Montelindo, la escuela rural a la que no dejaban crecer
En Bustarviejo (Madrid) hay un colegio que va contracorriente. El CEIP Montelindo, en la sierra madrileña, es una escuela de tamaño medio que está ganando alumnos, una situación muy poco habitual en los centros educativos rurales. Pero la Consejería de Educación no le deja crecer, lamentan familias y docentes. Han decidido ir a la huelga y están realizando paros parciales cada mañana.
Todo parece ir contracorriente en Bustarviejo. El pueblo ha sufrido un boom de vecinos en la última década, periodo en el que ha ganado un 17,5% de vecinos. Toda una rareza en estos tiempos. En consonancia, el colegio va ganando alumnos. Este año hay 13 nuevos y los problemas de espacio se acumulan, además de haber perdido un docente.
La comunidad del Montelindo exige más horas de la maestra de Audición y Lenguaje, de la de Pedagogía Terapeuta y de la orientadora, que comparten con otros centros. “La consecuencia de esta falta de recursos es que cada año se quedan sin diagnosticar una docena de niños con necesidades especiales”, señala Ignacio Yuste, padre del centro erigido en portavoz del AMPA, “lo cual nos parece preocupante porque incide directamente en su integración y una atención a sus necesidades especiales”. También piden que se desdoblen dos aulas que exceden las ratios legales de 25 alumnos. Para el desdoble de aulas, el centro también necesita que se construyan las clases físicamente.
La Comunidad de Madrid se aferra a que la norma, en la LOMCE, permite exceder las ratios previstas en un 10% en casos de escolarización sobrevenida y asegura que está todo bien. En Bustarviejo creen que su caso no tiene nada de excepcional porque no han tenido alumnos incorporados a última hora.
“No queremos que esto se convierta en norma y no nos vale que el director de área de la Comunidad nos diga que hay otros centros que están peor”, explica Ignacio Yuste, padre del centro erigido en portavoz del AMPA, “y amplificamos nuestra denuncia a todos los centros de la región en defensa de la escuela pública”.
El Consejo Escolar pide medidas
La escuela rural ya tiene bastantes problemas como para que se le pongan trabas a la expansión de alguna cuando existe la posibilidad, lamentan los profesionales que en ella trabajan. Tan es así que el Consejo Escolar del Estado pidió al Gobierno en un informe el pasado mes de diciembre un plan para la escuela rural “con un compromiso firme por una financiación suficiente y estable”. También pedía el máximo órgano de participación de la comunidad educativa incentivos para que los maestros se queden en las escuelas y una formación específica para los maestros, entre otras propuestas.
El más obvio de los problema de la escuela rural es probablemente la falta de alumnos. La España vaciada y envejecida se manifiesta en su máximo esplendor en los colegios en el campo.
Los datos que existen confirman la tendencia. En cinco años, los que van desde el curso 2011-2012 hasta el 2016-2017, la última estadística disponible, la escuela rural perdió 10.156 alumnos en España, el 19% de los que tenía. Uno de cada cinco alumnos desapareció, según el informe anual del Consejo Escolar del Estado. Con ellos se fueron ocho centros. La estadística no es completa porque en 2011 solo diez comunidades autónomas ofrecían datos sobre la escuela rural, pero es representativa y muestra hacia dónde se dirige la escuela rural.
Lo que no está tan claro es si hay menos centros porque hay menos alumnos (demografía y movimientos de población), hay menos alumnos porque hay menos colegios (por decisión política) o es un poco de cada. Cuando la crisis golpeaba se pudo observar que el mantenimiento o no de colegios rurales puede depender, y mucho, de las decisiones de los administradores.
Por ejemplo, cuando María Dolores de Cospedal presidía Castilla La Mancha cerró 70 escuelas rurales. El siguiente gobierno, socialista, reabrió 20 bajo el criterio de que cuatro alumnos eran suficientes para que hubiera un centro, la misma decisión que tomó Aragón. Decisiones políticas, como en Bustarviejo. “Es una cuestión de voluntad política”, subraya Yuste. En su caso, creen que la Comunidad tiene recursos para atender sus demandas, pero no quiere.
Los profesionales lo lamentan. La escuela rural es, dicen, un gran elemento no tanto para fijar la población al territorio como para atraerlo. “La gente del entorno rural tiene derecho a irse, pero la escuela sirve como foco de repoblación”, explica José Luis Murillo, que llevó durante 20 años una escuela rural en Sahún, en el Pirineo aragonés.
