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La deforestación empeora y emite más CO2 que los aviones y los barcos

Raúl Rejón

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La destrucción de bosques a nivel mundial, lejos de revertirse, empeora. Y, a medida que se destruyen más árboles, la cantidad de CO2 que la devastación forestal emite a la atmósfera crece: en 2023 rozaron los 6.000 millones de toneladas, lo que supera las emisiones de gases de la aviación y la navegación internacionales combinadas.

No es el peor dato histórico, ya que en 2016 se superaron los 8.000 millones de toneladas, pero consolida una tendencia, de nuevo, al alza. A pesar de ello, los planes climáticos de los estados vinculados al Acuerdo de París contra el cambio climático no sirven para anular las emisiones causadas por la deforestación en 2030, según la última evaluación del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicado este lunes.

Entre 2019 y 2023, el promedio de emisiones por la deforestación se ha colocado en 5.600 millones de toneladas de CO2 . “Es más de cuatro veces por encima de las emisiones de los barcos y los aviones juntos”, explica el PNUMA. De hecho, “estas emisiones se han incrementado desde la Declaración de los Bosques Glasgow de 2021 que se comprometía a detener la deforestación [y por tanto este tipo de emisiones] en 2030”, avisa el organismo.

Destruir los bosques desencadena todo una serie de daños: arrasa ecosistemas y maneras de ganarse la vida, pero, además, libera una enorme cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En resumen: la deforestación empeora el cambio climático.

Pero, ni se reduce el nivel de destrucción de bosques –especialmente tropicales– ni se invierte la tendencia de los gases que se añaden a la costra invernadero del planeta, según las revisiones más recientes.

Las emisiones se han incrementado desde la Declaración de los Bosques Glasgow de 2021 que se comprometía a detener la deforestación [y por tanto este tipo de emisiones] en 2030

En 2022 (últimos datos consolidados) se contabilizaron 6,6 millones de hectáreas de deforestación en todo el mundo, según la evaluación de la Declaración de los Bosques de Glasgow –apoyada por 140 estados que cubren el 90% de los bosques del planeta–. Eso supone un incremento del 4% respecto al año anterior.

“Los objetivos sobre reducción de deforestación fallaron en todas las regiones del mundo”, aclara la evaluación. Pero, mientras en Asia tropical sí hubo un descenso (la deforestación allí sumó 1,9 millones de hectáreas), la destrucción en África subió hasta las 800.000 hectáreas y, sobre todo, en Latinoamérica y el Caribe hubo un fuerte repunte hasta los 3,5 millones de hectáreas. “Esta región es la que está más lejos de cumplir sus objetivos, un 35% más allá de lo que debería ser a estas alturas”.

Además, los datos indican que la degradación de los bosques supone una “amenaza significativa” para todas las regiones boscosas al quebrar su integridad y provocar un declive de hasta el 79% de la biodiversidad.

El acuerdo para intentar salvar los bosques para el año 2030 se firmó en noviembre de 2021 durante la Cumbre del Clima de Glasgow. Fue una manera de intentar “refrescar”, como dijeron sus promotores, la conocida Declaración de Nueva York de 2014 que se comprometió a dejar la deforestación en la mitad en 2020. “Ese objetivo no se cumplió”, recuerda ahora el PNUMA de la ONU al exigir que el nuevo compromiso de Glasgow “no puede correr el mismo destino”.

Sin embargo, por el momento, desde la firma de esa declaración, la deforestación ha subido, aunque con el cambio de presidente de Brasil –desde enero de 2023– la destrucción de la Amazonía del país suramericano ha caído más de un 60% respecto al mismo periodo del curso anterior.

Los bosques 'tragan' gran cantidad de carbono

Los bosques proporcionan a los seres humanos toda una gama de servicios ecosistémicos: agua, alimentos o materias primas. A eso se añade que “son cruciales para el clima”, como define la organización Greenpeace, porque destruirlos aumenta las emisiones: “Los bosques y sus suelos almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema terrestre. Si se los hace desaparecer, pasan de almacén a fuente de carbono”.

Al desaparecer los árboles –por ejemplo con los incendios forestales para clarear el terreno y hacer sitio a pastos ganaderos o monocultivos intensivos como la soja– el carbono contenido en los árboles escapa hacia la atmósfera: aumenta la concentración de CO2 en el aire, que ya está en niveles récord. Y ese el mecanismo que recalienta el planeta y distorsiona el clima.

Por eso, impedir ese efecto perverso ha sido siempre uno de los objetivos de la acción contra el cambio climático y el mismo Acuerdo de París de 2015 incluía la necesidad de “reducir las emisiones debidas a la deforestación y la degradación de los bosques”.

Sin embargo, los planes climáticos de los países que han suscrito ese Acuerdo parece que se han olvidado de este punto. Los objetivos para reducir la deforestación remitidos por los 20 países con más emisiones forestales no alcanzan para detener la destrucción de bosques en 2030, ha concluido el PNUMA. “Incluso cuando esos planes incluyen objetivos relacionados con la deforestación, no siempre van acompañados con acciones concretas”, afea la ONU en su documento.