La ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant (Gandía, 1980), es consciente de que la investigación en España viene de una situación histórica precaria –“hemos tenido una década perdida para la investigación y la innovación”, señala–, y quizá por eso insiste durante la entrevista en destacar lo bien que se ha desempeñado durante la pandemia. España ha sido el séptimo país en producción científica publicada sobre la COVID, destaca la ministra, con datos por encima de la media. Con las vacunas de momento no ha habido tanta suerte, pero la cosa está enfilada: “Si sale la vacuna española, será mejor que las que hay en el mercado”, augura Morant, que “con prudencia” habla del primer trimestre de 2022 “si todo va bien”.
Pero de momentos concretos no vive la ciencia, y la ministra, que sustituyó a Pedro Duque hace cuatro meses, tiene ahora dos años por delante para tratar de corregir el rumbo de un sector instalado en la precariedad, que expulsa a sus científicos al extranjero y margina a la mujer. Para ello, el Ministerio está revisando la Ley de la Ciencia que creó su antecesor, y que pretende tener lista antes de fin de año. “Mejorar el itinerario científico, la transferencia del conocimiento a las empresas y garantizar la inversión en ciencia continuada en el tiempo” son los aspectos que Morant quiere impulsar, junto a la lucha contra la desigualdad y el acoso en la ciencia. Para ello, plantea medidas de acción positiva en favor de la mujer y va a crear sellos que distingan los organismos públicos de investigación que aplican los protocolos contra el acoso de los que no, que recibirán diferente tratamiento, por ejemplo en la financiación pública que reciban.
La pandemia ha acercado la ciencia a la población general. De hecho, en España uno diría que la ciudadanía valora bien la ciencia y la innovación, pero quizá no se puede decir lo mismo de la política o el sector privado. ¿Cómo se puede cerrar esa brecha?
Los españoles son militantes de la ciencia. Gracias a la producción científica de nuestro país hemos sabido protegernos, hemos fabricado mascarillas en un país que no las fabricaba, respiradores... Participamos a día de hoy, con cuatro empresas, en la producción de las vacunas que nos hemos inoculado, cuando no había empresas que trabajaran en una vacuna humana. La ciencia en España ha tenido una producción sin precedentes, también en pandemia. Ha sido una de las más seguidas a nivel mundial: 15 de cada 100 documentos producidos en España [durante la pandemia] están entre el 10% más citados del mundo y 2 de cada 100 en el 1%. La sociedad nos exige a los poderes públicos que hagamos una apuesta por la ciencia decidida y que los presupuestos no dependan de vaivenes políticos. El objetivo que nos hemos propuesto es alcanzar el 2% [de inversión sobre el PIB] en 2024.
La ciudadanía y los científicos han dado la talla, ¿falta compromiso del sector privado para impulsar la I+D?
El primero que tiene que hacer autocrítica es el sistema público. Hemos tenido una década perdida para la ciencia y la innovación, en la que nuestro país ha dado la espalda a nuestros científicos, seguramente porque la salida de la anterior crisis se dibujó bajo la receta de la austeridad y aquello hacía que las empresas no tuvieran expectativas y por tanto no invirtieran. Nuestros científicos o bien estaban taponados en un sistema que no absorbía o tenían que salir fuera. La ciencia la hacen las personas y tenemos que cuidar a los científicos. Ahí vamos a centrarnos. Y vamos a acompañar a nuestras empresas a que se sumen a esa cultura de la innovación. De hecho, con los fondos Next Generation ya se están moviendo cosas: durante la pandemia los empleos del sector de la investigación y el desarrollo se han comportado mejor que otros sectores y, puntualmente, en agosto, llegó a ser el 2º que más creció.
El pasado lunes aprobaron unas ayudas para la cocapitalidad cultural y científica de Barcelona. ¿Hay instituciones que no tiene sentido que estén en Madrid? ¿Es el principio de este proyecto de sacar organismos de la capital?
