“Hacía al menos veinte años, probablemente desde la discusión sobre las raíces morales del nacionalismo, que no estábamos tan divididos”. Un obispo, miembro de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, pone voz a una realidad, reflexiona sobre la situación actual en el episcopado español, agudizada por la reacción ante el 'informe Gabilondo' y, ahora, por el impacto de la futura ley de amnistía y la investidura de Pedro Sánchez.
Aunque oficialmente la Conferencia Episcopal no tiene nada que decir –de momento– sobre este tema. “Hasta la plenaria (la asamblea de los obispos, que se reunirá del 20 al 24 de noviembre) no está prevista” una declaración acerca de la amnistía o de peticiones al nuevo Gobierno. Lo cierto es que los obispos españoles están fracturados en dos mitades, en una división que previsiblemente se mantendrá al menos hasta las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal, previstas para marzo, y en la que ya asoman dos nombres, símbolo de estos dos bloques. Del lado de los conservadores, el arzobispo de Valladolid y, hasta hace un año, secretario general de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello; del otro, el actual cardenal de Madrid, José Cobo.
Las elecciones, también en la Iglesia
Los obispos no se han pronunciado sobre las protestas que desde hace casi una semana se producen a diario en las calles de Madrid, y donde se ha llegado a insultar al Papa Francisco o a proclamar que “España es cristiana, no musulmana” frente a la sede del PSOE. El único que lo ha hecho, y no de manera directa, ha sido el actual presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Omella, quien en sus redes sociales afirmó: “La defensa de cualquier causa solo puede hacerse desde un comportamiento ejemplar”.
Del mismo modo, el cardenal Cobo recalcaba este jueves, durante la misa en la fiesta de La Almudena, que “la convivencia es la capacidad de salir de nuestro espacio para entrar en otro donde aprendemos a asumir diferencias, y hasta conflictos, sin convertirlos en motivo para la destrucción del otro. Sin demonizar al rival”.
Mientras en un lado se apela a bajar la intensidad de la polarización y el enfrentamiento, del otro se agitan las banderas de la oposición al Gobierno.
Algunos obispos incluso se han saltado el pacto no escrito en el seno de la CEE para no hablar de la amnistía, al menos hasta que hubiera Gobierno o se hubiera presentado el proyecto de ley. Así, el propio Argüello, apoyado por una decena de obispos netamente conservadores (los más conocidos, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, o el obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla), calificaba la amnistía como una medida que “amenaza la convivencia a la que dice servir”.
Mucho más duros fueron el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, que acusaba al Gobierno de “vender lo ajeno por un plato de lentejas para seguir en el poder”; o el siempre presente José Ignacio Munilla: “Es especialmente doloroso que se pretenda tomar por tonta a una nación”, señaló. Los obispos de Huelva o, más recientemente, de Segorbe-Castellón, también han criticado la medida, aun sin haberse siquiera presentado la medida.
En la pasada Comisión Permanente, el portavoz de la Conferencia Episcopal, César García Magán, hizo unas declaraciones que posteriormente fueron matizadas por una nota, en las que subrayaba: “No estamos ante una situación excepcional”. Los obispos catalanes, esa misma tarde, replicaban a la CEE: “Debemos mantener una neutralidad edificante y respetuosa”. Una postura, que por otro lado, era la acordada y la que también han mantenido los prelados vascos o gallegos, a la espera de la conformación de un nuevo Gobierno, que se prevé para la semana próxima, días antes de la Plenaria.
Una Plenaria, por cierto, en la que los obispos esperan conocer, al fin, los resultados de la auditoría encargada a Cremades, y donde se prepararán para acudir a la cita a la que les ha convocado el Papa Francisco el próximo 28 de noviembre, y en la que, previsiblemente, se produzca una intervención de los seminarios españoles. Un encuentro al que los obispos llegan con temor, pues que el Papa llame a capítulo a un episcopado en su conjunto es algo notablemente anómalo. En los últimos años, solo se ha producido en dos ocasiones, y en las dos para que Bergoglio les leyera la cartilla a los obispos chilenos y franceses por su fracasada gestión de la pederastia clerical.
Toda la información en www.religiondigital.org