Farmacéuticas como Pfizer, Moderna y AstraZeneca, sobre cuyas vacunas se han trazado los planes de inmunización en Europa y EEUU, han tenido problemas para cumplir con la producción de sueros a la que se habían comprometido. La aparición de cada vez más trabajos que rastrean la eficacia de estas vacunas tras una primera inyección, está abonando el terreno para que los gobiernos opten por aplicar una sola dosis, al menos en un primer momento, y suplir así la falta de sueros en su objetivo de obtener inmunidad de grupo lo antes posible.
“Si tuviéramos suministro suficiente no estaríamos discutiendo sobre cambios en las pautas de administración”, opina el catedrático de Inmunología del Centro de Investigación Biomédica de la Universidad de Granada, Ignacio Jesús Molina. “En circunstancias normales, esto no ocurriría: se seguirían las indicaciones derivadas de los ensayos clínicos, pero ahora tenemos el dilema de conseguir una inmunidad más potente o menos potente y más rápida”, añade el investigador. “Surge de la necesidad de acelerar el número de personas inmunizadas para detener la pandemia”.
Las compañías no cumplen
Primero fue Pfizer. La empresa ganó la carrera por poner en el mercado la primera vacuna contra la COVID-19, en diciembre de 2020. Esto le otorgó una posición dominante, pero en enero comenzaron dificultades de producción y la farmacéutica redujo sus envíos. Ese mismo mes, AstraZeneca admitió que solo enviaría el 40% de lo comprometido a la UE hasta marzo. En febrero, Moderna avisó de que reduciría a la mitad las entregas previstas para ese mes y saltaron nuevas sombras sobre la capacidad de AstraZeneca, obligada a anunciar que deberá traer dosis de plantas fuera de la UE si quiere cumplir con el encargo de Europa.
Unas semanas después de la tormenta de finales de enero entre la Unión Europea y la farmacéutica AstraZeneca, la Universidad de Oxford publicó una investigación que indicaba que su suero –AstraZeneca y Oxford son aliados en el desarrollo, producción y comercialización de esta vacuna– ofrece una protección del 80% tras la primera dosis y durante al menos tres meses. Su primera indicación marcaba un plazo de cuatro semanas para la segunda dosis.
El catedrático Molina indica que, para este caso, “son datos sólidos que avalan llevar la segunda dosis hasta 12 semanas después de la primera. El cambio de protocolo que se aplica ahora en España es razonable y bien argumentado”. Aunque avisa: “Esto no implica que no se tenga que administrar una segunda inyección para que la inmunidad sea duradera”. De hecho, el mismo trabajo de Oxford que sustenta espaciar los pinchazos admite que “una segunda dosis incrementa los niveles de anticuerpos neutralizantes y es probablemente necesaria para una protección duradera”.
Pero ahí aparecen los elementos extrainmunológicos que apuntaba el doctor Molina. Los investigadores de Oxford aclaran en su estudio que “donde haya un suministro bajo de vacunas, una política de vacunar inicialmente una cohorte de población más amplia con una dosis podría ofrecer una protección poblacional mejor que vacunar a la mitad de los individuos”.
Una dosis a muchos, o tratamiento completo a menos
De ahí estrategias como la de Reino Unido –cuna de ese suero– que va muy por delante de España con más de 8 millones de dosis administradas, pero se queda detrás en el porcentaje de personas inmunizadas con dos dosis: el 1,17% de la población. Aquí la ratio es 3,8 millones de dosis y un 2,67% de los españoles con el tratamiento completo.
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, se refirió este lunes a la posibilidad de solo dar una dosis o de espaciar las aplicaciones más tiempo de lo que marca el fabricante para intentar proteger a medias a más gente en menos tiempo. “Para tener la certeza de que tenemos el control de la epidemia a corto y largo plazo, siempre que podamos debemos seguir la ficha técnica”, ha zanjado. También ha defendido que la situación epidemiológica de España al comenzar la vacunación no era tan grave como la que ha llegado a tener Reino Unido y por tanto “no ha sido necesario” plantearse esta disyuntiva.
En cualquier caso, la semana pasada Sanidad sí acordó con las Comunidades Autónomas que las personas que ya hayan pasado la COVID-19 solo recibirán una dosis, porque se asume que gracias a la inmunidad natural adquirida es suficiente. También se ha planteado que el fármaco de AstraZeneca tiene “un margen muy amplio”, de unos tres meses entre ambas pautas, y por tanto en ese espacio de tiempo sí se puede esperar a tener más suministro de dosis. Porque, en definitiva, la estrategia depende de tener las vacunas o no tenerlas.
