La presidenta de los epidemiólogos de España considera que todavía no es momento de deshacernos de la mascarilla en espacios interiores. Elena Vanessa Martínez atiende a elDiario.es unas horas después de que el PSOE pactara una moción con Ciudadanos que pide al Gobierno retirar el cubrebocas “en línea con la evidencia científica” en medio de una tensión creciente para quitarlas y de un ambiente social de expectativa ante los mensajes enviados por el Gobierno de que sucederá pronto.
Sin embargo, Martínez se muestra partidaria de esperar al menos tres semanas, si no más, para medir el efecto que puede tener el paso más atrevido en la gestión reciente de la pandemia: el fin de los aislamientos obligatorios. La medida lleva en vigor solo una semana y, a su juicio, debía haberse respaldado con una mejor comunicación por parte de las comunidades autónomas y del Ministerio de Sanidad para evitar dos riesgos: que se perciba que hay barra libre a partir de ahora y que la gente piense erróneamente que la pandemia ha terminado. “Solo una vez vi la luz y llegó ómicron. Todavía queda”, asegura.
España ha adelantado a muchos países del entorno con el final de los aislamientos, ¿es una medida aceptable a nivel de salud pública?
No es tanto que esté bien o mal desde el punto de vista de salud pública, sino que nuestro objetivo es intentar ver cuáles son las medidas más eficientes para controlar la enfermedad grave. Con ómicron, hemos visto que no es posible parar la circulación. Hay que intentar sopesar. La epidemiología de la enfermedad ha cambiado mucho. El estado de la inmunidad es diferente: no solo por el porcentaje alto de vacunación, sino que ha infectado a una gran cantidad de gente, lo cual ha podido haber hecho un efecto booster en los vacunados y proteger a los que no se inmunizaron. Por otro lado, sabemos que la variante es menos grave. Con estos dos factores estamos en un escenario diferente a cuando empezó la pandemia. En la sexta ola se saturaron los centros de salud, los servicios de salud pública no eran capaces de encuestar por lo que el seguimiento de contactos se ha perdido... Con la entrada de los autotest ya no estamos viendo todos los casos. Así que si focalizamos sobre aquellos que pueden tener una enfermedad grave, hacemos todo lo que sea necesario con esta población.
La idea de la estrategia no es mala. Evidentemente da un poco de vértigo y se tendría que haber valorado mejor si se cumplían o no las condiciones para cambiar, para dar el salto.
¿Ha sido precipitado?
Todas nuestras actuaciones tienen que estar basadas en datos y por lo menos no se ha visto si se cumplían los indicadores que establecía la propia estrategia para hacer este cambio, que son puramente datos de ocupación hospitalaria. A grandes rasgos parece que estamos disminuyendo, pero se tenía que haber hecho un análisis y, si hubiera sido así, mostrarlo.
Cuando uno está enfermo debe intentar limitar las relaciones sociales en general y sobre todo el contacto con vulnerables, sea gripe o COVID-19
La nueva estrategia insiste en que es una recomendación aislarse, no ver a mucha gente, no ir a eventos multitudinarios, no contactar con vulnerables… ¿si no se lee la letra pequeña se puede interpretar como una barra libre? ¿Hay este riesgo?
Sí. En estas cosas de salud pública es difícil la comunicación. No es una letra pequeña, sino una letra grande. Es una recomendación, en la COVID-19 y en la gripe. No es cuestión de alarmar sino de que seamos conscientes de que cuando uno está enfermo debe intentar limitar las relaciones sociales en general y sobre todo el contacto con vulnerables.
Una cosa que faltaría es que lo que recomienda la estrategia, por ejemplo el teletrabajo, se facilite desde otras administraciones. En algunos empleos no es posible trabajar en casa y debemos favorecer mecanismos que no sean ahora puntuales solamente para hacer más real y efectivo que puedas quedarte tres días en casa sin necesidad de baja.
En general, no es fácil comparar con otros países. Aquí el paso sobre los aislamientos se ha dado antes, pero en otros países se da una cosa que en España no funcionaba y debemos intentar instaurar: las personas con infección tienen que quedarse casa y limitar sus actividades sociales.
Hablando de riesgos, ¿se puede percibir que estamos ante el fin de la pandemia? ¿Lo estamos realmente?
Es un riesgo y es una competencia de todos los que trabajamos en esto insistir en que la pandemia no ha terminado. El problema es que dé una sensación a la población de que ha finalizado: sigue habiendo enfermedad grave y sigue habiendo una transmisión muy alta.
Los cambios que promueve la estrategia afectan al día a día de la gente. Sin embargo, no ha habido campañas de comunicación institucional ni comparecencias o ruedas de prensa del Ministerio. Es decir, no se ha enviado un mensaje claro a la población de: quédese en casa si puede. ¿Cómo lo valora?
Esto es un problema de todas las administraciones porque la estrategia ha sido aprobada por todas las comunidades junto al Ministerio. Habría sido mucho mejor, deseable, de hecho aún estamos a tiempo, que se hubiera dado una comunicación clara para que la gente sepa en qué momento nos encontramos y aclarar las dudas que puedan surgir. Campañas institucionales, encuentros con la prensa...
