Cómo esquilmar acuíferos durante años lleva a la invasión de agua salada (y ahora toca rellenarlos para seguir regando)

Raúl Rejón

7 de mayo de 2023 22:02 h

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En la costa de Granada, en uno de los puntos del boom del aguacate en España, el acuífero exprimido para regar las fincas, se vuelve inservible: a base de extraer agua se ha vaciado tanto que le ha invadido el agua del mar. Y una vez salado, el líquido no es apto para los árboles.

Así que, desde enero pasado, se está echando agua dulce en dos puntos para recargar el esquilmado acuífero del Río Verde. La idea es rellenar el depósito subterráneo con líquido válido, que retroceda el agua salada y poder extraer recurso apto para regar cuando sea más necesario.

Ahora que muchas zona de España atraviesan problemas graves de escasez para satisfacer los niveles de demanda de agua habituales y hay sequía meteorológica, este caso ilustra una faceta del problema hídrico español muchas veces desapercibida: la sobreexplotación le abre la puerta a la intrusión marina.

Y el acuífero contaminado acaba por convertirse en inútil: “La mezcla de un 2% o 3% de agua marina hace que el agua extraída resulte inapropiada para la mayoría de usos”, resalta este análisis de las consecuencias de la intrusión marina del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).

El problema –que inutiliza este recurso como “garantía de disponibilidad de agua”, como lo define el IGME– afecta a todo el litoral, pero especialmente a las costas del Mediterráneo, el Atlántico sur y las islas. De las 95 masas subterráneas costeras españolas (península y archipiélagos) solo 39 están libres. 11 tienen intrusiones localizadas, otras 29 más amplias (zonales) y otras 16 padecen intrusión marina generalizada.

“La intrusión marina está directamente relacionada con la sobreexplotación de los acuíferos. De hecho, ha habido desde que hay agricultura en la costa

“La intrusión marina está directamente relacionada con la sobreexplotación de los acuíferos. De hecho, ha habido desde que hay agricultura en la costa” , explica la doctora en Hidrogeología de la Universidad Jaume I, Arianne Renau Pruñonosa. “En el Levante, por ejemplo, se ha constatado con la explosión de los cítricos en los años 80. Y en la costa se concentran grandes núcleos urbanos, el turismo y muchos pozos han debido abandonarse porque el agua salina no sirve”.

Romper el equilibrio

Los acuíferos costeros no tienen unas barreras sólidas. Se extienden desde el continente y por debajo del nivel del mar. Pero existe un equilibrio entre la masa de agua dulce y la salada. Un equilibrio que se mantiene, en general, a lo largo de la línea de costa y tiene forma de cuña. La zona de contacto de ambas masas, una zona de transición, es una superficie que puede ensancharse varios metros, no es una línea.

“Si en la zona del continente, donde se sitúan las casas, los cultivos o los hoteles, se va sacando agua de manera acelerada, el mar, que es casi infinito, empuja y avanza porque su agua es más densa”, explica la investigadora. Y eso hace que cuando se perfora para bombear, lo que salga sea agua salada.

La recarga de agua dulce trata de crear un barrera ante el avance de la salada y recuperar de esa manera el equilibrio. Así, las extracciones del acuífero serán, otra vez, sobre masa de líquido apto para utilizarse. Este recurso se ha aplicado especialmente en California (Estados Unidos). “Son los campeones de la recarga artificial, desde luego”, concede Renau.

Y una de estas zonas contaminadas en España es la que se está recargando ahora en Granada. Su periplo concreto ayuda a entender el fenómeno general. Allí, la sobreexplotación es de décadas: “En el año 1983 comenzaron a ser patentes los síntomas de sobreexplotación en el acuífero del río Verde en relación con la transformación agraria”, explicaba este estudio específico sobre esa masa subterránea. “Estos síntomas se manifestaron en la salinización de captaciones”.

El acuífero del que se nutre la zona, dedicada a cultivos subtropicales como son el chirimoyo, el mango o el aguacate, se recarga con la lluvia y los ríos con unos 14 hm3 al año. Eso hace que el recurso disponible sea de 9 hm3. Se extraen cada curso unos 13 hm3. Se lo explota al 130%, según la Demarcación Hidrográfica de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas dependiente de la Junta de Andalucía.

Situación de emergencia

Aunque el proyecto de plan hidrológico de la Junta para 2021-2027 (en trámite y con retraso) decía que “la masa de agua no presenta intrusión marina”, los regantes de la zona pidieron en junio de 2021 que se recargara con agua dulce de fuera. “El riesgo de salinización lo tiene en situación de emergencia”, decía el Ayuntamiento de Almuñécar, la localidad más afectada. La Junta aprobó la idea en julio. E informó de que la masa está sobrexplotada y en mal estado.

“Es difícil saber cuánta agua tiene un acuífero, pero sí calcular cuánto le llega –la recarga– y cuánto sale”, explica la hidrogeóloga Renau Pruñonosa. “Cuando entra más de lo que sale, es sostenible. Si es al revés, se está sobreexplotando. Los bombeos con pozos sacan mucho y a mucha velocidad, por lo que se vacía rápido”.

Este acuífero costero no es, desde luego, una excepción de sobreexplotación y peligro de intrusión marina. El del Llobregat o Campo de Dalias son otros ejemplos –además de los casos más famosos de extracción excesiva como Doñana y las Tablas de Daimiel–. Pero sí describe bien la situación de las masas que se sitúan en la costa al admitirse en los propios documentos para iniciar la recarga artificial que se chupa más agua de la que hay disponible.

El Ayuntamiento de Almuñécar licitó en enero 2023 un contrato “muy urgente” para las actuaciones de recarga del acuífero que recogía “la persistente falta de lluvias de los últimos años”, pero también apuntaba “la sobreexplotación del mismo debido a la demanda de riego a las plantaciones existentes”. Y remataba: “Los datos recogidos en las últimas fechas hacen que el sistema de Río Verde se encuentre en emergencia por la progresiva salinización que se está detectando”.

La solución de urgencia que han puesto en marcha en este acuífero es enviarle hasta julio un hectómetro cúbico. Una acción “transitoria y no muy abundante”, analiza José Manuel Murillo Díaz, jefe del Área de Hidrogeología y Calidad del Agua del IGME. Los regantes esperan poder usar el agua de la presa de Rules, al norte, en 2026.

Las recargas son complejas y caras, pero tienen un efecto positivo a nivel social porque la población, al ver lo que se está haciendo, se preocupa más por esta cuestión. Aprenden

Renau Pruñonosa considera que “la recarga funciona, aunque es costosa”. Y añade que “los tiempos de la hidrogeología son a medio y largo plazo. Un acuífero no se recupera en un año. Los tiempos son otros” por lo que hace falta abordar la problemática desde diversos puntos de vista: “Puede recargarse cuando haya un volumen de agua disponible, pero también si se extrae menos va a ayudar a recuperar la masa”.

La opción utilizada en Granada es, quizá, la más sencilla: se bombea agua desde una estación de tratamiento y se deja caer por gravedad en el lecho del río para que filtre. Otras operaciones más complejas suponen inyectar mediante pozos en profundidad agua para crear una barrera de líquido dulce frente al avance del agua de mar.

Murillo Díaz apunta que hay que ser cuidadoso con estos procesos al ser, en general, “una operación compleja y cara” y que obliga a que el agua que se aporta esté bien tratada para evitar “contaminantes emergentes como son los medicamentos, los perfumes o los barnices”. Con todo, considera que “tienen un efecto positivo a nivel social porque la población, al ver lo que se está haciendo, se preocupa más por esta cuestión. Aprenden”.