Esquí a toda costa en tiempos de crisis climática: toda la nieve de los Juegos Olímpicos de Pekín es artificial
Da igual que sean las montañas elegidas para unos Juegos Olímpicos o una pequeña estación en el centro de la península ibérica. En un mundo recalentado por la crisis climática, cada vez nieva menos. Y lo que cae, se funde más rápido. Pero, aún así, se mantiene el esquí a toda costa. Ya sea en los juegos invernales de Pekín o en Navacerrada, a base de captar agua se multiplica la producción de nieve artificial que permita esquiar por lenguas blancas sobre montañas pardas.
La capital china se empeñó en ser la primera urbe en organizar unos juegos de verano y luego de invierno. Pero ha tenido que llevarse las pruebas de nieve a unas montañas a unos 200 kilómetros al noroeste. Los montes Yin.
La cuestión es que allí tampoco nieva ya con regularidad y fuerza. Así que se ha fabricado toda la nieve necesaria. Se han empleado 185 millones de litros de agua para cubrir 800.000 metros cuadrados, según los cálculos de la propia organización. Los cañones han estado un mes lanzando copos para llegar a tiempo a la inauguración del 4 de febrero. No es la primera vez que unos JJOO de invierno fabrican gran cantidad de nieve: en Sochi 2014 (Rusia) se produjo el 80% y en Pieonchang 2018 (Corea de Sur) se llegó al 90%.
Deporte menguante, arma política creciente
A 8.000 km de distancia, en el sistema Central español, la estación de esquí de Navacerrada, cuya licencia para operar sobre terrenos públicos de Parques Nacionales expiró en abril de 2020, lleva más de un mes abierta gracias a un embrollo judicial propiciado por la Junta de Castilla y León.
El PP optó por montar un frente más de confrontación con el Gobierno nacional en Navacerrada. Por la estación han pasado recientemente el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, la presidenta de Madrid y el líder del partido Pablo Casado.
Pero, a pesar de esto, la realidad climática no ha variado: sin cañones no se abren las instalaciones porque no cae nieve suficiente. Navacerrada presenta esta semana cinco pistas operativas que suman 1,4 kilómetros esquiables. Todas con “nieve producida”, es decir, fabricada con cañones, según informa la estación.
Para fabricar esa nieve, la estación extrae agua de un arroyo con un permiso de la Confederación Hidrográfica del Duero que el propio organismo ya ha dado por expirado, pero que también se dirime en un recurso. Mientras no haya resolución, el bombeo continúa.
Ya sea un macro evento como el de China o un minúsculo resort en España, ambos tienen un común denominador. “El cambio climático está erosionando la posibilidad de que los deportes de nieve y hielo se celebren en condiciones naturales”, resume un informe del pasado enero del Grupo de Ecología del Deporte que reúne a académicos de diversas universidades. “Desde los Alpes a los Pirineos o desde las Montañas Rocosas a los Andes, los aficionados reportan temporadas más cortas, menores espesores de nieve y glaciares derritiéndose”, apunta el trabajo.
Desde los Alpes a los Pirineos o desde las Montañas Rocosas a los Andes, los aficionados reportan temporadas más cortas, menores espesores de nieve y glaciares derritiéndose
Las evidencias científicas no paran de amontonarse. En toda Europa “el registro de nieve mantiene una clara inclinación negativa, dándose una disminución de la cobertura nival a lo largo del tiempo en la mayor parte del territorio”, concluyó el Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC en su análisis de índices climáticos de octubre de 2020. Su trabajo abundaba en que, en el Pirineo aragonés, “disminuye la cantidad de nieve, seguramente relacionado con el aumento de las temperaturas”.
La Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) explica que la “extensión de la cobertura de nieve en el hemisferio norte ha decaído significativamente en los últimos 90 años. La mayoría de reducciones se han dado a partir de 1980”. Desde 1967 a 2015, el decrecimiento general de esta extensión en Europa es de un 13% al llegar al mes de marzo y un 76% cuando empieza junio: “El volumen de nieve en Europa ha caído más rápidamente que la media del hemisferio”. Más allá del problema con la práctica del esquí, la falta de nieve tiene implicaciones serias en el reflejo de la radiación solar, los recursos hídricos, la flora, la fauna y su ecología, recuerda la EEA.
El Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas del Gobierno (el CEDEX) analizó en 2017 los datos recopilados entre 1950 y 2006 y concluyó que, solo en los Pirineos, la máxima nieve acumulada pasó de 4.500 hm3 en 1950 a, aproximadamente 2.000 en 2006. La temperatura media pasó de 5,5ºC a 6,8ºC.
“Se ha observado que la duración de la cobertura de nieve ha declinado en casi todas las regiones, especialmente en cotas más bajas, con una media de cinco días por década”, apunta el informe sobre Áreas de Alta Montaña del Panel Científico de la ONU sobre cambio climático.
Las proyecciones del sistema europeo de observación por satélite Copernicus son que, en un escenario intermedio de emisiones de gases invernadero, en los Pirineos españoles –en alturas de 1.500 metros o más– en 2040 nieve entre un 13 y un 14% menos que la media 1981-2010. En el sistema Central (Madrid o Segovia) un 17% menos, en Granada (Sierra Nevada) un 20% o en el sistema Ibérico más de un 17%. Para las siguientes décadas, el panorama empeora.
Salvar el turismo blanco
La cuestión es que “el turismo de esquí juega un papel crucial en el funcionamiento socioeconómico de las áreas de montaña europeas, desde los Alpes a los Pirineos pasando por Escandinavia o el este de Europa”, como describe esta reciente investigación plurinacional sobre el impacto del cambio climático en el sector. Tan importante es ese papel que el proyecto Copernicus tiene un sistema concreto de Indicadores de meteorología para el turismo de montaña y la nieve.
“Las condiciones meteorológicas gobiernan el funcionamiento de estos resorts. No solo por la nieve natural sino por las condiciones para fabricarla”, describe el equipo científico que remata: “El turismo de esquí está amenazado por el cambio climático”.
El turismo de esquí juega un papel crucial en el funcionamiento socioeconómico de las áreas de montaña europeas y está en peligro por el cambio climático
Así que, a falta de nevadas, se enchufan los cañones. En muchas ocasiones son un refuerzo a lo que aportan las nubes. En el caso masivo de Pekín o el súper local de Navacerrada, sin las máquinas no hay esquí. La Asociación de Estaciones de Esquí y Montañas de España (Atudem) no ha contestado sobre si el futuro de su negocio pasa por la nieve artificial y las posibles implicaciones ambientales.
Además, los cañones no sirven siempre: en condiciones de humedad baja, sí puede fabricarse nieve incluso a temperaturas de 3ºC gracias a los aditivos que lleva el líquido, pero en caso de humedad alta, del 60% o más, es necesario que el
termómetro caiga a bajo cero, detalla el informe del Grupo de Ecología del Deporte.
Juega en su contra el estudio del IPE-CSIC, que corroboró que ha habido “una disminución del número de días y noches frías al año, mientras que se observa un aumento del número de días y noches cálidas en la mayor parte de Europa”.
Coste medioambiental
¿Cuál es peaje ambiental? El primero es el consumo de agua. El cálculo es que con un metro cúbico de agua se consiguen dos metros cúbicos de nieve. Unos 20.000 m3 de líquido para cubrir una pista de unos 1.600 metros de largo. La organización de Pekín 2022 ha justificado que ese agua retornará al medio una vez fundido el manto. El mismo argumento aplicado por la estación de Navacerrada al arrancar su maquinaria. Los cañones, lógicamente, consumen energía. Pekín afirma que prácticamente toda la electricidad que han necesitados sus fábricas de nieve se han alimentado con fuentes limpias.
La nieve artificial no es nieve pura. Lleva aditivos para, básicamente, conseguir que dure más. Los efectos de estos productos tanto en la ecología de los hábitats como de las personas han generado temores. La Agencia Francesa de Seguridad ambiental y salud laboral llevó a cabo una evaluación de riesgos que concluyó que los aditivos, de origen bacteriano, no pueden infectar a las personas y que un equipo adecuado rebajaba los riesgos al mínimo para los operarios.
Otra cosa la alteración a los ecosistemas. Las preocupaciones siguen ahí y las implicaciones todavía no se comprenden bien: la nieve artificial se mantiene más tiempo y favorece la creación de capas de hielo, lo que altera las condiciones para la flora y la fauna de las montañas.
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