Pocas imágenes son más propias del campo español que un conejo saltando al alba o al anochecer. Camuflado en su pelaje y la penumbra, cruza un camino o una vereda. Sin embargo, sus poblaciones han menguado de tal manera que la especie ha sido considerada como “en peligro” en la actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su anterior estatus global (de 2008) era de “casi amenazada”. La situación del conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) empeora.
El dictamen de la UICN explica que “aunque los conejos europeos están muy extendidos” la especie experimenta un declive suficiente en sus áreas de distribución natural, es decir, España, Portugal o sur de Francia, como para agravar su calificación. La Unión añade que hay conejos en toda Europa, pero que su evaluación se refiere a estas zonas donde es autóctono.
La evolución en forma de picos y valles de las poblaciones en España muestran que, incluso en los puntos altos, el número de conejos no alcanza los niveles que previos cuando había “alta densidad”.
El conejo silvestre desarrolla un ritmo de reproducción muy alto, lo que le permitía mantener sus poblaciones a pesar de ser cazado durante todo el año. Sin embargo, esa capacidad de multiplicarse no ha podido compensar la introducción humana de enfermedades víricas contra la especie (la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica) ni la posterior degradación de su hábitat por la agricultura a gran escala.
La caída del conejo desencadena una batería de problemas ambientales. Es una especie clave. Es una presa fundamental para depredadores ibéricos en grave peligro como son el lince y el águila imperial. Pero hasta otras 40 especies se alimentan ocasional o habitualmente de conejos. El declive del conejo arrastra a muchos otros estratos de los ecosistemas. Además, los técnicos llaman a esta especie “ingeniero de ecosistemas” pues su actividad modifica el entorno y la disponibilidad de recursos.
El cambio, a peor, de la evaluación a nivel global que ha hecho la Unión “un nuevo episodio de enfermedad hemorrágica ha provocado la disminución de las poblaciones hasta el 70%”, dicen, puede traducirse más adelante en un revisión de la especie en España. Hasta ahora, mientras la UICN calificaba esta variedad como “casi amenazada”, en España era una especie “vulnerable”. La especie ha sido objeto en 30 años de diversos programas de recuperación (en los que se han invertido cientos de miles de euros) que, de momento, no han conseguido revertir la caída del conejo de monte.
La UICN ha evaluado para esta edición de su lista roja 112.432 especies de las que más de un cuarto (30.178) presentan peligro de extinción. Han observado “verdaderos declives” en 73 variedades y mejoras en otras diez. “El cambio climático se suma a las múltiples amenazas. Tenemos que actuar con decisión y urgencia para frenar la crisis”, ha dicho la directora interina de la Unión, Grethel Aguilar. La organización, que presenta el documento en el contexto de la Cumbre del Clima de Madrid, ha observado que la crisis climática “ha contribuido a la disminución de especies”. Desde una gran variedad de peces en Australia al loro imperial de Dominicana que pasó a estar en “peligro crítico” tras el huracán María de 2017. Quedan menos de 50 ejemplares maduros en la naturaleza.