Hacían tanta falta que están trabajando sin haber firmado aún el contrato definitivo. “Nos llamaron hace una semana, nos necesitaban urgentemente. Hicimos los papeles correspondientes, firmamos unos precontratos y nos pusimos a trabajar”. Como María, estudiante de 4º de Enfermería, decenas de alumnos de último curso de ese grado y de Medicina se están incorporando estos días a diferentes hospitales para ayudar al personal sanitario, desbordado en los centros.
Estas jóvenes respondieron sin pensarlo a la llamada de las autoridades, con la vocación de servicio por delante. Ante la saturación en los hospitales y las bajas entre los profesionales sanitarios que se van contagiando, Sanidad está tirando de todo lo que tiene: trabajadores en el paro o jubilados, extranjeros a los que se homologa el título a marchas forzadas y, finalmente, estudiantes a punto de titular.
Las estudiantes de Enfermería hablan de “decenas” de alumnas en los hospitales que les han tocado, entre ellos el Clínico San Carlos de Madrid o el Hospital del Sureste, en Móstoles. La naturaleza de su trabajo les ha llevado directamente en las plantas, donde algunas han entrado en primera línea atendiendo a pacientes contagiados de coronavirus. Otras se quedan fuera y ejercen de apoyo de las enfermeras profesionales.
El número de estudiantes de Medicina de momento parece más reducido –la Comunidad de Madrid está recopilando datos–. En su caso sí están aislados de los pacientes contagiados: se están dedicando a labores relacionadas con la recogida de información clínica de pacientes.
En un principio y en teoría, estas estudiantes no iban a tener contacto con los pacientes. Solo iban a hacer trabajo auxiliar. A fin de cuentas, no están tituladas siquiera y, como no han firmado los contratos definitivos aún (el compromiso inicial varía entre uno y tres meses), tienen dudas respecto a las coberturas que les proporcionará su seguro. Como no están graduadas, tampoco pueden colegiarse. “Hasta entonces, mucho cuidado, tener claro lo que estamos haciendo y si hay dudas, preguntar”, explica una enfermera. “Es importante que nos protejamos a nosotras mismas, no sé quién se va a responsabilizar si ocurre algo en alguna habitación, ese no es nuestro trabajo”, advierte otra.
“Desde el primer momento lo tuve claro”
Laura López estudia en Madrid, pero como reside cerca de Toledo ha sido destinada al Hospital Virgen de la Salud de esta localidad castellana. Ella está a dos meses y un Trabajo de Final de Grado (TFG) de ser médica titulada. “Desde el primer momento [que nos contactaron] tenía claro que lo haría, aunque con un poco de escepticismo porque no sabía qué nos iban a pedir”, cuenta.
Entre las propias estudiantes y algunos profesionales había cierto recelo ante esta iniciativa. Las alumnas, por si les ponían a hacer cosas que no les tocaba. Los médicos, temerosos de que la supuesta ayuda se tradujera en tener que estar pendientes de un estudiante no completamente formado. No ha sido el caso.
Para los aspirantes a médico, relata Laura, porque “nos están pidiendo cosas que sabemos hacer”. En su caso, se dedica a revisar historiales clínicos de los pacientes para enviar informes de antecedentes, etc. a los médicos, que son quienes sacan sus conclusiones. “Es prácticamente lo mismo que estoy haciendo en mi TFG, no hemos tenido que aprender algo nuevo ni adaptarme”, explica. Ella y su compañero –está previsto que sean seis en total– están en una sala propia, aislados de los enfermos y si tienen alguna duda sobre el trabajo tienen un teléfono al que acudir.
La situación ha sido diferente para algunas enfermeras. María, que prefiere no dar su nombre real, empezó esta semana en un puesto de apoyo a enfermeros. “Pero de apoyo a enfermeros, poco”, relata. “Nuestras competencias deberían ser ayudar a las enfermeras, y hay algunas que sí están haciendo eso, pero la mayoría de nosotras nos estamos encontrando una falta de personal brutal y estamos ejerciendo de enfermeras. Yo me paso la tarde sola con mis pacientes, en mi planta había dos profesionales para 25 camas. Y con ocho ya vas regular”.
