La educación en casa se ha generalizado de manera abrupta e involuntaria en toda España en el tercer trimestre de este año debido a la pandemia de la COVID–19. El cierre de los colegios desde el pasado marzo ha obligado a centros y familias a adaptarse a una especie de homeschooling (una práctica conocida también con este término en inglés), pero sin los medios y la preparación necesarias en la inmensa mayoría de los casos.
“El homeschooling obligado ha despertado el interés y una mirada más amable sobre esta opción, aunque veremos cómo se traduce esto en cifras reales”, explica Carlota Sala, presidenta de la Coordinadora Catalana Educar en Familia, que agrupa a unos 400 hogares. Afirma que desde hace alrededor de un mes les están llegando“muchas más consultas” de las habituales sobre aspecto prácticos, logísticos y legales de la educación en casa, en parte por el miedo a los posibles brotes infecciosos a partir de septiembre en los colegios.
En España, la Ley Orgánica de Educación dice que todos los niños y niñas deben estar escolarizados obligatoriamente de los 6 a los 16 años y una sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 determinó que los padres no tienen libertad para elegir para sus hijos una educación ajena al sistema de escolarización.
Aún así, más de 2.000 familias educan a sus hijos en casa en España, invocando el artículo 27.1 de la Constitución Española que reconoce la libertad de enseñanza y garantiza el derecho de los progenitores de que sus hijos reciban una formación que esté de acuerdo con sus propias convicciones.“Somos muchas las familias que objetamos ante el cumplimiento de una ley que nos parece injusta y, en general, se nos está permitiendo hacerlo, si bien es cierto que algunas familias tienen problemas cuando sacan a sus hijos del sistema educativo, o cuando, no habiendo sido escolarizados nunca, tienen algún otro asunto en el que intervienen los Servicios Sociales o simplemente son detectadas por la administración”, explica la Asociación por la Libre Educación (ALE).
De cara al próximo curso, fuentes del Ministerio de Educación explican, en declaraciones a este medio, que no se plantean ninguna regulación sobre enseñanza en el hogar y que trabajan en una vuelta a las aulas en las mejores condiciones de seguridad sanitarias posibles.
“La escuela es insustituible. Es la mejor herramienta contra las desigualdades de origen”, subrayan. Destacan que el cierre de los centros ha puesto de manifiesto precisamente su importancia, y que lo importante no es la brecha digital (en referencia a la ausencia de medios técnicos en muchos hogares para poder seguir educación a distancia) sino la brecha social, que es“mucho más difícil de resolver”.
Los servicios sociales (normalmente en manos de los ayuntamientos) actúan si detectan una situación de absentismo en menores en edad escolar. Se insta a los padres a escolarizar a los hijos, y en caso de que no lo hagan, se envía el caso a fiscalía, explican fuentes de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, según las asociaciones homeschoolers, cuando observan que los niños están bien atendidos y siguiendo una educación en casa, no suele haber una denuncia.
“Saben que existimos, pero no hay persecución, entienden que somos diferentes a los absentistas”, recalca la portavoz de la asociación catalana. En el peor de los casos les obligan a escolarizar al menor tras un proceso por la vía administrativa, aseguran. Pero también ha habido sentencias judiciales. En 2012, por ejemplo, la Audiencia Provincial de Granada dictaminó que el hijo de una pareja de maestros que recibía clases en su casa debía incorporarse a “un centro oficial”. El magistrado aludía en el auto a la jurisprudencia del TC y también a una sentencia reciente en Alicante, que concluyó que la escolarización es obligatoria “aunque el menor no se encuentre en situación de abandono o aislamiento que implique una perturbación dañosa”, como ocurre en la mayoría de estos casos.
Al respecto, fuentes del departamento de Educación de la Generalitat explican que consideran necesario amparar estas situaciones, como pasa en otros países, para no vulnerar el derecho a la educación, como puede ocurrir en algún caso. Aunque la educación se regula por Ley orgánica estatal, las comunidades son las encargadas de la gestión educativa.
La falta de respaldo legal al modelo es un impedimento para Julia, madre de un niño de seis años que en septiembre empezará la educación obligatoria en Madrid, a pesar de que desearía no tener que llevarle al colegio.“Me da miedo que mi hijo se contagie y acabe pegándoselo a mis padres, que viven muy cerca de nosotros. Me gustaría tener la opción de que se quedara en casa y contar con docentes de apoyo, como en otros países”. Pero afirma que no quiere arriesgarse a vivir en una situación de alegalidad, con la posibilidad de que le envíen a casa una inspección.
