- Cristina Garaizabal es cofundadora de Hetaira, colectivo pionero que cumple 20 años luchando por los “derechos de las prostitutas y la normalización de su trabajo”
Cristina Garaizabal lleva 40 años dedicándose al activismo feminista. Psicóloga especializada en terapia de género y transexualidad, comenzó luchando por el derecho al divorcio y al aborto para, años después, convertirse en una de las referentes en la defensa de los derechos de las prostitutas. El Mundial de fútbol de 1982 las expulsó de los alrededores del campo del Fútbol Club Barcelona. Fue el primer contacto que estableció con ellas, a las que no deja de referirse intencionadamente como trabajadoras del sexo.
Lo hace así porque para Hetaira, colectivo del que es cofundadora y que ha cumplido 20 años, la prostitución voluntaria es un trabajo que urge normalizar y reconocer con derechos laborales. La suya es una de las muchas voces que hablan de prostitución dentro del movimiento feminista. Otras, que representan el abolicionismo, consideran que es una forma de violencia que debe desaparecer, pues supone la mercantilización del cuerpo de la mujer. La controversia se ha trasladado ahora al panorama político, después de que Ciudadanos se mostrara favorable a legalizar la prostitución.
El partido de Albert Rivera ha apostado por legalizar la prostitución e incorporar al mundo laboral a las mujeres que la ejercen como autónomas ¿Qué te parece la propuesta?
La propuesta de Ciudadanos se ha hecho al más puro estilo neoliberal y coincide totalmente con la de ANELA (Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne), es decir, es una propuesta a medida de los empresarios. En primer lugar, la prostitución no se puede legalizar porque no es ilegal. Lo necesario es reconocer los derechos de las trabajadoras que se prostituyen por decisión propia. Creemos que su intención es controlar a las prostitutas, pues hablan de convertir en delito la prostitución en la calle, que es la más autónoma y libre.
Que todas se hagan autónomas se puede convertir en una terrible trampa, sobre todo, planteado por los empresarios. En otros sectores ya se ha hecho y el resultado ha sido la creación de “falsos autónomos”. Es muy sospechoso también cuando hablan de salubridad e higiene, pues la experiencia europea nos dice que esto se traduce en controles médicos obligatorios, que alimentan el estigma social de que son ellas las que transmiten enfermedades a los clientes y no al revés, algo que es totalmente falso. Todos sabemos que no hay grupos de riesgo, sino prácticas de riesgo.
A raíz de la propuesta de Ciudadanos, que abrió el debate, ¿cuál ha sido la relación tradicional entre la izquierda y la prostitución?
En la prostitución no hay izquierda ni derecha, por desgracia. Izquierda Unida y el PSOE tienen discusiones fuertes en su seno, pero normalmente las direcciones están presionadas por los grupos internos abolicionistas. Son personas a título individual las que están a favor de los derechos. No obstante, nos alegramos de que Alberto Garzón, tras decir en La Sexta que “la prostitución es el grado más extremo de violencia de género”, nos haya concedido una entrevista en cuanto pasen las elecciones. Por lo menos, evidencia una postura más abierta al diálogo.
¿Los partidos políticos suelen escuchar a las prostitutas a la hora de proponer iniciativas que les afectan?
No. Así de tajante y sin matices. Lo que es cierto es que con los que han surgido últimamente, como Podemos o Ahora Madrid, sí tenemos otras posibilidades, aunque en su interior hay debates importantes. Pero en general, cuesta mucho que los políticos escuchen a las trabajadoras del sexo empoderadas, en pie de igualdad. De ellas no se acuerdan nunca, solo cuando los ciudadanos se quejan porque ha ocurrido algo en la calle o en periodo electoral.
La Ley de Seguridad Ciudadana entrará en vigor el próximo julio ¿Cómo afecta al ejercicio de la prostitución esta norma?
Nos va a afectar a todos de forma terrible. Si además añadimos las lindezas que va diciendo Esperanza Aguirre sobre las personas sin hogar y las manifestaciones por 'perjudicar al turismo', en este país volvemos al franquismo a la que nos descuidemos. La ley mordaza empeorará las condiciones de las trabajadoras del sexo. No hará que desaparezcan. En el fondo, el objetivo de estas normas es que no se vean.
Una parte del feminismo considera que la prostitución es una forma de sumisión de las mujeres hacia los hombres que supone la mercantilización y cosificación del cuerpo de la mujer. ¿Es la prostitución violencia de género?
La prostitución como institución, al igual que el matrimonio, tiene que ver con el sistema heteropatriarcal. Por eso las mujeres que ofrecen o compran servicios sexuales están más estigmatizadas que los hombres que lo hacen. Pero cuando se habla de que la prostitución es la compra del cuerpo de las mujeres, lo que se está haciendo es reforzar la idea de que el hombre que va de prostitutas puede hacer lo que quiera porque las está comprando enteramente. Ellas no se venden, ellas lo que hacen es ofrecer servicios sexuales que tienen su precio. Intercambian actos sexuales por dinero, lo cual no tiene mayor problema a pesar de que mayoritariamente sea entre una mujer y un hombre, aunque no exclusivamente.