“No me han contratado para eso”
Marta, también estudiante de 4º destinada al Clínico San Carlos, en Madrid, confirma este relato. No es su caso personal, pero sí el de muchas compañeras. “Yo me quedo fuera [de las habitaciones], somos las manos limpias de las enfermeras. Ellas se meten en las habitaciones con todo el equipo de protección personal (EPI) y si surge algo no pueden salir por el riesgo de contagio: para eso estamos nosotras”, explica. “Yo me he negado [a hacer labores de enfermería], no soy enfermera y no llevo pacientes, no se me ha contratado para eso”.
Pablo Lara, presidente de la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina y decano de la facultad de la Universidad de Málaga, confirma que en el caso de los estudiantes de Medicina “el tipo de actividad es de registro de datos epidemiológicos, no es asistencial”.
Y valora que así sea (al menos para los futuros médicos). “Es importante porque ante esta situación queremos colaborar, pero a la vez hay que hacer notar que hablamos de estudiantes, no de profesionales sanitarios: hay que considerar la formación que tienen y que esto determine las actividades que pueden o no realizar”, reflexiona.
Lara también cree que antes de tirar de estudiantes habría que movilizar todos los recursos a disposición de las autoridades, como por ejemplo los médicos que hicieron el MIR este año (15.000 aspirantes y casi 10.000 aprobados) y tendrían que haberse incorporado a los hospitales en abril, proceso que ha sido paralizado de momento. ¿No se está haciendo? “De forma desigual”, responde Lara.
Antonio Pujol de Castro, presidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina, coincide con el decano en señalar que las estudiantes deberían ser el último recurso. Pujol también recomienda a sus compañeros que se aseguren de que se incluye un seguro de responsabilidad civil y añade que sería necesario asegurar también “que puedan dejar el trabajo en cualquier momento sin ninguna penalización, porque son estudiantes de 6º que tienen que empezar a preparar el MIR (el examen de acceso a la especialidad) y retomar la actividad académica en un momento dado”.
“Las enfermeras daban aplausos cuando llegamos”
Las estudiantes voluntarias eran conscientes de la problemática que podría haber presentado su situación, pero relatan que in situ no se ha dado y agradecen que han sido bien recibidas por los y las profesionales. “Las enfermeras daban aplausos cuando llegamos, te tratan como a una más”, explica María. “Tienen en cuenta mi opinión, tengo voz y voto”. “Son muy muy agradecidas, me sentí muy arropada”, confirma Marta. Su llegada ha supuesto, a fin de cuentas, un alivio para su carga de trabajo.
La misma situación se ha dado con las médicas, afirma. Laura cuenta una experiencia similar. En su caso no se mezcla tanto con los profesionales porque está confinada en una habitación, pero superado el primer día, que “fue un poco raro porque algunos no sabían que nos habían llamado a los estudiantes”, todo fue bien. “Nos reunimos con el director del hospital, nos explicó y luego un internista nos contó los detalles. Todo muy bien”.
Las consultadas para este artículo refieren que aceptaron porque no conviven con nadie de riesgo (“Si estuviera con mi abuela no lo habría hecho”) y creen que, aunque no es la situación ideal, la medida era necesaria. “Están hasta arriba”, responde Marta pensando en su hospital. “Hay dos enfermeras por turno y nadie fuera [de las habitaciones]. ¿Quién hace las cosas?”, pregunta a modo retórico.
Ninguna, tenga contacto con pacientes o no, se arrepiente de su decisión de presentarse voluntaria. “Aunque nos lo pintaron todo muy bonito el día de la primera reunión y la realidad es bastante distinta, aceptaría otra vez”, asegura Marta. “Me habría presentado aunque me hubieran dicho desde el principio que tenía que tratar con pacientes”, coincide María. “Tenía muchísimas ganas de ayudar, he tenido unas muy buenas prácticas con buenas profesoras durante la carrera y me veía capaz, también por mi situación personal y emocional”, añade. Pero sin estigmatizar a nadie. “Entiendo que hubiera quien no se viera preparada, influyen muchas cosas y hay quien no debería ir por su situación”, añade.
Las tres concluyen con una petición y un mensaje similar, no por oídos innecesarios: “Quedaos en casa; si no, no lo paramos nunca. Muchas gracias a todo el mundo que está trabajando y haciendo posible que esto salga adelante. Y muchas gracias en especial a mi planta, unos currantes que están aguantando mil cosas con una sonrisa en la cara. Se ve la sonrisa debajo de tres mascarillas”.