“Falso homeschooling”
Lo que se ha vivido en los hogares con chicos en edad escolar en los tres últimos meses (familias sin herramientas pedagógicas o materiales y sin espacio ni tiempo para dar clases a sus hijos en condiciones, mientras docentes y centros hacía lo que podían por adaptarse al estado de alarma) tiene poco que ver con lo que propugnan las asociaciones de defensa de la educación fuera de los centros de enseñanza.
Carlota Sala es madre de cuatro hijos de 12, 10, 7 y 2 años a los que educa en casa, junto a su pareja, aunque admite que ella está más implicada.“No es verdad que esto sea solo para clases pudientes. También puedes adaptar tu nivel de vida para poner en el centro la educación de tus hijos”, defiende. Ellos viven en un pequeño pueblo de montaña, en la comarca del Moianès.
No es posible ofrecer una enseñanza en casa sin un adulto atendiendo a los niños, para lo que normalmente es necesario o no trabajar o hacerlo de forma flexible y autónoma. Por eso, una de las críticas a esta práctica se refiere a que solo con un nivel económico alto es posible plantearla, ya que uno de los miembros de la pareja, a menudo las mujeres, probablemente van a tener que dejar de trabajar.
En el caso de Carlota, ella es profesora de yoga e imparte talleres y charlas de educación consciente, mientras su pareja trabaja en proyectos de gestión cultural. Acompañan a los niños para un aprendizaje según competencias: “seguimos sus intereses personales para enseñarles lectoescritura, ciencia, matemáticas básicas...”, relata.
Según su criterio, el homeschooling del confinamiento no ha sido real, porque ha faltado la preparación necesaria para abordarlo.“No hay una única manera de enseñar a los niños, cada familia debe hacer una reflexión sobre si va a dar una enseñanza curricular estricta, clases, con o sin horarios, material…”
El camino que se suele seguir, añade, es acabar matriculando en un centro a los alumnos en cuarto de la ESO para que puedan obtener un título homologado y continuar con estudios universitarios si lo desean. Durante el desarrollo educativo recomiendan apuntar a los menores a actividades extraescolares y comunitarias para integrarse y socializar con otros niños del entorno.
La falta de referentes externos y de contacto con otras realidades diferentes a las de la propia familia se suele citar a menudo como otro de los problemas del homeschooling. “El valor de la socialización, que se relacionen con otros iguales, que conozcan las normas que vienen de la sociedad, no solo de su casa, y figuras de autoridad diferentes a sus padres les abre a mundo, a la realidad”, defiende la maestra de infantil y primaria Sonia García Gómez, secretaria de comunicación del sindicato de profesores de enseñanza pública ANPE.
A su juicio, la educación presencial es “primordial”, sobre todo en las primeras etapas educativas. “El profesorado está cualificado, es especialista y tiene una formación didáctica y pedagógica fundamental para hacer un seguimiento del alumno en su proceso de aprendizaje”, sostiene. Recalca además que lo que más se valora en el currículum educativo ahora son las competencias (en tecnología, desarrollo lógico-matemático...) y éstas se adquieren, sobre todo, a través del trabajo en equipo.
Casi prohibición alemana, flexibilidad estadounidense
Si se observa el panorama internacional, la educación en casa varía entre la casi prohibición en Alemania, cuya Constitución Federal de 1949 establece que “todo el sistema escolar debe estar bajo la supervisión del Estado”, salvo casos en los que la asistencia a la escuela produzca un daño al menor (una novedad reciente), y el sistema estadounidense, uno de los países donde es más habitual, a menudo vinculada a cuestiones religiosas o de conciencia de las comunidades, y donde a veces se practican opciones mixtas en las que se puede asistir solo parcialmente a centros educativos. Esta opción flexible también es posible en Reino Unido.
La profesora de Derecho Civil en la Universidad del País Vasco Madalen Goiria recalca en su blog “La opción de educar en casa” que más de dos docenas de países prohíben la práctica del homeschooling (como Grecia, Lituania, Andorra o Brasil). Otros países lo permiten, aunque su legislación a menudo se acompaña de medidas restrictivas (caso de Alemania; Islandia, donde solo permitido si los padres están titulados como docentes; Luxemburgo, solo legal para primaria, o Países Bajos, solo legal para los padres que objetan el sistema escolar por motivos religiosos).
También, con medidas de control, es legal en Austria (la instrucción debe ser la equivalente a la escuela pública); Bélgica (con evaluaciones a los 8, 10, 12 y 14 años); Canadá (cada provincia y territorio tiene su propia normativa con distintos niveles de regulación); Dinamarca; Finlandia (son obligatorios exámenes orales y escritos para monitorizar el progreso académico); Francia (con inspecciones obligatorias) o Portugal. En total, más de 30 países a los que, por el momento, España no tiene intención de sumarse.