Esta semana debe solventarse si el polémico y famoso herbicida glifosato será utilizado, al menos, otros diez años en Europa. La Unión Europea decide en los próximos días si concede una nueva autorización al fitosanitario inventado por Monsanto en 1974. El 25 de octubre, los estados votan la propuesta de la Comisión que autoriza el compuesto hasta 2027. Un día antes, este martes, el Parlamento decide si emite una postura mayoritaria en contra de los planes del Ejecutivo comunitario.
La renovación de licencia para el glifosato está siendo un proceso especialmente arduo en la Unión Europea. Sin esta renovación del permiso del compuesto químico, los estados no pueden autorizar la venta de productos que lo contengan en sus territorios. El permiso ordinario para utilizar el herbicida caducó a mediados de 2016 y la Comisión tuvo que echar mano de una prórroga de 18 meses porque su propuesta de renovación no contaba con el visto bueno de una mayoría amplia de países. La fecha expira el 15 de diciembre.
Las dudas sobre el glifosato se han sostenido en informes cruzados de instituciones internacionales sobre su efecto nocivo sobre la salud de las personas. Más allá de las alertas lanzadas por grupos ecologistas, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la ONU (IARC) advirtió en julio de 2015 de que el glifosato era “probablemente cancerígeno”.
El revés para las empresas de agroquímicos (no solo Monsanto produce herbicidas con glifosato) no duró demasiado. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria emitió su veredicto en noviembre de 2015: “Es improbable que suponga un peligro cancerígeno para los humanos”. ¿El problema? Había utilizado para su informe estudios no publicados y, en ocasiones, proporcionados por las empresas productoras.
Tras dos retrasos en el comité encargado de sacar adelante una propuesta, la Comisión Europea dilató en mayo de 2016 todo el proceso. Esperaba a otro informe de la Agencia Europea de Químicos (ECHA). La ECHA utilizó el material de la Agencia de Seguridad Alimentaria para decidir en marzo de este año que el glifosato “no se puede calificar como cancerígeno”. Parecía que la Comisión tenía el camino expedito para conseguir el respaldo de los gobiernos continentales.
Sin embargo, los cientos de denuncias contra Monsanto en EEUU por supuestas consecuencias fatales achacadas al uso del glifosato dejaron al descubierto las prácticas de la multinacional: fabricaba estudios en favor de su producto que luego eran usados por organismos reguladores e incluso un miembro de la Agencia de Protección del Medioambiente estadounidense estaba en comunicación con los directivos de la empresa a los que alertó de una posible revisión sobre el herbicida. “Si consigo matar esto merezco una medalla”, les dijo. Monsanto preparó con antelación una campaña para defenderse aunque esa revisión, finalmente, fue paralizada.
Lo papeles de Monsanto dieron nuevos aires a los diputados europeos que se oponían a que el glifosato siguiera siendo utilizable. El 11 de octubre pasado celebraron en el Parlamento una audiencia sobre las prácticas de la empresa. Monsanto declinó la invitación.
La carta en la que declinaban la invitación insistía en rechazar que hubieran “influido indebidamente en las investigaciones sobre la seguridad del glifosato”. También aseguraban que “no es el papel del Parlamento Europeo cuestionar la credibilidad del trabajo científico de las agencias independientes ya sean europeas o de terceros países”.
Lo cierto es que los papeles de Monsanto no han preocupado mucho a su protagonista. La misma Comisión Europea, en una contestación parlamentaria del 9 de agosto de 2017, decía que las agencias europeas aseguraban que las revelaciones de los papeles “no tendrían un gran impacto en el dictamen sobre el glifosato” ya que, explicaba la EC, “los expertos de la Unión Europea tienen acceso a los datos en bruto y elaboran sus propias conclusiones”.
El glifosato se utiliza de manera masiva en la agricultura. Los datos indican que, en 2014, se aplicaron 826 millones de kilos de este fitosanitario, el 90% en explotaciones agrícolas. Además, su éxito y utilización masiva están directamente ligados con los cultivos transgénicos. ¿Por qué? Su uso se ha multiplicado por 15 desde que aparecieron las variedades modificadas para resistir este herbicida en 1996. Se calcula que dos tercios de todo el glifosato rociado en EEUU entre 1974 y 2014 se esparcieron en los últimos diez años.
Con su aplicación masiva a escala planetaria llegaron las dudas sobre su seguridad. Así que, este martes, el Parlamento Europeo vota una resolución en la que consideran que “el borrador de regulación de la Comisión falla a la hora de asegurar un alto nivel de protección tanto para la salud humana como el medio ambiente”. Pide que retire esa propuesta y que se abandone el fitosanitario en un proceso que termine en 2020.
Iniciativa ciudadana
Fuentes del Parlamento creen que, tras salir adelante el texto en comisión, “hay una buena oportunidad de que se consiga una mayoría, ya que el Partido Popular Europeo no se puso en contra directamente”. La resolución no es vinculante para la Comisión, pero le pondría todavía más cuesta arriba su plan para obtener un respaldo lo más amplio posible.
El eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi, analiza que “la Comisión es rehén de sus propias palabras ya que quiere una mayoría cualificada que no alcanza. O bien aporta una propuesta nueva o mantiene la actual que no cuenta con esa mayoría cualificada y no renueva el glifosato”.
Además, este lunes, el vicepresidente de la Comision, Frans Timmermans, recibió en Bruselas a los representantes de una iniciativa ciudadana que solicita la prohibición del glifosato. Obtuvieron un millón de firmas y es la cuarta vez que este procedimiento consigue llegar a la Comisión. La iniciativa ciudadana es un mecanismo de participación previsto en la UE por el cual, ahora, el Ejecutivo tiene tres meses para decidir si propone alguna acción que implemente esta petición o si la deja declinar.
Al otro lado, la empresa Monsanto cuenta que “hemos observado con creciente alarma la politización del proceso de renovación para el glifosato en la UE. Un procedimiento que debería ser estrictamente científico pero que, en muchos aspectos, ha sido secuestrado por el populismo”.