España genera cada año alrededor de 1,6 millones de toneladas de residuos a base de envases de plástico. Recicla algo menos de la mitad. Además, dentro de los 17 millones de toneladas de desechos municipales mezclados pueden caer todo tipo de objetos plásticos: juguetes, cubiertos, platos, envoltorios, cubos, biberones.… Y dos terceras partes de lo que va a residuos generales sin separar no se reciclan, según la estadística del Ministerio de Transición Ecológica.
Todos esos objetos acaban, en el mejor de los casos, en vertederos municipales. En el peor, directamente en el medio natural junto a los que se tiran sin miramientos. Y como sumidero final: el mar del que tanto depende España tanto por el sector pesquero –primera potencia de la UE– como el turístico. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha calculado que, desde España, se tiran más de 126 toneladas diarias de plásticos al mar. Casi 46.000 toneladas al año.
El proyecto de ley de Residuos que va camino del Congreso pone en el punto de mira especialmente a los objetos de usar tirar que están fabricados con plástico. Cuando se apruebe la ley, utensilios efímeros como los cubiertos, platos, agitadores de bebida, pajitas o bastoncillos hechos de plástico no podrán venderse. “El mejor residuo es el que no se genera”, se ha convertido en el lema de la llamada economía circular que busca consumir menos materiales y que los objetos duren más y puedan reutilizarse. Un endeble tenedor de plástico que solo sirve para una única comida tiene grandes posibilidades de acabar viajando al mar.
Cualquiera que pasee por una playa del litoral español puede comprobar cómo, cada vez más, los desechos de plástico han ido tapizando la arena o las piedras. Al arrancar el Programa de Basuras Marinas del Ministerio de Transición Ecológica en 2013, se contabilizó una densidad media de 172 objetos de plástico por playa en cada estación del año. Ahora se superan holgadamente los 200. El año pasado, en invierno y en verano se detectaron más desechos de plástico que en 2019. En primavera no hubo recuento. En otoño, las medidas de control ante el repunte de la pandemia de COVID-19 ahorraron una buena porción de basura a las playas.
Las campañas de vigilancia del litoral muestran que entre el 73 y el 76% de los residuos allí depositados son de plástico. Lo que más hay son trozos de diferentes tamaños en los que se han descompuesto objetos más grandes. Luego están los cabos y cordeles plásticos, las tapas y tapones, los bastoncillos, todo tipo de bolsas, las pajitas y las botellas y garrafas enteras. Y a eso se le añaden las colillas de cigarrillos, que suponen el 7% de la basura encontrada en las playas.
¿Cómo viaja la basura?
Los residuos en el mar son un reflejo de lo que está ocurriendo en todo el territorio. Porque los desechos de plástico son viajeros. La botella o el paquete que se tira sin más en Valladolid, Sevilla o Zaragoza acaba en una playa o en la barriga de una ballena o de una gaviota. Unos dos tercios de los objetos identificados en las playas estudiadas por el Programa de Basuras Marinas en 2020 provenían de actividades tierra adentro: el turismo, las aguas residuales, el comercio y hostelería, la construcción y la agricultura entre otros. El resto de las actividades en el mar.
La organización Oceana explica que, desde el interior, los residuos avanzan hacia el litoral “por el sistema de alcantarillado, arrastrados por tormentas o empujados por el viento desde vertederos o entornos urbanos”. Si los objetos se han reducido a pequeños pedazos, la red fluvial los transporta al mar. Y una vez allí no hay quien los detenga. De hecho, los residuos que flotan por la superficie marina suponen porción ínfima del total, según calculó en 2014 un trabajo de la Universidad de Cádiz. “Lo que nosotros vemos es una proporción pequeña de lo que entra en el mar porque no es nada sencillo de analizar el fondo marino ni lo que termina en los estómagos de la fauna marina”, analizaba para elDiario.es, el autor del trabajo, Andrés Cózar.
En 2023, los comercios de restauración deberán cobrar aparte recipientes de usar y tirar como vasos, tapas, tapones, o paquetes de comida más o menos rápida. En general, el proyecto de ley del Gobierno pasa por desincentivar el uso del plástico, sobre todo para estos objetos, mediante un impuesto de 0,45 euros por kilo fabricado. También se prevé aplicar una tasa por deshacerse de residuos en el vertedero en lugar de reciclarlos. Menos plástico en circulación y más aprovechamiento del que se fabrique.