Aún estamos a tiempo de dar una comunicación clara para que la gente sepa en qué momento nos encontramos y aclarar las dudas que puedan surgir
Los detractores de la estrategia consideran que dejar de contar todos los casos va a hacer difícil medir en qué momento estamos de la pandemia. ¿El sistema transitorio diseñado sirve para ver las tendencias y actuar?
Los hospitalizados se van a recoger todos y solo con ese dato podemos tener una idea de si por grupos de edad, por ejemplo, algo está cambiando. Es decir, en el momento en que una persona acuda al hospital con infección respiratoria lo vamos a detectar, aunque con un poco de decalaje respecto a la infección. También vamos a tener información de todos los fallecidos y de toda la población vulnerable.
Además, el sistema centinela está en marcha con la vigilancia conjunta de las infecciones respiratorias agudas (IRA). Con estos datos -que se toman de muestras representativas de centros de salud en todo el territorio- podemos ver la evolución y detectar aumentos, aunque no sepamos que son específicamente por COVID-19. Es una extracción medio automática y no es un trabajo extra para atención primaria. Tenemos herramientas para ser capaces de actuar y a tiempo.
Por otro lado, se está definiendo en qué punto debemos dar un paso atrás con la estrategia. Habrá que ver si volvemos a una estrategia más exhaustiva si detectamos que la incidencia de IRAs sobrepasa algún nivel. No es que dejemos de contabilizar todos los casos, sino que de facto ya en la última ola no lo estábamos haciendo. Sabíamos que no teníamos todo, pero no cuál era la proporción de lo que nos faltaba.
Es una competencia de todos los que trabajamos en esto insistir en que la pandemia no ha terminado
¿La nueva estrategia permite proteger a los vulnerables?
Es complejo cuando hay un grado de transmisión asegurarnos de que protegemos a vulnerables. Aquí cobra mucha importancia que la gente limite los contactos. Es un posible riesgo pero por lo que conocemos creo que podría controlarse si somos responsables.
¿Cuánto nos queda con la mascarilla en interiores?
Ahora mismo y más poniendo en marcha una nueva estrategia, con los riesgos que acabamos de comentar, no es el momento. Es posible en un futuro no muy lejano, pero hay que situarse en cada momento y en cada circunstancia. Si pones en marcha varias cosas a la vez, no vas a saber si los efectos que tenga son porque no obligas a aislarse o porque has quitado la mascarilla. Una distancia nos puede permitir evaluar.
¿Cuánto tiempo habría que esperar para ver el efecto del final de los aislamientos obligatorios?
Ponernos tiempos es lo peor que nos ha pasado porque pones expectativas. La experiencia es que suelen necesitarse tres semanas para ver los efectos de una medida. Eso unido a que llega Semana Santa y no creo que sea la mejor idea eliminar el uso de mascarillas en un momento de aumento de movilidad y socialización. No es buena idea quitarlas antes de las vacaciones, habría que esperar al menos a que pase la Semana Santa.
¿A qué achaca que el Gobierno esté retrasando la decisión de quitarlas? Hace unas semanas se anunció que sería muy pronto; ahora tanto el presidente como la ministra de Sanidad se muestran más prudentes.
No sabría dar la respuesta. Me gustaría pensar que siguen las recomendaciones de los técnicos.
No creo que sea la mejor idea eliminar el uso de mascarillas en un momento de aumento de movilidad y socialización como la Semana Santa
¿Qué podemos esperar de la transmisión del virus en los próximos meses? La circulación se ha estancado en niveles bastante altos.
No lo sé. Todavía tenemos bastante incertidumbre sobre el comportamiento del virus y todos los factores asociados alrededor. De forma lógica, lo que es presumible es que se comportará como los otros coronavirus que tenemos estacionales y nos provocan un constipado. El SARS-CoV-2 prácticamente ha vivido en soledad hasta ahora y los virus se comportan de manera diferente si su nicho ecológico es solo de ellos o lo comparten. Este invierno ha sido el primero con circulación de otros virus. Se empezó antes de Navidad a ver gripe en el sistema centinela y desapareció con ómicron.
¿Es esto lo que nos espera a partir de ahora? ¿Bastante virus circulante pero casos graves controlados por el efecto de la vacuna?
Lo que esperamos es que la gravedad la tengamos en el mínimo posible. Sobre el nivel de circulación de enfermedad leve, no sabría decir. Lo asimilaría al resto de virus respiratorios.
Preguntar sobre cuánto nos queda de fase pandémica, ¿es mucho preguntar?
Solo vi una vez la luz y llegó ómicron. Todavía nos queda.
¿Años?
No creo.
¿Se aleja la posibilidad de una cuarta dosis generalizada?
Habría que ponerla solo si es necesario, si se ve con el tiempo que hay una disminución de la protección y eso redunda en formas graves. En ese caso se podría valorar si una dosis más soluciona el problema, pero, insisto, solo si es necesario.
Esta semana hemos tenido el último informe de datos del Ministerio de Sanidad tal y como los habíamos conocido hasta ahora. ¿Qué nos van a aportar los nuevos datos?
Tendremos todos los hospitalizados, los mayores de 60 años y además se van a recoger todos los positivos confirmados. La letalidad, sin embargo, no la vamos a poder calcular porque no podemos ver cuántas personas se mueren en relación al total de casos. Con los datos de una población completa, como los mayores, sí se puede hacer seguimiento de la mayoría de los indicadores. Se ha visto que la evolución ha sido muy paralela y puede darnos una idea de cómo está yendo.