Cada tres años, según se publican los resultados del ínclito examen PISA de la OCDE, los medios se llenan de titulares catastrofistas y declaraciones altisonantes. “España se estanca”; “Estamos por debajo del rendimiento que nos correspondería”; “España repite curso” o “El sistema extremeño fracasa en PISA” fueron algunos de los ejemplos que se pudieron leer el 3 y 4 de diciembre del pasado año, cuando se conocieron los detalles de la última edición.
Es cierto que en la clasificación que realiza la OCDE por países según esta prueba hay que bajar hasta el puesto 33 (de 65) para encontrar a España. La –cada vez mayor— relevancia que se concede al test provoca que se utilicen estos malos resultados para respaldar cambios en el sistema educativo, como ocurre con el caso de la LOMCE. PISA dice que estamos mal, que enseñamos mal y aprendemos mal, cambiémoslo, vendría a ser el argumentario.
Pero, ¿y si el resultado de PISA se ve bastante influenciado por aspectos ajenos a los conocimientos de los alumnos (o competencias) como puede ser la motivación a la hora de hacer el examen? ¿Y si resulta que los alumnos se aburren haciendo el test y su rendimiento cae notablemente en la parte final, modificando el resultado? ¿Seguimos teniendo un problema de método educativo? ¿O, más concretamente, es el mismo problema?
Un estudio elaborado por los académicos holandeses Lex Borghans y Trudie Schils, de la Universidad de Maastricht, afirma que la caída en el rendimiento de los alumnos a lo largo del examen es una realidad. Que se aburren, desmotivan o cansan, y tienen menos acierto respondiendo según avanza el examen. Que este fenómeno no afecta a todos los países por igual y en el caso de España la incidencia es alta, más que la media. Y que los resultados serían otros si se evaluaran sólo los conocimientos y no entraran en juego —como lo hacen— esas otras habilidades no cognitivas como la motivación o la perseverancia. La personalidad, en definitiva.
Cuanto más atrás, peor
El estudio holandés, de 2012 pero aún pendiente de publicación definitiva, demuestra que el rendimiento cae durante la prueba, que ocurre en todos los test de PISA evaluados y que el resultado del examen no depende sólo de los conocimientos de los alumnos. En PISA 2006, el año de referencia en la investigación, las preguntas se organizaron en 13 bloques temáticos diferentes de media hora de duración. Cada examen constaba de cuatro de estos bloques colocados en distinto orden según los países, para un total de dos horas de prueba. El informe demuestra que en 12 de los 13 bloques el resultado de los alumnos iba empeorando en cada bloque según éste aparecía más atrás en el examen.
Pau Balart y Antonio Cabrales, del departamento de Economía en la Universidad Carlos III, ampliaron la investigación holandesa para el caso español. En un informe para la Fundación Sociedad y Educación afirman que “el mal rendimiento medio de los estudiantes españoles en PISA podría ser consecuencia de carencias no cognitivas [esfuerzo, motivación, perserverancia] en lugar de unas malas competencias en lectura, ciencia o matemáticas”.
De hecho, según el papel holandés, España subiría varios puestos en la clasificación de PISA si se atendiera solo a las habilidades cognitivas, esto es a la capacidad de los alumnos de resolver los problemas que plantea el examen antes de que el factor (des)motivacional entre en escena. El rango de cuánto afecta este cansancio al resultado de cada país oscila entre el 4% de Finlandia al 13% griego. En el caso de España es del 9%.
Si se elimina esta variable España alcanzaría un resultado similar al de Finlandia (la referencia mundial en PISA 2006, base de este estudio) y escalaría algunas posiciones en el ranking, pasando de la posición número 22 que ocupaba a la 16, pero sobre todo reduciría la diferencia con el primero desde los más de 100 puntos que contempla PISA 2006 a la mitad.
¿Qué factores explican esta caída en el rendimiento y por qué afecta de forma diferente a unos países y otros? Uno está muy claro. “Influye mucho el género, las chicas son mucho más perseverantes que los chicos”, responde Balart. Pero eso no aclara por qué afectan más a unos países que a otros. “Hay otros aspectos sobre los que no tenemos datos”, concede, “pero un gran candidato pueden ser los factores culturales”.
El estudio holandés muestra que los países con más caída en el rendimiento son Grecia, Reino Unido y Japón, a priori tres países muy distintos. Pero se pueden detectar ciertos patrones, como por ejemplo que es alta en los países mediterráneos (España, Italia, Israel, Túnez, la mencionada Grecia). O que en Centroeuropa los alumnos están más motivados: alemanes, austriacos y belgas obtienen buen resultado en PISA porque son constantes a la hora de realizar el test.
La lectura ayuda ser constante... o al revés
Balart y Cabrales afirman que “muchas de las variables que afectan al resultado de PISA no afectan necesariamente al decaimiento en su rendimiento”. Hablan de factores como el mes de nacimiento, número de libros en casa o cursar más de un año en educación infantil, hechos que sí influyen en el resultado del examen pero no en que un alumno sea más o menos perseverante.
Otros que sí pueden hacerlo son el gusto por la lectura o el uso de la tecnología, aunque Balart aclara que “hay que ser prudente a la hora de interpretar estos resultados”, en parte porque dependen de respuestas subjetivas de los alumnos. O porque no está claro en qué sentido funciona la causalidad. ¿Se cansan menos en los exámenes porque les gusta leer o es la habilidad que les lleva a cansarse menos la que despierta un mayor interés por la lectura?
Los profesores de la Universidad Carlos III explican que las investigaciones demuestran que existe una relación entre este tipo de habilidades no cognitivas y el futuro personal o profesional de los estudiantes. “Se pueden encontrar numerosos trabajos que resaltan la educación y las intervenciones tempranas como piezas clave del desarrollo de rasgos de personalidad de los individuos”, destacan.
La profesora de la Universidad Complutense Gabriela Sicilia lo explica en el blog del Instituto Nacional de Evaluación Educativa. “Las intervenciones más efectivas y rentables son aquellas realizadas en la educación preescolar y los primeros años de primaria”, afirma. Y concluye que “las bases del éxito de los adultos se establecen muy pronto en la vida. Las diferencias en las habilidades emergen antes de que comience la educación formal (...). Intervenir desde edades muy tempranas y construir una sólida base de habilidades (cognitivas y no cognitivas) que permitan un mejor aprovechamiento a lo largo de la vida académica parece la mejor estrategia para reducir el futuro fracaso y abandono escolar”.
“La inversión en la mejora de las habilidades no cognitivas de los individuos puede comportar beneficios enormes y deberá ser tenida muy en cuenta a la hora de intentar mejorar los resultados educativos de cualquier país”, coinciden Balart y Cabrales.