Dos chicas piden matricularse fuera de plazo en un centro educativo de Cáceres que les ha recomendado la Consejería de Educación, porque en él aún hay plazas. Pero cuando acuden para formalizar la matrícula se les comunica que las aulas están masificadas. Las personas que las acompañan presencian una llamada de la empleada administrativa en la que se pone de manifiesto que tal masificación no existe. De hecho, escuchan cómo le dice al responsable del centro: “Yo estas historias ya me las sé y vuestra obligación es matricularlas”. Las menores son de etnia gitana. Y esa es la razón del rechazo, según la Fundación Secretariado Gitano (FSG). Se discrimina a estas alumnas en base a prejuicios étnicos.
Esta es una de las situaciones de discriminación que describe la FSG en su último informe anual Discriminación y Comunidad Gitana. El estudio, que documenta 151 casos, evidencia que el antigitanismo en las aulas ha aumentado seis puntos, pasando del 9% en 2012 al 15% del total de hechos discriminatorios registrados en 2013.
El porcentaje ha ido aumentando desde 2011, cuando las situaciones de marginación en el ámbito educativo representaban el 8% del total.“Ha sido un aumento progresivo”, afirma Sara Giménez, directora del Departamento de Igualdad y no Discriminación de la FSG. Sin embargo, de 2003 a 2013 –el periodo que analiza el informe– la escuela no era uno de los cuatro ámbitos en los que más se registraba discriminación hacia gitanos y gitanas. Es en los últimos años cuando se ha intensificado.
Menos apoyo, más rechazo
El último informe FOESSA, presentado en octubre de 2014, avisaba de que los procesos de exclusión social a la comunidad gitana se han incrementado desde el inicio de la crisis económica. En concreto, la exclusión educativa “se ha duplicado en los últimos años (del 18,2% en 2007 al 36,7% en 2013) precisamente cuando en el resto de la población la evolución ha ido en sentido contrario (del 10,2% en 2007 ha bajado al 7,7% en 2013)”.
La FSG denuncia que la crisis económica afecta a los grupos y personas que ya estaban en situación de vulnerabilidad “con más dureza, durante más tiempo y con efectos más nocivos y duraderos”. “Ya ha pasado factura la reducción del número de profesores de apoyo”, apunta Rafael Feito, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Los recortes se han cebado con la educación compensatoria, lo que se traduce en la disminución o desaparición de programas destinados a atender al alumnado con mayores dificultades, de los servicios de refuerzo y atención a la diversidad, que se suma al aumento del ratio de alumnos por aula y en la reducción de las plantillas, que según CSIF cuentan con 25.000 docentes menos desde 2010.
Según Luis Nogués, profesor de Trabajo Social en la Universidad Complutense de Madrid y extrabajador del Instituto de Realojamiento e Integración Social, “este tipo de elementos son factores fundamentales que explican la mayor discriminación y exclusión de la comunidad gitana, y del resto de sectores vulnerables, en el sector educativo”. Considera también que “la crisis económica podría haber aumentado el racismo social, ya que la gente comienza a ver al resto como competidores por recursos escasos”.
Nogués apunta, además, a otro factor y sostiene que en los últimos años se viene produciendo una concentración del alumnado con dificultades en determinados colegios públicos y barrios específicos debido “al trasvase de muchos niños y niñas a la escuela privada y concertada causado por la decadencia de la educación pública”. En su opinión, “esto construye escuelas opuestas a la multiculturalidad y la diversidad”.
La imagen social negativa
El último Eurobarómetro sobre la Discriminación de la Comisión Europea, realizado en 2012, ponía de manifiesto que un 55% de las personas encuestadas en España se sentirían incómodas o bastante incómodas si sus hijos e hijas fueran a la escuela con compañeros y compañeras gitanas. En el total de la Unión Europea el porcentaje asciende al 62%.
La principal causa de este rechazo es la imagen social negativa, es decir, “asociar a los gitanos con prejuicios generalizados que no se corresponden con su realidad heterogénea”, según la FSG. La Guía Dosta! para combatir los estereotipos sobre la comunidad gitana, perteneciente a una campaña realizada por la Comisión Europea, destaca que uno de los prejuicios más repetidos es que “la comunidad gitana no valora la educación” y sostiene que “algunos docentes y profesores consideran que aceptar estudiantes gitanos mina la reputación de su prestigiosa institución”.
Luis Nogués considera que la solución es “revertir los recortes y apostar por la educación pública y universal”. No obstante, los casos documentados son solo una muestra de la realidad, pues, según el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica, casi el 96% de las víctimas no denuncian. Según Sara Giménez, “la falta de denuncias por discriminación evidencia la desinformación, la desconfianza y el miedo de las víctimas”.
La FSG llama la atención sobre la necesidad de que los dirigentes políticos asuman el “rol que desempeñan en defensa del derecho fundamental a la igualdad”. “La aplicación de la legislación relativa a la lucha contra la discriminación es una tarea pendiente en España”, concluye Giménez.