La destrucción masiva de bosques lastra los esfuerzos globales para contener la crisis climática

La destrucción masiva de los bosques del planeta (cuyo ritmo apenas afloja) dificulta mucho alcanzar los objetivos de lucha contra la crisis climática marcados en el Acuerdo de París. La pérdida de 26 millones de hectáreas de bosque el año pasado supuso la emisión de 4,6 gigatoneladas de gases de efecto invernadero. 4.600 millones de toneladas de CO más a la atmósfera.

A base de incendios para abrir campos a la agricultura y la ganadería o talas ilegales para alimentar el tráfico de madera, la destrucción global de bosques es todavía más del doble del objetivo convenido para 2020 en la Declaración de Nueva York de 2014: limitar la deforestación a 10 millones de hectáreas.

“Detener la deforestación es una parte crucial para cumplir los objetivos de mitigación del cambio climático y conseguir mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC”, se explicaba la declaración. “La pérdida de bosques es la segunda causa principal del cambio climático después de la quema de combustible fósiles”, remachan los informes en la FAO. “Más que el sector del transporte”.

El carbono está retenido en los árboles y, al destruirlos, se libera. “Reducir la deforestación y la degradación de los bosques reduce las emisiones de gases de efecto invernadero con un potencial que varía entre las 0,4 y las 5,8 gigatoneladas al año”, calculan los técnicos del Panel de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU. Que, además, añaden que una buena gestión de las masas boscosas ayuda a mantener el carbono almacenado. “Todos los modelos para contener el calentamiento en 1,5ºC implican reducir la deforestación”, rematan.

A pesar de que estas emisiones se han contenido en 2017 y 2018, son muy superiores a las que se contabilizaron hace solo cinco años: en 2014 llegaron a las 3 gigatoneladas. Los bosques de la Unión Europea, por ejemplo, absorben hasta un 10% de la emisiones de gases. España está justo en la media europea. Los científicos calculan que los árboles tienen la capacidad de contener hasta un 25% del CO necesario para limitar el calentamiento de la Tierra a 1,5ºC.

Carne y lujo

Los bosques padecen dos amenazas fundamentales. Ocupan espacio deseado por la industria de la ganadería y la agricultura a gran escala y, por otro lado, están compuestos de una materia prima, mucha veces, de gran valor: la madera exótica.

Hasta un cuarto de la pérdida de bosque tropical hasta el año 2012 estuvo relacionada con destrucciones ilegales. Soja, ternera, aceite de palma o maderas tropicales provenientes de la deforestación ilegal supusieron unas exportaciones de más de 5.400 millones de dólares.

Pero la devastación forestal va más allá de la agricultura. Actualmente, el tráfico ilegal de madera supone entre el 15 y el 30% de todo el comercio mundial de este producto. La Interpol calcula que este contrabando mueve entre 5.000 y 15.000 millones de dólares cada año. Gran parte viene del Amazonas. Allí, Brasil ha perdido 1,62 millones de hectáreas de selva cada año desde 2014. Bolivia, 180.000, Perú otras 140.000 hectáreas anuales.

En el sudeste de Asia, Indonesia destruye de media 610.000 hectáreas de su bosque tropical aunque en 2018 consiguió un récord positivo. Sin embargo, “entre el 40 y el 60% de sus exportaciones son de madera ilegal”, resume la organización policial.

Los informes sobre el terreno de la ONU en Indonesia explican así la compleja cadena de la madera ilegal: “El tráfico ilegal de madera es un delito muy complejo. No solo porque están implicados grupos transnacionales bien relacionados, sino porque también existe un mercado global de productos de madera. Existen pequeños grupos con motosierras que talan tres o cuatro árboles al día. Cientos de estos grupos operando a diario. Luego hay grupos mayores que tienen embarcaciones para arrastrar la madera. Y grupos más grandes que, además, tienen licencias para talar. Pero cuánta madera ilegal se mezcla con madera legal es algo que nadie sabe. Estas grandes corporaciones convierten el terreno en plantaciones de palma”.

El negocio ilegal de la madera no se limita a las selvas tropicales. El bosque boreal del hemisferio norte tiene su parte: en Rusia, un cuarto de sus exportaciones de madera son de árboles talados sin permiso. Aunque la principal causa de desaparición de bosque boreal ruso es el fuego (unos tres millones de hectáreas anuales), “las talas alimentadas por el beneficio económico se han convertido en una importante vía de deforestación”, según lo describía el Programa de estudio del suelo de la NASA.

En la Unión Europea, el mes pasado, dos agentes ambientales en Rumanía murieron en sendos incidentes relacionados con la tala ilegal de los bosques primarios del este de Europa. La situación de expolio de los bosques sacó miles de rumanos a las calles de Bucarest y otras ciudades para protestar por la expansión de las talas ilegales. En 2018, el Tribunal de Justicia Europeo declaró fuera de la ley las talas en el bosque polaco de Bialowieza promovidas por el propio Ejecutivo del país.

Sin embargo, la destrucción forestal en 2019 no parece que haya remitido. En Brasil, solo el pasado julio se perdieron 230.000 hectáreas, según los datos del propio Gobierno brasileño. En 2018 fueron 600. Al mes siguiente fueron otras 170.000. El curso anterior habían desaparecido algo más de 500.

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