El Ministerio de Ciencia tiene presencia en todo el territorio; seguramente seamos de los más descentralizados, porque siempre se ha trabajado de abajo arriba, estudiando las posibilidades de cada territorio y situando los centros de investigación y las estructuras científico-técnicas donde se consideraba que era mejor. Barcelona es la octava ciudad de Europa en producción científica, y Madrid está en el puesto 10. Es la capital científica de nuestro país y tenemos que seguir ayudando a los que son líderes. Pero todas las comunidades, incluso aquellas gobernadas por el PP, nos han trasladado su interés en trabajar con el Gobierno.
Llama la atención esa sintonía con los problemas que ha habido para alcanzar acuerdos en otras áreas. ¿La ciencia queda fuera de la discusión política?
Creo que sí. La ciencia se ha colocado por derecho propio como sector prioritario, y así se ha reconocido en los presupuestos. Los sectores prioritarios de nuestro país son la sanidad, la educación, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y ahora también los científicos. El pacto por la ciencia lo está exigiendo la ciudadanía y tenemos que responder.
¿Confía entonces en el apoyo del PP a ese pacto?
Confiamos en que los gobiernos futuros, que podemos ser nosotros o nuevos gobiernos, se crean la ciencia de verdad. En su momento el PP decidió que la salida de la crisis era otra. Nosotros estamos apostando por una salida distinta. Confío en que ellos van a aprender y van a incorporar la ciencia, de hecho lo están haciendo en sus discursos. Otra cosa es que luego lo hagan en la realidad.
El Ministerio tiene el presupuesto más alto de su historia, en parte por los fondos europeos. ¿Cómo se puede garantizar que esa inversión continúe cuando esos fondos extraordinarios se acaben?
Los fondos de recuperación y resiliencia no nos permiten sufragar nada que ya existiera. Ese dinero va a ir a otras cosas, como un plan de choque para incrementar las líneas de investigación, mejorar los equipamientos de nuestros centros, atraer o retener los mejores científicos y que trabajen con la tecnología más puntera. Con todo esto creemos que vamos a cambiar el ecosistema científico-técnico de nuestro país. Paralelamente, trabajamos para garantizar que esa inversión sea estable en el tiempo. Sobre todo tenemos que animar a la empresa privada. En Alemania, el 70% de inversión en I+D+i lo hace la empresa privada. Aquí todavía estamos en un 50%-50%.
Tener un presupuesto muy alto es positivo, pero si se viene ejecutando a un 50%...
Si miramos hacia atrás, había poco presupuesto, poco personal y la tasa de reposición era cero. Ahora es del 120%, lo que quiere decir que por cada diez jubilaciones entran 12 personas nuevas. Pero en septiembre nos situamos en un 75% del nivel de ejecución del presupuesto de recuperación.
La carrera investigadora es precaria, desde su inicio con los contratos predoctorales por unos mil euros, que además exigen exclusividad, hasta la incertidumbre que viene después ante el fin de los contratos, siempre sin saber si habrá otro después. ¿Tiene medidas concretas para mejorar esta situación?
La Ley de la Ciencia tiene como objetivo dibujar una carrera científica estable, que dé certezas y seguridad. Una carrera más estable y mejor retribuida. Después de las ayudas predoctorales nuestro país ofrece distintas fórmulas y programas inconexos entre sí, y esto es lo que tiene que arreglar la ley. Estamos dándole una vuelta al primer texto e incorporando muchas sugerencias que hemos recibido del sistema científico. Por lo pronto, este año hemos sacado un 80% más de programas doctorales Juan de la Cierva con un 21% más de retribución, y están previstos 2.500 contratos doctorales para los próximos tres años.
Hablando de carreras investigadores y jóvenes. ¿Qué dice de la ciencia española que la mayoría de los proyectos de vacunas contra el coronavirus estén a cargo de científicos que ya han pasado su edad de jubilación?
No ha sido el Gobierno quien ha elegido los equipos de científicos. Son criterios de autoorganización, no es que no tengamos científicos jóvenes capaces de tener líneas de investigación. La ciencia tiene autonomía; ha habido 12 proyectos en torno a las vacunas y hay unos cuantos en una posición importante y que nos pueden dar esperanza, siempre desde la prudencia. Sobre todo el de Hipra, que presenta ventajas frente a las vacunas conocidas. Por ejemplo, que no necesita ser congelada o que ha incorporado ya las variantes, además de que es una vacuna de proteína, lo que da mucha seguridad. Si sale esta vacuna española será mejor que las que hay en el mercado.