Simón ha avisado de que quizá el incremento de remesas durante marzo pueda ser “menor de lo que esperábamos”, pero mantiene el objetivo de inmunizar completamente al 80% de los mayores de 80 años a principios de abril.
La cuestión con el ARN mensajero es cuánto dura el efecto
No todas las vacunas ofrecen una flexibilidad como la de Astra Zeneca. La cosa es diferente con las vacunas basadas en la nueva tecnología de ARN mensajero, como las de Pfizer/BIontech y Moderna. Los estudios de aplicación real del suero de Pfizer en Israel o Escocia indican, hasta este momento, que la primera dosis induce una inmunidad fuerte, pero plantean dudas sobre cuánto dura esa protección. “Tiene un efecto protector inmediato, pero los estudios llegan hasta los 42-45 días. Más allá no sabemos, mientras que en los ensayos in vitro se observó que a partir del día 35 hay una disminución de la respuesta”, explica Molina. Hay una ventana temporal de riesgo.
La cuestión es que, hasta marzo, la Unión Europea y España han dependido, sobre todo, de la vacuna de Pfizer, que obtuvo la autorización antes que ninguna. De los 4,5 millones de dosis distribuidas en España a las comunidades autónomas, el 77% (3,5 millones) son de Pfizer/Biontech. La de Oxford/AstraZeneca ha supuesto un 18% (808.000) y Moderna apenas un 4,5%.
“Hay tanta presión por vacunar que, por ejemplo, no se ha organizado bien cómo aplicar el criterio de dar una sola dosis a los que hayan pasado la infección, seis meses después de que superen la enfermedad”, analiza el catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, Alfredo Corell. Doctor en Biología, Corell cuenta que, aparte del mencionado estudio de la vacuna de Oxford, no hay trabajos específicos que avalen la monodosis con Pfizer o Moderna. Otra cosa es la fórmula de vacunar con una sola dosis a aquellas personas que hayan pasado la enfermedad, una situación en la que sí está demostrada su eficacia. “Eso ya es un ahorro de dosis”, señala.
Con los resultados de los estudios de Pfizer, investigadores canadienses calcularon que una dosis única ofrecía una eficacia del 92% y que la segunda inyección puesta un mes después “ofrece poco beneficio”, por lo que “dada la actual escasez de vacunas, posponer la segunda dosis es una cuestión de seguridad nacional”, según publicaron en el New England Journal of Medicine el 17 de febrero pasado. Los investigadores propios de Pfizer explicaron rebatieron esta información: “No se han evaluado patrones alternativos de administración”. Sin embargo, aclararon que la decisión sobre cómo administrar las vacunas “corresponde a las autoridades sanitarias”.
Pero, ¿hay inmunización o no? Corell explica que, aparentemente, sí se consigue con una sola inyección y que “podría ser suficiente a corto plazo”. “Pero no sabemos cuánto dura y esto implica peligros”, alerta. Según su análisis, “recurrir a una inmunidad más débil para salir del paso a corto plazo es abrir un melón que nos puede estallar más adelante al permitir la evolución de variantes del virus que se hayan hecho resistentes”. Virus que sobreviven en las personas porque la inmunización no es completa.
Las pautas actuales, explica el catedrático, “se han probado con dos dosis y con un determinado tiempo entre las dosis. Todo eso se va ajustando con los ensayos y se supone que se utiliza la combinación que mejor ha funcionado. A falta de un ensayo previo controlado y nuevo, aplicarlo a la población me parece un riesgo”.
El debate sigue abierto porque estrategias como la de Reino Unido funcionan como un estudio a gran escala, del que nos iremos enterando de los resultados sobre la marcha. Mientras tanto, España se ha marcado como objetivo vacunar a 35 millones de personas, el 70% de la población, hasta el verano. Para esto harían falta unos 300.000 pinchazos al día con los sueros de doble dosis. Por eso en Europa se espera con ansias el desembarco de la vacuna de Janssen –se espera su aprobación el 11 de marzo–, porque duplicaría la velocidad de inmunización. ¿La clave? Solo se aplica una vez.