España, entre los únicos cinco países europeos que amparan la alimentación forzada de patos para hacer 'foie'

El foie gras es un clásico en los aperitivos y entrantes de cualquier menú, especialmente en las celebraciones de final de año. Pero detrás del etiquetado gourmet de este producto se encuentra la alimentación forzada de patos y ocas. España es uno de los únicos cinco países europeos que continúan realizando esta controvertida técnica de engorde junto con Francia, Bélgica, Bulgaria y Hungría.

Las granjas españolas reciben principalmente patos Mulard con un día de vida procedentes de Francia y a los dos o tres meses comienza su alimentación forzada en la denominada “fase de cebo”. Durante este periodo previo al sacrificio, que dura entre 10 y 18 días, los animales viven en jaulas dentro de naves y reciben al menos dos dosis de alimento al día: uno a uno, les introducen un tubo metálico de 30 centímetros por el esófago y, en cuestión de segundos, depositan entre 200 y 500 gramos de pasta de maíz en su interior. La cantidad aumenta con el avance de los días.

“Hay muchísimas prácticas crueles en la ganadería industrial, pero desde luego la alimentación forzada es una de las peores”, denuncia Javier Moreno, cofundador de la ONG Igualdad Animal. “En proporción, es como si a nosotros nos obligasen a ingerir 12 kilos de comida al día”, compara. Igualdad Animal lleva más de diez años trabajando para la prohibición de la industria del foie gras con investigaciones en granjas, denuncias y divulgación.

En 2022 se sacrificaron en España un total de 600.599 patos y ocas para la producción de 1.079 toneladas de foie gras, según datos proporcionados por la Asociación Interprofesional de las Palmípedas Grasas (Interpalm), que representa todos los eslabones de la cadena de producción del foie gras en España. Las granjas se encuentran principalmente en Castilla y León, Navarra, País Vasco, Catalunya y Aragón.

La mayor parte de esa producción se queda en el país, ya que a pesar de ser uno de los cinco únicos productores que quedan en Europa, junto con Francia, Bélgica, Bulgaria y Hungría, España es también uno de los principales consumidores a nivel mundial. Más allá de Europa, también son grandes productores EEUU, China y Canadá.

Hígados multiplicados por diez

Cuando las aves llegan al matadero, sus hígados hipertrofiados han alcanzado un peso que llega a multiplicar por diez el original. “Ahora mismo para que un hígado sea considerado foie gras por la normativa europea tiene que pesar 300 gramos si es de pato o 400 si es de oca y esos pesos solo se pueden conseguir mediante la alimentación forzada”, lamenta Moreno. “Por eso también estamos trabajando a nivel europeo, para conseguir que se eliminen los pesos mínimos de forma paralela a la alimentación forzada”, añade.

Por el comportamiento migratorio de sus antepasados, que se alimentaban en exceso para almacenar energía antes de largas migraciones, los esófagos de los patos están lubricados y tienen facilidad para dilatarse, lo que no exime de riesgo la alimentación forzada. 

“El embudo puede dañar a los animales cuando la acción de alimentación forzada no está bien controlada y la cantidad de alimento parece ser la causa de ciertos tipos de lesiones, en particular inflamaciones moderadas”, explica la investigadora Joanna Litt, responsable de proyectos de bienestar avícola al aire libre del Instituto Técnico Avícola de Francia (ITAVI).

“También sabemos que el esófago de los animales se vuelve más frágil debido a la dilatación de los tejidos, inducida por las grandes cantidades de alimentos consumidos o distribuidos, y que la sobrecarga metabólica puede provocar daños en la salud y un aumento de las molestias relacionadas con la regulación térmica y el aumento de peso”, señala Litt. 

Como consecuencia de la alimentación forzada, los patos implementan mecanismos para evacuar el exceso de calor, fundamentalmente jadear y beber agua, apunta en uno de sus trabajos la investigadora francesa. 

