Y, de repente, silencio. Las carcajadas, el murmullo y el jolgorio se esfuman con una sola frase, el gesto se retuerce y la mirada se vuelve tenaz. 500 chicos y chicas de entre 13 y 16 años llevan desde las 9.00 de la mañana escuchando cómo la educadora social Marina Marroquí descifra la raíz del machismo, pero nada como lo que acaban de escuchar. “A mí me maltrataron. De los 15 a los 19 años. A mí me insultaron, me humillaron, me violaron. Y le perdonaba una y otra vez. Nunca se lo conté a nadie”. Es fácil adivinar lo que piensan. ¿Cómo pudo caer? ¿Cómo no se dio cuenta? Con lo “inteligente”, “directa” y “extrovertida” que es...
Son estos algunos de los adjetivos con los que solo hace un par de minutos han definido a Marroquí, que esta semana ha recorrido varios institutos madrileños con su monólogo El amor no duele. El taller forma parte de una campaña puesta en marcha por el Área de Políticas de Género y Diversidad del Ayuntamiento de Madrid con motivo del 14 de febrero, Día de San Valentín. A mitad de semana, le ha tocado en el CEIP Ramiro de Maeztu con alumnos de 3º y 4º de la ESO. “Sois la primera generación de este país a la que educan con más libertad, pero ¿por qué seguimos queriendo siempre al chico alto?”, les pregunta Marroquí.
Comienza así el relato que dibujará ante ellos el espejismo de la violencia machista, el que concibe al maltratador como un monstruo y el maltrato como algo ajeno que solo se demuestra mediante la violencia física y que no le puede pasar a la mayoría de mujeres. Y es que tal y como reconocía la socióloga Elena Casado en esta entrevista en El Salto, cuando insta a su alumnado universitario a que recopilen campañas institucionales contra la violencia de género, “nadie se siente identificado”. Ni como agresores ni como víctimas.
¿Es siempre tan fácil reconocer una relación de maltrato? ¿Solemos verlo en el resto, pero no en nosotras? ¿Qué hacer con los “el mío no es el típico caso” y los “eso no me puede pasar a mí”? ¿Dónde está la línea roja? ¿Cómo identificar algo que está tan enraizado?
A pesar de que los datos que acreditan un incremento de las denuncias de violencia de género entre adolescentes son engañosos y las expertas huyen de la alarma social, la realidad es que siguen perviviendo comportamientos machistas y sexistas en la juventud. Con el objetivo de llegar al origen de lo aprendido, Marroquí se ha metido en el bote al alumnado prácticamente desde el inicio de la sesión. Mediante bromas, palabrotas, recursos adolescentes y grandes dosis de humor logra conectar con un auditorio que permanece atento durante dos horas seguidas.
“Rubia”, “tetas”, “alto” y “fuerte”
La pregunta de Marroquí sobre el deseo común de un chico alto y que ha desatado revuelo viene tras la exposición de una decena de dibujos como parte de la dinámica con la que suele empezar su taller y que, en esta ocasión, y ante la envergadura del auditorio, no va a llevar a cabo. Se trata de que cada adolescente dibuje a su chico o su chica ideal y especifique cinco características físicas y de personalidad que querría que tuviera. Varios adjetivos sobresalen sobre todos los demás: “que tenga tetas”, para ellas; “alto y fuerte”, para ellos. También hay un “cero machista” y un “punto de chulo”, varios “cariñoso” e “inteligente”, muchos “rubia”, “ojos azules”, “depilada” y algún que otro “sumisa”.
Se oye una queja generalizada de voces femeninas ante este último concepto. “Todas me habéis mirado con indignación”, resume Marroquí, que prosigue lanzando varias preguntas al aire. “¿Cómo puede ser que todos los dibujos se parezcan tanto?” –“¡por el estereotipo!”, grita una alumna del fondo–. “¿Quién dice cómo debemos ser?”. Las respuestas se suceden entonces y señalan a la televisión, a la publicidad, a las películas, a Internet. Prácticamente una hora después, la educadora social ha desentrañado el machismo más o menos sutil de multitud de referencias culturales que tienden a seguir los adolescentes y les pone un espejo delante.
“Si ya sé que es muy machista, pero esa déjamela”, clama una miembro de la audiencia sobre la película 50 sombras de Grey. Videojuegos, series y programas de televisión, películas Disney, anuncios de diferentes productos, Crepúsculo, A tres metros sobre el cielo... El análisis da para largo, pero se resume en las dos reglas de oro del machismo, a juicio de Marroquí. “Hacerse invisible y educar a los hombres y a las mujeres por separado”.
“¿Qué no perdonaríais?”
Cuando llegan las preguntas serias, escuchan con calma. “¿Cómo vivimos el amor chicos y chicas? A vosotros os suelen enseñar que si se rompe, es que es así; a vosotras que siempre tienes que seguir esforzándote”, explica en un disparo directo a los mitos del amor romántico y sus habituales mensajes. “El verdadero amor puede con todo”, “el que no tiene celos, es que no está enamorado”, “el amor todo lo cura”, “si amas, todo se soluciona”. “¿O no?”, les pregunta. “¿Qué no perdonaríais por amor?”.
“Que te ponga los cuernos”, “que te pegue”, “que te mienta”, “que te haga chantaje emocional”... Pero, “¿Qué diferencia hay entre que te controle y que te cuide?”, lanza Marroquí. El auditorio se queda en silencio y ella comienza a contar su propia historia de maltrato.
El espejismo de la violencia machista se descubre y ellos la ven más cerca, más posible. “¿Cómo es que ella, después de lo que nos ha contado, pudo ser maltratada?”, se preguntan. Es parte del taller y de lo que Marroquí utiliza precisamente para desterrar la incredulidad y que no lo sientan como algo ajeno. En el turno de preguntas, son solo chicas las que intervienen. “Has dicho que te quedaste sin amigas, ¿porque él te obligó o porque decidiste alejarte?”. “Cuando te violó, ¿te diste cuenta de que te estaba violando?”. “¿Cómo volviste a confiar en los hombres?”. “Cuando se fue con otra chica, ¿te planteaste decírselo?”.
Al final de la sesión, un pequeño grupo se acerca a ella mientras la mayoría corre para aprovechar los 20 minutos que tendrá de descanso. Una chica cuenta y el resto escucha hasta que se pone a llorar desconsoladamente. Dice que es su hermana, que está segura de que está viviendo todo lo que Marroquí ha detallado. Se lo ha dicho en alguna ocasión, pero de momento no ha surtido efecto. Quizás ahora le hablará de lo que ha aprendido hoy, y no solo una vez, hasta que sea capaz de identificar que “el amor no vale la pena, vale la alegría. Y si no, no es amor”.