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La eficacia de cerrar escuelas para frenar algo tan nuevo como el coronavirus aún despierta debate científico

Qué colegio elijo, ¿público, privado o concertado?

Esther Samper

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El súbito aumento de casos de COVID-19 en el centro-norte de España durante los últimos días ha cambiado drásticamente la forma de abordar la epidemia. Entre las múltiples acciones difundidas por las autoridades políticas el pasado lunes, se anunció el cierre durante 14 días de guarderías, colegios, institutos, universidades y otros centros educativos tanto en la Comunidad de Madrid como en La Rioja, que se sumaban a Vitoria y Labastida (Álava). A partir de entonces se han sumado el resto de comunidades autónomas, estableciendo un cierre generalizado de los centros educativos. El Ministerio de Sanidad ha aconsejado también el teletrabajo, siempre que sea posible, y ha informado sobre la creación de una prestación para que los padres sin opción de teletrabajo puedan cuidar a sus hijos.

Esta decisión de cerrar centros educativos se había descartado varios días antes por el Ministerio de Sanidad, debido al reducido número de casos confirmados en aquellas fechas. Según declaraciones pasadas de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, se evitó el cierre completo de colegios en aquel momento porque “No reduciría de manera significativa los contagios en la sociedad en general” y que, paradójicamente, “podría incrementarlo”.

La decisión que se ha tomado finalmente en España sobre los centros educativos no es, ni mucho menos, excepcional. Más de una decena de países han cerrado centros educativos en regiones concretas para contener al nuevo coronavirus, como ha sido el caso de Alemania, Francia o Estados Unidos. Otros Estados han ido más allá y han cerrado todos los centros en sus territorios como Italia, Japón, Irán o Dinamarca.

Supercontagiadores

El cierre de escuelas por una epidemia tampoco es algo inédito en España. Aunque ya casi nadie lo recuerde, la gripe española de 1918 también obligó al cierre de escuelas a lo largo del país. De hecho, esta es una de las medidas epidemiológicas que las autoridades sanitarias suelen contemplar para evitar contagios cuando las enfermedades infecciosas se extienden mucho más allá de lo habitual.

Hay dos razones principales que lo explican: por un lado, los niños suelen ser supercontagiadores de múltiples microorganismos, especialmente de virus respiratorios como los de la gripe. Por otro lado, la densidad de personas por metro cuadrado es muy elevada en las escuelas. El contacto entre los niños suele ser muy estrecho y eso favorece aún más el contagio entre ellos.

Aunque el cierre de centros escolares haya demostrado eficacia en limitar ciertas epidemias de gripe y otras enfermedades, es importante destacar que la gripe posee características muy diferentes de la COVID-19. Un detalle crítico en este asunto es que el nuevo coronavirus, a diferencia de los múltiples virus de la gripe, afecta muy raramente a niños. Solo el 1% de todos los casos confirmados en China se dieron en niños menores de 9 años y no se registró ningún fallecimiento en este grupo.

Además, cuando se detecta el virus SARS-CoV-2 en los niños, muchos de ellos no muestran síntomas o estos son muy leves. Los virus de la gripe, por el contrario, suelen afectar con mucha frecuencia a niños que muestran síntomas claros y lo transmiten con facilidad. Además, en raras ocasiones, estos virus pueden provocar graves enfermedades y muertes entre los infantes.

Falta de estudios

Este comportamiento peculiar del coronavirus en los niños y la evidente (por ser una enfermedad recién llegada) falta de estudios sobre la eficacia de cerrar centros educativos para contener al COVID-19 ha llevado a un controvertido debate entre expertos sobre la idoneidad de cerrar escuelas.

Investigadores especializados en Salud Pública publicaron el pasado 9 de marzo en la revista médica The Lancet un análisis sobre cómo las medidas de mitigación en cada país podrían influenciar el curso de la epidemia de COVID-19. En dicho documento destacaba el siguiente párrafo: “Es improbable que el cierre de escuelas, un pilar importante en la respuesta a la pandemia de la gripe A, sea efectivo dada la aparente baja tasa de infección entre los niños, aunque los datos son escasos”.

Bruce Aylward, líder del equipo de la OMS que estuvo en China, declaró lo siguiente el 4 de marzo a los medios de comunicación: “He preguntado a docenas de médicos: ¿Has observado una cadena de transmisión donde los niños sean el caso índice (paciente cero)? La respuesta era no”. Al preguntarle sobre si era entonces inútil cerrar las escuelas, Aylward afirmaba que no, pero que seguía siendo una incógnita: “Si una enfermedad es peligrosa y ves brotes, tienes que cerrar las escuelas. Sabemos que eso causa problemas, porque en cuanto mandas a los niños a casa, la mitad de tu fuerza de trabajo tiene que quedarse en casa cuidándolos. Pero no te arriesgas con los niños”.

Al otro lado, Jennifer Nuzzo, epidemióloga y profesora de la Escuela de Salud Pública del Johns Hopkins Intitute ha criticado con dureza la medida de cerrar las escuelas para combatir al coronavirus. Nuzzo explica que los cierres podrían causar más daño que beneficio, ya que hay poca evidencia científica de que los niños sean una fuente importante de transmisión: “Sin embargo, las autoridades del gobierno podrían sentir la presión de cerrar las escuelas. Para una verdadera efectividad, las escuelas tendrían que cerrarse antes de que un 1% de la población estuviera infectada y tendrían que permanecer cerradas hasta que la epidemia hubiera terminado, lo que podría suponer meses. Los niños no podrían reunirse en otros entornos, lo que sería muy difícil de forzar”.

¿Contraproducente?

Nuzzo menciona algunas de las razones por las que el cierre de escuelas podría ser contraproducente, pero existen otras muchas. Si los progenitores no pueden encargarse de los niños, por no tener la posibilidad de teletrabajar, podrían encargar esta tarea a los abuelos, que son precisamente las personas que están en mayor riesgo por el coronavirus.

Otra razón de peso por la que esta controvertida medida podría ser más perjudicial que dañina es que los niños, una vez con las clases suspendidas, podrían aprovechar para reunirse con la familia y los amigos en restaurantes, cines, centros comerciales... Este comportamiento no bloquearía los contagios, los transferiría del ámbito escolar a otro mucho más difuso. Aunque las autoridades sanitarias y políticas tomen medidas pensando en el beneficio de la población, la responsabilidad de cada uno de sus miembros a la hora de actuar a partir de medidas es también clave para el éxito de la contención de la epidemia.

Con los datos científicos en la mano, no sabemos realmente si cerrar los colegios servirá para frenar al COVID-19 o no. Lo único claro en este asunto es que, si no se actúa con civismo ni responsabilidad, la probabilidad de que esta drástica acción ayude a limitar la epidemia será mucho menor.

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