Las escuelas rurales son por definición innovadoras, explican sus profesionales. Pocos alumnos por aula, mezcla de diferentes edades en clase y un entorno especial llevan a que sea prácticamente la única manera de sacarlas adelante. Y con estos modelos consiguen atraer a familias.
Mudarse al Pirineo para ir a una escuelita rural
Es el caso de Noe, Javier y Río, la hija de ella. Los tres se han mudado al Pirineo para que Río se matricule en la escuela de Sahún. Exclusivamente. “Yo buscaba para mi hija un modelo de colegio sin libros ni fichitas, que respetara los ritmos de Río”, explica Noe. Es cierto que en su mente ya estaba mudarse a un pueblo para que su hija no creciera en un ambiente urbanita, pero que haya acabado en un pueblo diminuto y perdido del Pirineo –y no en un municipio de cierta entidad, como puede ser Aínsa– se debe exclusivamente al proyecto educativo de Murillo en la escuela de Sahún.
Pero estuvo a punto de no pasar, explica Noe, porque Murillo se jubiló el pasado verano y el actual sistema no garantiza que se mantengan los proyectos de las escuelas cuando el impulsor lo deja, poniendo en peligro el trabajo (y éxito) de varios años.
“Conseguimos pasar de siete alumnos a 30 en unos años”, cuenta Murillo. “Pero yo me retiraba y la administración dice: 'Irá el profesor al que le toque'. Y hará lo que quiera en la escuela porque los maestros tienen esa libertad. Puede seguir con el proyecto o no. ¡Pero tenemos familias que vienen solo por el proyecto! Necesitamos una regulación para que se puedan mantener”, explica.
Un par de valles más allá, en Zueva, hay una veintena de niños sin escolarizar, en una escuela libre. “Les gustaría ser una escuela pública, entre otras cosas porque de esta manera les toca pagarse todo”, comenta Murillo. “Pero, como nosotros: les tocaría el interino de turno que no garantiza que pudieran mantener el modelo educativo que tienen, así que están en esa situación”.
La cuestión no resulta sencilla desde el origen. En los planes de formación de maestros de la Universidad la escuela rural no existe. “Estuve en una facultad, aquí en Aragón, y la mayoría de los alumnos ni sabían lo que es un CRA”, pone como ejemplo Murillo. Los CRA (Centros Rurales Agrupados) son la organización estándar que adopta la escuela rural en España, a excepción de Catalunya, que tiene su propio sistema, y que consiste en varias escuelas diseminadas por pequeños municipios que comparten recursos, como maestros itinerantes.
“Los maestros que van por primera vez a una escuela rural no tienen la formación necesaria para ejercer”, sostiene Eduard Trepat, técnico de la Fundación del Mundo Rural y co-coordinador junto a Anna Bargalló del proyecto. “Las facultades no forman para la internivelaridad”, corrobora Murillo. “Llegan y no saben qué hacer a nivel metodológico. Tienen que hacer un gran esfuerzo y se dejan la vida, pero nadie les ha enseñado”.
La mezcla de alumnos de diferente edad en clase, una de las señas de identidad de la escuela rural, trae de cabeza a los docentes en inicio. Precisamente para esto, Trepat y Bargalló están desarrollando en colaboración con las universidades de Barcelona, Zaragoza, Burdeos y Lisboa el proyecto Fopromar, con el que buscan analizar y mejorar las competencias necesarias para ejercer la docencia en el mundo rural.
“Hemos detectado que, más allá de una o dos características puntuales dentro del todo que sí necesitan una formación específica, como el multinivel, los maestros sí salen formados de la universidad, solo necesitan pequeños complementos”, explica Trepat.
El grupo de trabajo señala una serie de retos que la escuela rural debe afrontar a medio plazo, además de tener en cuenta la especificidad de este tipo de centros en la formación inicial de docentes: una mayor relación de la escuela con su entorno, la movilidad de alumnos para acudir a una escuela rural, poner en valor el multinivel en el aula como elemento incluso a exportar por los demostrados beneficios que presenta o adaptar la normativa a la realidad rural para evitar problemas como el que tuvieron en Sahún con los docentes o para la gestión de recursos, entre otros.
Bustarviejo no es un CRA, pero sí una escuela rural y comparte algunos de estos problemas. No piden resolverlos todos de golpe. Pero sí necesitan, aseguran, algún docente más para atender el aumento del alumnado y poder realizar desdobles, que suban las horas lectivas de la profesora de Audición y Lenguaje, de la orientadora del centro y de la profesora técnica de servicios a la comunidad y también una ampliación del colegio.