Varias comunidades autorizan las visitas a enfermos graves para combatir la muerte en soledad de la COVID-19

Morir en soledad, sea por la COVID-19 o no, ha sido una de las constantes más dramáticas de la epidemia en España. La irrupción del coronavirus y su gran capacidad de contagio han provocado que miles de personas en nuestro país hayan fallecido sin poder ver a sus familiares, sin poder estrechar la mano de una persona conocida. Durante las primeras semanas de colapso sanitario, colectivos como el Comité de Bioética de España pusieron el foco en esta situación y destacaron la importancia de humanizar la asistencia, a pesar de la presión asistencial que han sufrido los profesionales en hospitales y residencias. En las últimas semanas, con la reducción de la tensión en el sistema nacional de salud, algunas comunidades han implementado protocolos que permiten a pacientes de coronavirus contar con el acompañamiento de uno de sus familiares en sus últimas horas de vida.

Murcia, La Rioja, Valencia, Asturias o Extremadura son algunas de las comunidades que han regulado esta despedida, a la que en la mayor parte de los casos solo puede acudir un familiar, siempre pertrechado con material de protección para evitar contagios. Cada comunidad ha realizado un protocolo diferente. Mientras en Murcia permiten que el acompañante toque la mano del paciente, en Extremadura dejan claro que el visitante no podrá tener contacto físico “en ningún momento” con el enfermo. Otras, como Andalucía, siguen sin permitir un último adiós presencial por “prevención”. Madrid cuenta con un protocolo para despedir a enfermos graves en residencias, pero desde la Consejería de Sanidad no aclaran si se incluye a los pacientes con coronavirus.

Desde la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) explican que durante las primeras semanas de la pandemia recibieron llamadas “dramáticas” de sus socios y socias. Los casos concluyeron con diferentes resultados, dependiendo de la voluntad de los profesionales sanitarios que atendían a los pacientes. Relatan situaciones en las que un médico facilitó la despedida presencial a una de las hijas de la paciente y otras, en las que se ha informado de una muerte tras el fallecimiento, sin aportar datos a la familia ni dejarles ver el cadáver.

Charo, que despidió a su madre Rosario el 18 de marzo, sin haberse podido despedir de ella relató a eldiario.es que las medidas para contener esta infección eran “absolutamente crueles” para los familiares que habían perdido a un ser querido. Rosario falleció en una residencia de mayores sin poder contactar con su familia, ni siquiera a través de una videollamada. “Es lo que más he sentido, te deja una sensación de abandono, de que se ha quedado sola. Es una sensación de soledad tremenda”, explicaba Charo, sobre la imposibilidad de despedirse de su madre.

“Nos parece inhumano que la gente muera sola, tanto para la persona que fallece como para los familiares”, apunta Javier Velasco, psicólogo y presidente de DMD. El portavoz de este colectivo explica que Valencia fue la primera comunidad que publicó un protocolo que recogía el acompañamiento e insta a todas las comunidades a permitir la despedida de afectados por COVID-19 tanto en residencias como hospitales. Ante esta petición, plantean varias recomendaciones; entre ellas, que no se limite la visita a un único familiar, para que en casos de familias con dos hijos puedan acudir los dos vástagos y la pareja del paciente.

Asimismo, también critican que los protocolos contemplen que el profesional sanitario sea quien tome la iniciativa para permitir una despedida presencial. “La iniciativa deber ser del ciudadano o de la ciudadana; si no se hace así, lo dejamos al arbitrio del talante del profesional que está atendiendo a esa persona. En España se muere mejor o peor dependiendo del médico o médica que te atienda”, añade Velasco.

El protocolo publicado el 11 de abril por la Generalitat Valenciana contempla solo la asistencia de familiares en hospitales, nada recoge sobre residencias. Si el paciente tiene COVID-19, el ser querido utilizará un EPI y la visita no se podrá alargar más de cuatro horas, si no fuese un caso positivo la duración se puede extender 16 horas.

Por ahora, el Gobierno de Ximo Puig no autoriza la asistencia a las UCI al considerar que “el riesgo es excesivamente alto para la persona que acude”. Ante esta restricción, Velasco propone que “se traslade a una habitación individual” a los pacientes con altas probabilidades de fallecer para favorecer la presencia de seres queridos y reducir las posibilidades de contagio.

Madrid es la última comunidad que ha regulado estas visitas, aunque solo lo ha hecho para residencias. La semana pasada entró en vigor un protocolo para acompañar a los residentes en sus últimos días, ya que desde el 8 de marzo están prohibidas las visitas en estros centros sociosanitarios. “Estas actuaciones tienen como objetivo acompañar en el proceso de transición, de por sí duro, y aminorar los sentimientos de soledad del paciente y de abandono o de culpa de los familiares”, explica el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en un comunicado. Esta Comunidad también establece que solo podrá acudir un familiar, al que se le proveerá de un EPI durante la visita, y tendrá la posibilidad de llevar “algún objeto de especial valor para el paciente, como cartas o fotos”.

En Extremadura está regulado el acompañamiento tanto en hospitales como en residencias desde el 22 de abril. En los centros de mayores se habilitará una habitación individual para el último adiós, al que solo podrá acudir un familiar y en el que le facilitarán un dispositivo tecnológico para despedirse del resto de seres queridos. En caso de que el paciente se encuentre en un hospital, se contempla que puedan acudir dos familiares.

Extremadura también pauta que este encuentro se extienda entre cuatro y 16 horas, dependiendo de si el paciente tiene COVID o no. Murcia limita esta visita a 15 minutos, aunque de las comunidades citadas es la única que autoriza el contacto físico con el afectado; eso sí, siempre con unas medidas higiénicas muy concretas. “Podrá tocar exclusivamente la mano, que habrá sido lavada con solución hidroalcohólica y portará guante. Una vez completada la despedida deberá entrelazar las manos y no tocarse otras partes del cuerpo ni tocar nada hasta que no se desprenda de los guantes”, detallan en un protocolo publicado el 9 de abril.

Ante el repunte de muertes registradas durante la pandemia, el presidente de DMD reivindica el derecho a “morir dignamente”. Para conseguirlo, el acompañamiento es un factor importante, aunque no el único. También destaca la autonomía que debe tener el paciente para que se respete su voluntad, la necesidad de que se le informe de su diagnóstico y velar por que fallezca sin dolor.

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