relaja. Europa se la juega.
La diplomacia de la fuerza es observable en las recepciones de las recientes negociaciones: Kaja Kallas, consejera de Seguridad de la Comisión Europea, no fue recibida mientras se celebraban dos reuniones con dos potencias nucleares. Francia, representada por el presidente Emmanuel Macron, en primer lugar, y luego el Reino Unido, cuyo primer ministro, Keir Starmer, calla ante los ataques de Trump a uno de los miembros de su Commonwealth. Esta puesta en escena fue adoptada ya por Putin, quien marcó como interlocutor europeo a Francia, país que, ante los últimos hechos, indicó que mantendría su escudo nuclear sobre partes de Europa. Afirmación que enfadó al expresidente ruso Dmitri Medvédev en la ONU, lo que indica, como teme Donald Tusk y los estados bálticos, que el tema no esté solo en Ucrania, pues la Federación Rusa ha recuperado diversas retóricas que enlazan con el imperialismo eslavo zarista y que comienzan con ese en principio de la retórica del incumplimiento ruso.
A las derechas y a las izquierdas, estos cambios les han roto las dinámicas interpretativas. Como ya señalé en otro artículo, la ruptura de la globalización con el nacimiento de la pandemia supuso una relocalización industrial que permite el crecimiento económico del que disfrutamos, mientras las redes, antes ciudadanas y ahora plutocráticas, permiten el resurgir de unos identitarismos locales con ecos globales.
La situación de rearme internacional favorece a la ciudad de Cartagena como centro de producción de submarinos —uno de los catorce únicos del mundo—. La Comunidad Autónoma, que tiene miedo a su reindustrialización, relocaliza el CAETRA [proyecto de impulso a las tecnologías militares y civiles en los ámbitos de defensa, seguridad, reconstrucción y desarrollo] en el término municipal de Murcia, sin que el recién elegido rector de Cartagena diga esta boca es mía, porque le debe dar igual su universidad. Al paso que vamos, al término municipal de Murcia le pondrán un puerto de mar, visto que ya tiene una terminal aeroportuaria sin aviones. Y el problema no es que venga a Murcia, es que, para que la Región crezca, han de crecer el resto de sus ciudades.
Hoy la Región se enfrenta a una macrocefalia urbana, donde Murcia concentra la mayor parte de las funciones económicas, políticas y culturales del territorio, dando lugar, a la larga, a una serie de efectos adversos para el crecimiento regional. Todo esto, por depender de una metrópoli administrativa que no descentraliza -años llevamos con el cuento de cambiar las consejerías, que no elimina desigualdades regionales y que tiene problemas de presión demográfica y de crecimiento urbano ante los nuevos mapas inundables derivados del cambio climático-.
No es por nada, pero la falta de una planificación del Gobierno regional se traduce en problemas que serán de difícil solución a largo plazo; sin embargo, mientras el localismo cartagenero plantee esto como el problema de Murcia nos roba y no de un crecimiento regional, poco o nada podremos hacer porque su discurso echa para atrás.
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