El otro gran cambio que se ha observado tras la alimentación forzada es que se reduce la frecuencia y el tiempo dedicado al acicalamiento de las plumas: “Este comportamiento, que ocupa un lugar importante en el tiempo del pato, puede asociarse a un estado de bienestar y disminuye en caso de dolor o cuando la densidad de cría es elevada”. Litt explica que el abandono del acicalamiento, que acarrea un deterioro del plumaje, es signo de una alteración en el estado de los animales y puede entenderse por un mayor tiempo dedicado al jadeo o por la falta de opciones para mojarse la cabeza.

Las investigaciones y reportajes de Igualdad Animal en granjas de España y Francia muestran cada año vídeos y fotografías de aves heridas, con problemas para mantenerse en pie, estresadas, vomitando, con picos rotos e incluso ensangrentadas. El último fotorreportaje, realizado por el fotógrafo Aitor Garmendia en cinco granjas y un matadero de Francia, refleja el proceso.

Los productores de foie gras en España, representados por Interpalm, no han querido hacer declaraciones a este periódico sobre el bienestar de las aves o las peticiones de activistas y se han limitado a proporcionar datos de producción. En su web, el proceso de cría y cebo de los patos aparece detallado en un vídeo explicativo de dibujos animados y música agradable en el que se refieren a alimentación forzada como “alimentación pautada”.

Si nos atenemos a las propias normativas europeas, la Directiva 98/58/CE del Consejo, de 20 de julio de 1998, recoge en su artículo 14: “No se suministrarán a ningún animal alimentos ni líquidos de manera que les ocasionen sufrimientos o daños innecesarios”. También existe una carta específica creada por los cinco países europeos productores de foie gras, Euro Foie Gras, con recomendaciones relacionadas con el bienestar animal, pero no vinculante desde el punto de vista legal. 

La controversia que envuelve la producción del foie gras ha provocado que la elaboración de esta tradicional ‘delicatessen’ esté prohibida en 18 países, entre los que se encuentran Reino Unido, Italia, Argentina, Suecia o Austria. También ha sido vetada su importación en la India, así como en la ciudad de Nueva York o los palacios reales británicos. En el estado de California se prohibió en 2004 la producción pero sí se permite la compra para uso individual.

¿Cuál es el futuro?

Litt, que trabaja en el sector desde hace 15 años, asegura que en este tiempo ha visto “numerosos avances y cambios en las prácticas, especialmente en el engorde”. Sin embargo, no ve que el fin de la alimentación forzada esté cerca: “Actualmente no existe otra alternativa que pueda utilizarse a este mismo nivel de escala para producir foie gras”. 

El foie gras ha conseguido posicionarse como un producto tradicional y para compartir asociado a celebraciones. “Tradicional”, “para compartir” y “festivo” son algunas de las palabras que más se asocian con este producto, según una encuesta de 2019 que recoge la investigadora Litt en su trabajo. El modo de producción y el componente de “bienestar animal” están casi ausentes en las asociaciones espontáneas de los entrevistados, lo que evidencia la fuerte disonancia que existe entre la percepción del producto y su producción.

“Las organizaciones de defensa animal llevamos años visibilizando y creando debate con este tema. No solo hemos hecho investigaciones, incluso hemos llevado el tema a pie de calle”, comenta Javier Moreno, de Igualdad Animal. 

El último Eurobarómetro, publicado el pasado mes de octubre, muestra que la protección del bienestar de los animales es esencial para los europeos. El 84% cree que el bienestar de los animales de granja debe protegerse mejor en su país de lo que se protege en la actualidad. 

“Sí que hay una recepción completamente de rechazo a esa práctica. Muchas personas lo conocen, incluso ya nos dicen ‘sí, sí, yo desde que me enteré cómo se hacía, no lo he vuelto a comprar’. Sí que hay una coherencia al respecto”, explica Moreno.