La pandemia no desaparecerá de un plumazo, aunque desde hace varias semanas España se encuentra inmersa en una nueva fase. Esta es la idea que se desprende de las palabras de los expertos consultados, que siguen pidiendo cautela ante la posibilidad de que aparezca una nueva variante, pero que ven con buenos ojos la retirada de las mascarillas en exteriores, que se producirá la semana que viene, según ha anunciado este viernes la ministra de Sanidad, Carolina Darias. Algunas medidas, como el uso de mascarillas en interiores o en medios de transporte, han venido para quedarse; otras, como los cierres perimetrales, las largas cuarentenas o el certificado COVID en actividades de ocio, desaparecerán.
Hace un año la situación era completamente diferente a la de ahora. El toque de queda seguía vigente, había cierres perimetrales de municipios, por provincias y por comunidades, como en Aragón. Las reuniones también estaban muy limitadas, como en el caso de Baleares, y los horarios en bares y restaurantes seguían siendo muy reducidos. La media semanal de muertes diarias el 4 de febrero de 2021 era de 503, mientras que ahora mismo ronda los 180. ¿Qué ha sucedido desde entonces hasta hoy y por qué se espera que la situación siga mejorando con el paso de los meses y la llegada del buen tiempo? El ritmo de mejora lo han marcado principalmente la vacunación y la variante ómicron.
“Entre las vacunas y ómicron da la impresión de que en primavera saldremos de otra forma y se irán relajando las medidas más molestas”, explica Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas) y catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández. Entre otras restricciones que ya se están eliminando, se encuentra la del uso del certificado COVID para acceder a determinados lugares relacionados con el ocio. Aragón y Canarias lo han hecho esta semana, aunque en el caso aragonés, se seguirá utilizando en las visitas a hospitales y centro sociales especializados.
Según Hernández, ya llevamos semanas inmersos en una nueva etapa y lo esperable es “que se siga avanzando en positivo”. Este optimismo solo podría verse opacado por la llegada de una nueva variante que suponga “una gravedad especial”. Para poder contrarrestar futuras complicaciones, lo idóneo en esta nueva fase sería adaptar los sistemas de vigilancia para que sean cada vez más ágiles y rápidos; crear circuitos secundarios, separados de la atención primaria, para la gestión de bajas o para la realización de pruebas diagnósticas; y seguir atentos la evolución de ciertos indicadores, como podrían ser esas nuevas variantes –posible gracias a los trabajos de secuenciación de los laboratorios– o los niveles de inmunidad de la población.
El epidemiólogo Mario Fontán se contiene todavía a la hora de hablar de cambio de etapa. Reconoce que España está “en una fase distinta de la epidemia porque los impactos no son los mismos” y porque la variante es diferente, pero considera que hay un desfase entre lo social y político, que ansía dejar a un lado a la pandemia de una vez por todas, y la epidemia en sí. “Esto no quiere decir que haya que tener un discurso de confinamiento perpetuo o de medidas muy duras, pero lo social y lo político no pueden avanzar a mucha distancia de la situación epidemiológica”, defiende el investigador. Si esto sucediera, se podría llegar a escenarios en los que se “ignoren los problemas con los que convive el ámbito sanitario y el de los cuidados”.
Si hay una etapa anterior que se pueda comparar a la presente, fue la que transcurrió entre el final del toque de queda en mayo de 2021 y el comienzo de la quinta ola a mediados del mes de julio. Tras decaer el estado de alarma, se suprimieron de manera generalizada los cierres perimetrales, los cupos en reuniones y se ampliaron en gran medida los horarios en comercios y hostelería. Con todo, ambas situaciones son difícilmente comparables ya que a comienzos de mayo las cifras de vacunación eran mucho más bajas.
Los datos de vacunas de viernes 7 mayo de 2021, poco antes de que finalizase el estado de alarma, indican que solo un 28% de la población contaba con al menos una vacuna y algo más del 12% con la pauta completa. La cobertura vacunal, que roza el 91% con pauta completa en mayores de 12 años, y la inmunidad que dejará ómicron a su paso auguran una primavera y un verano en calma.
“Cuando bajemos esta nueva ola, definitivamente estaremos entrando en una nueva fase de la pandemia”, asegura la secretaria de la Sociedad Española de Inmunología, Carmen Cámara. “Y esto ha sido porque la variante ómicron no tiene nada que ver con la variante delta”, argumenta. Cámara reconoce que nunca se puede saber al 100% qué es lo que va a pasar, pero está convencida de que este verano no habrá una nueva ola. En esta nueva fase, considera que habría que tratar al coronavirus “como a otros virus respiratorios”. Esto significa dejar de hacerse pruebas continuamente y plantear aislamientos acordes “con unos niveles de inmunidad muy potentes”.
¿Cómo estaremos dentro de un año?
Aunque la Comisión Europea ha propuesto esta semana extender el pasaporte COVID hasta junio de 2023, la inmunóloga cree que, en países como España, con altas tasas de vacunación, “no tiene sentido”. “No vale para controlar la enfermedad. No vale para que se contagie menos gente, solo vale para convencer a escépticos. ¿Por qué tiene que haber un pasaporte COVID si no hay un pasaporte rubeola o un pasaporte gripe?”, se pregunta.
Estaremos mejor si no aparece una nueva variante que suponga una amenaza, coinciden los expertos. “Estaremos mucho mejor. Dentro de un año será un cuadro gripal más de los inviernos. Para quedarse ha venido la mascarilla en medios de transporte en invierno, por ejemplo”, explica Cámara.
Hernández y Fontán se muestran algo más cautos. “Si especulamos, a no ser que haya una variante que muestre una gravedad especial, da la impresión de que medidas de mucha restricción de movimiento son cada vez más improbables”, dice Hernández.
“No lo podemos saber”, responde Fontán, que solo espera que dentro de un año se haya zanjado el debate sobre “la inequidad en el acceso a las vacunas a nivel mundial” y que lleguen de verdad a todos los rincones del planeta. “Parece que es muy difícil ir a peor que en marzo de 2020, pero nunca digas nunca”, concluye.