Uno de cada cuatro alumnos reconoce que ha participado en alguna situación de acoso escolar sin saberlo. Estos estudiantes fueron conscientes a posteriori de que su conducta entraba dentro de la categoría del bullying tras pasar por un taller formativo, en el que identificaron sus acciones y lamentaron haberlas realizado.
Esta es una de las conclusiones que aparece en el IV informe La opinión de los estudiantes, que elaboran cada año la Fundación Anar y la Mutua Madrileña, sobre el acoso escolar en los centros educativos españoles, que ha sido publicado este martes.
Dentro de que se trata de un tema que no puede ir bien mientras exista, el panorama general es positivo con cautela, valora Benjamín Ballesteros, director de Programas de la Fundación Anar. “El acoso escolar ha cambiado de forma muy importante. Los datos son alentadores: son mejores, existe una mejoría importante”, sostiene, aunque advierte de que con la pandemia y el confinamiento por el medio el acoso se redujo mucho necesariamente y hay que ver si esa caída, aún hoy presente en las cifras, se sostiene o el repunte que muestra esta edición del informe va a más.
Pero con carácter general hoy hay la mitad de acoso que hace seis cursos, según el alumnado. En 2016, la mitad de los estudiantes aseguraban que en su clase se daban situaciones de bullying; hoy son un 24,4%. La cara negativa de este dato, advierte Ballesteros, es que ha subido respecto al curso anterior, el de la pandemia, cuando cayó al 15,2%.
“Los años siguientes serán decisivos para ver si de verdad esta reducción es así”, apunta el experto. “Pero la gráfica de la evolución es a la baja, aunque ha habido un periodo grande de estabilización 2017-2019 y ahora no sabemos exactamente cuál es el comportamiento. Pero la tendencia es a la baja. Desde 2017 no tenemos esas cifras del 50% de acoso en la percepción del alumnado”, añade.
El informe describe la situación de acoso prototípica según la cuentan los estudiantes: la mayoría de las veces (rondando un 75%) la agresión la realizan varias personas, y la mitad de las ocasiones la víctima es una sola persona (un poco más de esa marca en el caso de los varones, un poco menos en el de las mujeres), un tercio de los casos se prolongan más de un año y predominan los insultos, motes o burlas (se dan un 89,49% de las ocasiones en una tendencia que va al alza), seguidos del aislamiento (41,7%) o la difusión de rumores y los golpes y patadas (un 31% de las veces).
“Hay una mayor conciencia del problema”
Ballesteros cree que “la evolución es positiva porque hay una mayor conciencia del problema”. También ha cambiado mucho en los últimos años, sostiene, la respuesta del sistema. “Están los protocolos de los centros, que ya no se ponen de perfil y entienden que puede haber acoso; además, la gente ya no lo considera un problema de niños y es consciente de que puede tener consecuencias serias”, enumera.
Sin embargo, el informe también detecta en este sentido muchas diferencias en la percepción de la gestión de los casos desde los centros: el alumnado no percibe que esté sucediendo. Mientras seis de cada diez estudiantes creen que su colegio (el acoso es más habitual en edades más tempranas) no ha hecho nada ante un posible caso, más de nueve de cada diez profesores sostienen lo contrario. “Es un problema de comunicación”, sostiene Ballesteros.
Y quizá uno relevante, porque los expertos apuntan que uno de los pasos que debe dar un menor ante un caso de acoso es hablar con un adulto. “Es importante transmitir una serie de mensajes”, explica el responsable de Programas de la Fundación Anar: “Que no es su culpa, que nadie tiene derecho a pegarle, que no debe callarse frente al agresor y buscar apoyo de alguien adulto de su entorno o llamar a la Fundación Anar (900 20 20 10, es gratuito).
El profesorado añade otras cuestiones que pueden hacer las familias con sus hijos: dar buen ejemplo, inculcar y realizar buenos usos de la tecnología y educar en valores a su prole son otras, señala Ballesteros.
Cualquiera puede ser víctima
Porque prácticamente cualquiera puede ser víctima o victimario de acoso escolar, señala el informe a través de las respuestas del alumnado. “Son chicos con altas habilidades sociales, con tendencia a sentirse superiores pero que tiene problemas psicológicos como baja autoestima, miedo al rechazo, poca tolerancia a la frustración y son agresivos”, describe Ballesteros. Pero a la vez, recuerda, hay quien participa sin ser consciente siquiera.
Respecto a los motivos para elegir víctima, el alumnado habla del “aspecto físico” (56,5% de las veces) o “las cosas que dice o hace” (53,6%). “Dicho de otra manera, podemos decir que cualquiera puede ser víctima del acoso si esas son las razones”, apunta Ballesteros.
El informe revela, como demuestra el caso del alumnado acosador sin saberlo y arrepentido de sus acciones, que en la formación está la solución. Ballesteros lo ha visto. “Cuando toman conciencia de lo que es el acoso empiezan a reconocer que han participado de él”. Por eso son tan importantes los talleres. El profesorado corrobora estas impresiones del experto de la Fundación Anar.
“Hablan de tiempo y de formación. Con la pandemia y la reducción de ratios que trajo consigo el profesorado tenía más control sobre la clase. Ahora echan de menos tener tiempo para dedicárselo a la formación. Es absolutamente necesario”, valora Ballesteros.