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El acoso callejero como problema global: el 40% de las mujeres evita lugares en los que lo ha sufrido

Belén Remacha

“Por primera vez en la historia, hay más personas viviendo en ciudades que en áreas rurales”, comienza la ONG Plan International para justificar la necesidad de su nuevo informe, que plantea el acoso callejero urbano como un problema global. Si bien en las ciudades las niñas “tienen más posibilidades de acceder a la educación o de participar en la toma de decisiones, conlleva un nivel importante de acoso sexual callejero, explotación, inseguridad y discriminación”

'(In)seguras en la ciudad: las experiencias diarias de niñas y mujeres jóvenes' se presenta anticipándose al Día International de la Niña, que se celebra este jueves 11 de octubre. Estudia los callejeros de Madrid, Lima, Sidney, Kampala y Nueva Delhi. 21.100 jóvenes entre 16 y 30 años señalaron 6.542 puntos en total en un mapeo abierto llevado a cabo en abril de 2018 con la herramienta Free to Be. El acoso sexual era la principal fuente de inseguridad en todas las ciudades menos Kampala, en la que la primera era el robo.

4.264 de esos puntos, que pretenden presentar ante los ayuntamientos, se percibían como peligrosos porque ahí las usuarias habían sufrido algún tipo de violencia sexual, ya sea física (1.409 casos) o verbal (2.855). A pesar de la idiosincrasia de cada ciudad, la experiencia era muy similar en todas: se normalizan estas situaciones, se sufren tanto de día como de noche, la conducta de los hombres es la principal causa, y sienten la pasividad de los testigos e inoperancia de las autoridades.

Los testimonios han sido contrastados por 400 expertos de 22 países: el 77% de ellos destacó que las agresiones sexuales eran un factor de riesgo alto para las mujeres que viven en ciudades, y que se producen habitualmente en público. El grado de miedo y limitaciones varía -en Kampala el mero hecho de andar sola es una actividad “muy peligrosa”-, pero lo que extraen es que “hasta el más mínimo piropo no deseado conlleva permanentemente el riesgo de escala a una situación más incómoda o directamente violenta”.

En Madrid, adolescentes y jóvenes indicaron unos 800 lugares de la ciudad donde habían sufrido acoso de un total de 951. Llama la atención de los responsables la agrupación de puntos negativos en la capital española “en torno a sitios centrales e importantes, donde uno esperaría que las chicas pudieran acudir sin sentir temor”. En el 11% de los casos, haber presenciado una masturbación en público era la causa de sensación de intimidación. En el mapa se puede ver que situaciones así se han dado en sitios cercanos a Sol o Plaza de España. También en plena Calle Mayor dos chicas escriben cómo un grupo de veinte chicos las persiguieron una noche gritándoles comentarios sexuales.

Las medidas las toman ellas, no ellos

Es famosa la reunión en la que Golda Meier, siendo Primera Ministra de Israel y tras la iniciativa de su equipo de instaurar un toque de queda de mujeres para evitar las violaciones, propuso que fueran los hombres quienes se quedaran en casa a partir de las 10 de la noche. En 2018, una de las conclusiones del estudio de Plan International es precisamente que, aunque en todas las ciudades se señala la conducta masculina como principal causa del acoso, son ellas las que han alterado de alguna manera su vida. Alrededor del 40% han acabado evitando lugares específicos por razones de seguridad en todas las urbes.

En Lima, 33 mujeres afirman que directamente han dejado de asistir a su escuela, trabajo o universidad por miedo. 208 del total del estudio habían tomado la medida drástica de mudarse o cambiar de trabajo o estudios. Madrid era la población en la que más mujeres, el 49%, aseguraban que, simplemente, los incidentes “suceden con tanta frecuencia” que ya estaban acostumbradas, por lo que no modificaban sus rutinas ni denunciaban. Esa situación, para los responsables del estudio, “demuestra claramente que para la sociedad ellas son ciudadanas de segunda categoría”.

Solo el 10% del acoso callejero que se relata en todas las ciudades fue denunciado. De ellas, en Kampala y Lima el 84% y 82% de las veces las autoridades no hicieron nada. En Madrid fueron el 73% las notificaciones ignoradas. “Una noche, mientras esperaba que llegara un amigo, un hombre que merodeaba la zona constantemente se paró entre dos autos a mirarme y comenzó a masturbarse. Le grité que iba a llamar a la policía y se fue corriendo. Cinco minutos después me crucé con un policía, le informé de lo sucedido y el oficial empezó a ligar conmigo”, cuenta una chica de 25 años española.

Los intercambiadores y estaciones fueron los lugares más señalados como negativos en todos los espacios trabajados. Ellie Cosgrave, del College University de Londres y colaboradora del informe, ejemplifica la falta de perspectiva de género en la planificación tradicional de las redes suburbanas, con rutas radiales pensadas para entrar y salir del centro en horario laboral diurno, perjudicando a quienes se tienen que desplazar por la noche. En Sidney es una de las quejas: los trenes dejan de funcionar antes del cierre de los locales de ocio.

Los espacios señalados específicamente como seguros eran generalmente percibidos así por tratarse de “entornos comunitarios” donde “es posible encontrar familias”, más allá de medidas institucionales que se reclaman. La iluminación también es importante. Una de las participantes, Faridah, narra cómo fue esa una de las principales peticiones de su grupo de trabajo en Kampala: “No se nos podía ni ver ni podíamos ver por dónde caminábamos”.

Recomendaciones: escuchar a las implicadas

Tras la recogida de testimonios, se llevaron a cabo talleres y grupos de reflexión entre usuarias, activistas y expertas a partir de los que Plan International ha recabado una serie de recomendaciones. Las dividen en tres bloques, siendo la primera y más básica el fomento de cambios de actitudes de los hombres desde la raíz: debates, campañas municipales (como el 'no es no' de Madrid) o educación en la escuela y familia. Piden que se tenga en cuenta la innovación digital, como se hace en Los Angeles con la aplicación que permite denunciar o solicitar asesoramiento ‘Transit Watch'.

Las otras dos tienen que ver con la participación de las niñas y jóvenes en la toma de decisiones y con la aplicación de políticas públicas. Proponen que trabajen en consenso todos los agentes implicados: chicas afectadas, responsables de autobuses o locales y autoridades. Y que se valoren otros factores de riesgo, como el origen étnico.

Plan International pone el foco en que se desarrollen normativas y formación expresa contra la violencia de género en la calle. Como uno de los ejemplos de éxito, la legislación en Francia: en agosto de 2018 se introdujeron multas que iban aparejadas a la obligatoriedad de acudir a cursos de prevención si alguien realizaba comentarios o conductas sexistas en el espacio público. También sugieren que se replantee la seguridad específicamente en zonas donde hay abuso del alcohol y las drogas. En Madrid, el 22% de las mujeres lo relacionaban con mayor riesgo.

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