Este tipo de afirmaciones hacen un flaco favor a las trabajadoras del sexo y pasan por alto la necesidad de educar a los hombres en que ir a comprar servicios sexuales es igual que ir al bar a pedir un café, por supuesto, teniendo en cuenta las particularidades del trabajo sexual: por mucho que tras la barra esté una mujer inmigrante sin papeles, tu no te crees con el derecho de comprarla a ella por completo, sino que accedes a un servicio concreto.
¿La prostitución es entonces un trabajo como otro cualquiera?
Tiene sus especificidades como las tienen el resto. La primera es que aparece el sexo de por medio; tiene mucho que ver con la intimidad, por lo que es muy importante que las trabajadoras del sexo se profesionalicen y no hagan aquello con lo que no se sienten cómodas. La segunda es que sobre quien ejerce este trabajo recae un estigma enorme: o bien cometen un pecado o representan el colmo de la traición patriarcal. Mira que hay trabajos desagradables en la sociedad...pero a nadie se le ocurre decir que tendrían que desaparecer, sino que habría que dotarles de derechos para ejercerlos en condiciones dignas.
¿De dónde proviene ese estigma?
De la ideología patriarcal, que las criminaliza porque son mujeres que manejan dinero y que consiguen su independencia económica a través de su sexualidad. Es algo revolucionario porque va contra el control de la sexualidad de las mujeres y la reproducción que pretende el patriarcado. El abolicionismo ayuda a alimentar esta idea cuando dibuja a todas las trabajadoras sexuales, independientemente de que lo hagan de forma voluntaria o no, como víctimas.
¿En qué se traduce ese control de las mujeres que, según afirmas, hace el sistema patriarcal?
Hemos sido socializadas desde pequeñas en que existen dos tipos de mujeres: las buenas y las malas. Las primeras no muestran su sexualidad de forma explícita, son recatadas y no llaman la atención. Luego están las malas mujeres, las putas, las que se muestran claramente sexuales, que van “provocando” y, para colmo, piden dinero por algo por lo que las demás deberíamos estar encantadas de hacer: mantener una relación heterosexual. Las trabajadoras del sexo son las representantes de todo lo que no hay que hacer, según los mandatos patriarcales, que nos indican que las buenas mujeres serán protegidas y las malas no.
¿Hay muchas prostitutas que ejercen la prostitución voluntariamente?
Una y otra vez se repite la cifra falsa de que el 90% de las mujeres que ejercen la prostitución son víctimas de trata, pero nadie es capaz de ofrecer estudios concretos que lo avalen. El único informe serio al respecto es de Naciones Unidas, que confirma que una de cada ocho trabajadoras del sexo es víctima de trata. Es decir, en torno a un 85% lo hacen por propia voluntad. Otra cosa es que la capacidad de decisión esté condicionada por las necesidades económicas u otras circunstancias, pero todos lo estamos. La pobreza, aunque empequeñece las alternativas, no elimina la posibilidad de elección. Lo que sí que no se elige son las condiciones de trabajo, que son abusivas por la falta de derechos.
En varias ocasiones habéis alertado del peligro que supone confundir prostitución y trata de seres humanos. ¿Por qué es tan peligroso?
Lo es confundir trata y prostitución voluntaria porque es muy difícil luchar de forma eficaz contra ella cuando no se diferencian bien, pues es más costoso identificar a las víctimas. Meter ambas realidades en el mismo saco hace que no acabe de quedar claro qué es la trata: secuestrar a una persona para someterla a esclavitud. Y esto les pasa a mujeres y hombres y para diversos fines, entre ellos, explotación sexual, pero no solo. No es lo mismo que la prostitución voluntaria.
¿Por qué es tan necesario el reconocimiento laboral de las prostitutas que ejercen por decisión propia?
Porque nadie vive mejor sin derechos. No se puede seguir excluyendo a las trabajadoras del sexo voluntarias porque vivimos en sociedades en las que los derechos ciudadanos se adquieren fundamentalmente a partir de la inserción en el mundo laboral. Con las mujeres inmigrantes ese ha sido uno de los grandes problemas: mujeres que viven en este país y que cuentan con medios autónomos que provienen de la prostitución, no pueden regularizar su situación.
Los derechos y las leyes laborales impedirían que los empresarios plantearan condiciones abusivas en los clubes, pues no serían libres para hacer lo que quisieran. Se deberían regular las relaciones laborales defendiendo la autonomía y la libertad de las mujeres, respetando a qué clientes y qué servicios desean ofrecer. Los derechos servirían, además, para normalizar el trabajo sexual voluntario como lo que es: un trabajo.