El delta del Ebro mengua. A un ritmo de 10 metros anuales. Cada porción de humedal que se hunde bajo el mar se lleva parte de los más de 400 millones de euros que se han gastado en proyectos de recuperación dedicados a la desembocadura del río.
La última alarma ha llegado con el Plan Hidrológico del Ebro aprobado en enero por el Gobierno en funciones. Prevé 56 nuevas presas que inciden en el problema de subsistencia del humedal: el río no lleva los sedimentos que necesita el delta para mantenerse firme frente al avance del mar. Se van quedando, esencialmente, en los embalses que jalonan el curso del río. Lo que se aporta al entorno por un lado se le recorta por el otro.
Entre la inundación de fondos, más de una decena de proyectos Life financiados casi al 50% por la Unión Europea han ido a parar a la desembocadura -han supuesto 15 millones de euros de los 400 invertidos-. Esa porción ha servido para que el Europarlamento se pregunte qué ocurre con el delta. Y más si España planifica aumentar el embalsamiento de las aguas del Ebro. Los pasados 8 al 10 de febrero, una delegación parlamentaria ha visitado la zona tras una petición ciudadana de la Plataforma en Defensa del Ebro. El diputado de ICV, Ernest Urtasun, ha contado a eldiario.es durante esta visita que esperan que “el informe que redactemos sirva para que la comisión revise el plan”.
El delta está declarado humedal de importancia internacional. Es el parque natural más grande de Catalunya. Está considerado Zona de Especial Protección para Aves y Lugar de Importancia marítimo para la Unión Europea. La relevancia medioambiental –y también social– del espacio ha servido para justificar un enorme empleo de fondos públicos.
Un plan de protección que ha contado con un flujo multimillonario de dinero para financiar proyectos de canalización, restauración, mejora de la calidad del agua, recuperación de especies animales y vegetales... de todo. Han sido docenas de proyectos pagados por el Gobierno central, la Generalitat de Catalunya o la Unión Europea, según recogía su documento base.
De hecho, la empresa pública Acuamed –dependiente del Ministerio de Medio Ambiente– ha sido una de las principales actrices de las actuaciones. Ha dispuesto de cerca de 300 millones de euros en adjudicaciones. Incluso uno de los proyectos estrella que Acuamed ha desarrollado en este plan ha sido la descontaminación del río en Flix (Tarragona): 202,6 millones. En su realización se han detectado recientemente supuestos sobrecostes que derivaron en sobornos a altos cargos de la sociedad estatal.
Aguas arriba quieren poder disfrutar del agua
Sin embargo, aguas arriba, la idea de poder embalsar más agua para aprovechar el recurso se defiende como garantía de prosperidad. La directora del Instituto Aragonés del Agua, Inés Torralba, ha asegurado que los caudales ecológicos asegurados para el Ebro “son los mayores de todos los ríos españoles”. Igualmente, la Federación de Regantes de la Cuenca del Ebro ha explicado que “el plan contiene estudios minuciosos especialmente para el delta del Ebro y que cualquier [volumen de agua] superior [hacia la desembocadura] se considera exagerado”. La Unión de Ganaderos y Agricultores de Aragón tampoco ha visto con buenos ojos las quejas sobre el plan hidrológico que han llegado desde la desembocadura: “Las aguas de una misma cuenca forman un conjunto integrado”, han alegado. Y han asegurado que se utiliza de manera “desinformada y partidista” la directiva de agua europea.
La Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) considera que el problema surge porque el Gobierno, al redactar sus planes, ha considerado el agua “como un bien comercial y no un bien por proteger”. Desde su perspectiva, la ordenación general diseñada por el Ministerio no implica la conservación de zonas acuáticas sensibles como el delta pero también, dicen, “Doñana o La Albufera”. En concreto, el plan del Ebro admite que se creen 465.000 nuevas hectáreas de regadío que se añaden a las más de 900.000 existentes en la confederación. El sector agrícola consume más del 80% de los recursos hídricos.
El delta comenzó a formarse hace 500 años. Es fruto de una acción humana agresiva ya que los sedimentos que lo componen afluyeron por la erosión que el Ebro ha ido provocando al talarse los bosques para la construcción de barcos. Ahora, el embalse de Mequinenza se queda con el 96% de los sólidos disueltos que le llegan, según un análisis del Centro de Estudios Hidrográficos del Ministerio de Fomento. La materia que necesita el humedal. Hasta el final del curso fluyen 150.000 toneladas de sedimentos al año. Le hace falta otros 1,3 millones de toneladas anuales para sostenerse, según reflejaba el doctor-ingeniero agrónomo Josep María Franquet en un estudio sobre la regresión del delta. En el documento aparece una referencia irónica: “Una manera paradójica de considerar la sostenibilidad sería permitir que el delta desaparezca, ya que no era sostenible originariamente”.