El horizonte para su comercialización era 2022 en principio. ¿Lo mantienen?
El horizonte que marcó la empresa se está cumpliendo. Están rematando el ensayo, presentado resultados a la Agencia Española del medicamento (AEMPS), que tendrá que decidir si hay indicios de seguridad. Las noticias que nos llegan es que los ensayos han ido muy bien. Hace unas semanas el Ministerio dio unas ayudas de 17 millones de euros para las siguientes fases y si todo va bien Hipra habla de que en el primer trimestre de 2022 podrán comercializarla.
¿Qué pasó con la vacuna del equipo del doctor Luis Enjuanes? Era muy prometedora en sus inicios, pero de repente se quedó parada.
Sigue en investigación. En laboratorio presenta muy buenos resultados, el problema es que les está resultando difícil encontrar encapsulado, la manera en que se produciría la vacuna y la logística por la que la haríamos llegar a las personas. Uno de los retos de la vacuna no es solo descubrir la fórmula, sino cómo hacerla llegar a la población. Si todos pasáramos por el laboratorio para recibirla, la vacuna de Enjuanes ya sería una realidad, posiblemente.
La Ley de Ciencia tiene apenas diez años, poco tiempo para una gran ley. ¿Qué le falla que les ha llevado a actualizarla?
La actual fue una muy buena Ley de Ciencia que se vio truncada, entre otras cosas porque con el cambio de Gobierno el PP no la desarrolló. Por eso hablábamos de la importancia del Pacto por la Ciencia, para que las leyes no queden en saco roto por un cambio de gobierno. Lo que queremos mejorar de la ley anterior es el itinerario científico, la transferencia del conocimiento a las empresas y garantizar esa inversión en ciencia continuada en el tiempo para que el sector empresarial utilice también la ciencia como motor de innovación.
Anunciaron hace unos días que incorporarían a la ley medidas para garantizar la igualdad de género. ¿En qué están pensando específicamente? ¿Alguna medida de acción positiva, como ha hecho su colega Manuel Castells en la de Universidades?
En España las mujeres en los estudios superiores estamos un poco por encima del 50% respecto a los hombres. En la carrera investigadora hablamos de un 47% de mujeres al inicio. Pero a lo largo de la carrera va decayendo el número de mujeres en los puestos de profesor titular o de líderes de proyectos de investigación, donde bajamos a un veintipocos por ciento, y si hablamos de puestos de dirección como rectoras bajamos más todavía. En el sector empresarial, la cifra de start-ups lideradas por mujeres es dolorosísima, son un 6%. Las mujeres no están viendo reconocido de manera igual su trabajo que el de los hombres. Tenemos que garantizar que los planes de igualdad se cumplen. Más del 90% de las universidades ya tienen planes de igualdad aprobados, y más del 70% de los organismos de investigación públicos también; tenemos que garantizar que en todos los lugares donde se investiga haya planes de igualdad y que se cumplan.
¿Y el acoso? En un ambiente de líderes masculinos es muy propicio que se den estas situaciones. Acaba de salir un libro de Ángela Bernardo, 'MeToo en la Ciencia Española', que recoge testimonios de investigadoras que lo han padecido. ¿Qué medidas concretas se pueden tomar?
Tolerancia cero y medidas contundentes para que no se produzca. Lo primero que debe hacer el ministerio es poner ciencia y rigor en lo que ocurre, tenemos que estudiarlo y hacer una fotografía, porque las cosas que se invisibilizan no se trabajan ni corrigen.
¿Se está estudiando ya la situación?
Tenemos una unidad de Mujer y Ciencia que está coordinando los centros de investigación para ver cómo lo estamos haciendo. Estamos trabajando en un distintivo de igualdad para los centros de investigación, de manera que los que estén distinguidos tendrán unas políticas distintas frente al ministerio que los que no. Nosotros, que sacamos convocatorias públicas y financiamos los centros, actuaremos de manera distinta con los que tienen el sello que con los que no, no sabemos si serán políticas de estímulo o lo contrario, estamos debatiendo. También hay que trabajar para que las mujeres, con acción positiva porque partimos de una situación de desigualdad, tengan oportunidades para poder desarrollar sus carreras científicas en igualdad de condiciones.
