El año pasado nacieron en España 369.000 niños y niñas. Desde que se firmó el Acuerdo de París contra el cambio climático en 2015, han sido 1,5 millones, según el INE. La salud de todos ellos se ve ya deteriorada por la crisis climática: ahora y el resto de sus vidas, según el último inventario científico anual sobre salud y cambio climático Lancet Countdown.
Un mundo recalentado afecta a la salud en una “multitud de maneras interconectadas”, explica el estudio. Las olas de calor y frío, la contaminación exacerbada, los episodios meteorológicos extremos o la expansión de enfermedades infecciosas derivados de la alteración del clima inciden especialmente en los grupos más vulnerables como son los más jóvenes y los más ancianos. Aunque existen diferencias regionales, la crisis climática “siempre afecta más a los componentes más frágiles de nuestro planeta y nuestra sociedad”, subraya a eldiario.es el microbiólogo Jaime Martínez-Urtaza que ha participado en el estudio.
“Un niño que nazca hoy vivirá en un mundo que será 4ºC más cálido que la media de la época preindustrial”, explican los investigadores de 35 centros científicos que han colaborado en el informe. El incremento de la frecuencia, intensidad y duración de los picos de calor es el impacto más inmediato en la salud de las personas.
Picos de calor
Este análisis global explica cómo en grandes áreas como Europa o Japón cada vez más población tiene que afrontar olas de calor. En España, los picos duran ahora el triple que a finales del siglo XX. La media de días con calor especialmente alto ha pasado de 5 a 15 días. También llegan cada vez más temprano. Siete de las nueve olas registradas antes de un 1 de julio fueron a partir de 2001, como ha constatado la Agencia Estatal de Meteorología.
El informe internacional señala que, además de los pequeños, este fenómeno ataca con fuerza a la población mayor de 65 años –y a los trabajadores al aire libre–. Europa en general y el área mediterránea en particular destacan por una mezcla de subida de temperaturas y envejecimiento acelerado de la población.
En este sentido, la investigadora del Instituto de Salud Carlos III, Cristina Linares, explica que en España, la mortalidad por olas de calor ha conseguido frenarse gracias a planes específicos contra los picos cálidos que “se han mostrado efectivos”, pero, advierte, el impacto por frío extremo ha crecido.
Enfermedades y desnutrición
Los niños pequeños son las principales víctimas de dos impactos climáticos cada vez más acelerados: las enfermedades infecciosas y la desnutrición. “Sus cuerpos y sistemas inmunitarios aún están en proceso de desarrollo, por lo que son más susceptibles a enfermedades y contaminantes medioambientales”, explica Nick Watts, director ejecutivo del anuario.
El cambio climático influye en la idoneidad del ambiente para la expansión de enfermedades infecciosas y está reduciendo las cosechas. Los lactantes y niños de corta edad padecen con más virulencia la mala nutrición que, además, hipoteca su salud al deteriorar su desarrollo. “Existe una riesgo real de amenaza en la producción de alimentos y los niños en la primera infancia suelen ser los más propensos a sufrir secuelas permanentes”, insiste el investigador Martínez-Urtaza.
Cada vez más partes del mundo presentan condiciones favorables para que se asienten diversas infecciones. Una tendencia “preocupantemente al alza”. Nueve de los diez años más propicios para la transmisión del dengue se han registrado desde 2001, certifica el documento.
El dengue –como la malaria– es una de las enfermedades tropicales con mayor prevalencia en el mundo. Los niños sufren más las infecciones por estos virus y por los patógenos relacionados con la diarrea, también exacerbados por las nuevas condiciones climáticas.
A pesar de calificarse como tropical, el virus del dengue se extiende por Europa. Muchos países del continente se están convirtiendo en hábitats perfectos para los mosquitos de la familia Aedes que transmiten el virus.
La variedad tigre (Aedes albopictus) se ha establecido en España a lo largo de toda la costa del Mediterráneo de manera que, en 2018, se certificaron los primeros casos de contagio interno de la enfermedad. Las nuevas condiciones climáticas (temperaturas más suaves durante más tiempo en zonas con humedad) favorecen la capacidad del mosquito tigre para transportar e inocular el virus en Malta, Grecia, Italia, Croacia y España. Este mismo insecto es capaz de transmitir el chinkungunya o el zika.
Contaminación agudizada
Contaminación atmosférica y cambio climático tienen un nexo de unión fortísimo: ambos proceden de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas. La polución del aire, excacerbada por el calentamiento global, lesiona los organismos en crecimiento: “En la adolescencia la contaminación perjudica el corazón, los pulmones y todos los demás órganos vitales”. Y, además, los efectos se van acumulando en el tiempo.
Como consecuencia, el informe calcula que, al año, unos 2,9 millones de fallecimientos son atribuibles a las micropartículas PM 2,5 suspendidas en el aire. Uno de sus principales emisores son los motores diésel. La Agencia Europea de Medio Ambiente calcula que en España unas 38.000 personas mueren prematuramente por la contaminación. Sin embargo, hace nueve meses, una investigación a base de un nuevo modelo de cálculo doblaba esas estimaciones. Sin embargo, solo desde 2015, los subsidios para mantener el consumo de combustibles fósiles pasó de 318.000 a 428.000 millones de dólares, afea el Lancet Countdown.
Tal y como está la situación, el cambio climático “determinará la salud de las generaciones presentes y futuras”, vaticinan los investigadores. Martínez-Urtaza remata: “Los daños son persistentes y las consecuencias para la salud pueden durar toda su vida”.