¿Saben cuántos centros tienen protocolos contra el acoso?
Los protocolos existen, porque lo marca la ley. Otra cosa es si tenemos la capacidad de que las mujeres acaben denunciando, que sus denuncias no acaben siendo filtradas o arrinconadas porque en realidad lo que falla es la estructura que tiene que hacer valer estos protocolos contra el acoso. Vamos a revisar si estos planes funcionan o no. Vamos a dotar de la cercanía necesaria para que las mujeres tengan en el Ministerio de Ciencia un canal directo. Si no me están haciendo caso en el centro porque algo está fallando, tengo que hacérselo saber a quienes tienen que fiscalizar estos protocolos: tenemos que generar esos canales directos de denuncia.
En 2018 el Ministerio anunció un plan para combatir las pseudoterapias, pero con la pandemia se quedó en el aire. ¿Tienen intención de recuperarlo?
Tenemos que combatir las pseudociencias y el negacionismo, pero claramente la batalla la ha ganado la ciencia en la pandemia. La divulgación y que hiciéramos llegar el conocimiento a la ciudadanía ha sido suficiente para que la gente entendiera dónde estaba la verdad y que en sus decisiones directas e individuales del día a día en nuestros hogares sepamos qué tenemos que hacer para cambiar el mundo. El mundo lo cambiaremos desde lo local, desde nuestros hogares y lo que hay que hacer es acercar la ciencia a la ciudadanía.
¿Pero tienen intención de prohibir estas pseudoterapias en los hospitales, como se pensó inicialmente, o no?
Todo aquel tratamiento terapéutico que no ha sido aprobado por la agencia reguladora no se puede aplicar en los hospitales. Lo que pasa es que de repente hemos visto que la justicia ha obligado al personal sanitario a aplicar estos tratamientos en algunos hospitales públicos. Esto es una disfunción ya con las leyes actuales. Lo que no se entiende es por qué algunos jueces están interpretando que eso se puede aplicar, cuando está fuera de la legislación.
De repente hemos visto que la Justicia ha obligado al personal sanitario a aplicar estos tratamientos [de pseudoterapias] en algunos hospitales públicos
Habla de cambiar el mundo desde lo local, desde los hogares. Pero ahora mismo en la COP26 vemos certezas científicas evidentes pero sin grandes compromisos políticos. ¿Cree que se le puede pedir a la gente que cambie su forma de vida en las pequeñas cosas cuando los políticos no están haciendo los mismos esfuerzos?
Tiene que haber un compromiso político. La política tiene la obligación de guiar a la ciudadanía, no puede estar continuamente riñendo a los ciudadanos y diciéndoles qué no tienen que hacer; uno no puede guiar ni ser referente si no es el primero que cumple. El plan de recuperación y resiliencia ha situado como objetivos, para hacerlo ya y no en la próxima década, encontrar las tecnologías nuevas para que la ciencia nos guíe en los cambios que tenemos que hacer, en los sectores productivos, en nuestra forma de vida para que el planeta deje de sufrir por la acción humana. En la transformación, reindustrialización, no tiene por qué quedarse ningún sector productivo tradicional atrás ni ninguna persona sentir la amenaza de que se va a quedar atrás y ser reemplazada por un algoritmo.
Dice que los políticos no pueden estar riñendo a la gente todo el rato, no sé si cree que por ejemplo con la polémica dentro del Ejecutivo sobre consumir menos carne se ha comunicado mal un mensaje que tiene mucho respaldo científico.
A veces seguramente somos torpes trasladando a la sociedad la magnífica relación que existe en el seno del Gobierno, con objetivos claramente comunes. Pero anecdóticamente queda la frase, seguramente achacable a los errores que cada uno comete a la hora de comunicar, pero todos compartimos los objetivos y el Gobierno está claramente alineado.
Vídeo: Alejandro Navarro y Judith Florit