La segunda ola de COVID-19 se ha desbocado en Europa. Basta con mirar las curvas de contagios en Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos o República Checa: desde inicios de octubre, más que una curva son una pared vertical, debido al incremento abrupto de casos. La media semanal de nuevos pacientes se ha triplicado (casi multiplicado por cuatro) en un mes: de 56.000 a 198.000, según los datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins.
Mientras España se adentraba en la segunda ola de la pandemia en septiembre, el resto del continente miraba con cierta incredulidad nuestro caso. La incidencia acumulada global en la Unión Europea estaba en 46 positivos por 100.000 personas el 2 de septiembre contra los 227 de España. Aun así, la directora del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC), Andrea Ammon, advertía en el Parlamento Europeo: “El virus no ha estado durmiendo durante el verano. No se ha tomado vacaciones”. Un comentario casi profético a la luz de la evolución protagonizada por la enfermedad.
En esta nueva fase, prácticamente todos los países de la Unión Europea están casi doblando el número de nuevos casos de una semana para otra: Alemania ha saltado en siete días de 42.000 a 69.000 contagios, Italia de 59.000 a 111.000, Bélgica de 59.000 a 98.000, Portugal de 13.000 a 18.000. La canciller alemana, Angela Merkel, ha admitido esta semana que “se ha duplicado la cifra de contagios tres veces en los últimos meses”.
Los números dibujan una segunda ola pandémica en Europa muy acelerada. Teniendo en cuenta la infravaloración que provocan los retrasos en las notificaciones de positivos, la incidencia en los últimos 14 días en Bélgica supera los 1.000 casos por 100.000 habitantes, al igual que en República Checa. Países Bajos ha alcanzado los 680 casos. Francia presenta una incidencia de 600 contagios por 100.000 habitantes, según la recopilación que hace el ECDC. España está ahora en 390.
El virus exige “contundencia precoz, no tardía”
Los epidemiólogos apuntan a la falta de acción previa y razones meteorológicas como denominadores comunes de lo que está pasando en Europa. El exsecretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, incide en que “no ha habido restricciones intensas ni medidas para la movilidad en Europa al regresar a los colegios y los trabajos. Los números actuales nos están enseñando la falta de medidas semanas atrás”.
En este sentido, el portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología, Ildefonso Hernández, insiste en que “debemos acostumbrarnos a que la toma de medidas tiene que estar en la línea que ha mostrado el comportamiento del propio virus: ha de hacerse con carácter exponencial”, es decir, incrementarlas con firmeza de manera rápida. El exdirector general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad explica que la COVID-19 ha enseñado ya que “la contundencia debe ser precoz, no tardía”.
A la tibieza en la toma de decisiones se le ha sumado la llegada del tiempo inestable y frío al continente, que disuade las actividades sociales al aire libre y “lleva a la población a preferir estar en interiores”, comenta Martínez Olmos. Esta cuestión, “refuerza todavía más la importancia que va adquiriendo la transmisión por aerosoles del SARS-CoV-2”, dice el epidemiólogo.
“La situación de rápido crecimiento en las últimas semanas, indica que hay un aumento claro de la transmisión del virus, pues independientemente del número de pruebas, que ha aumentado, ha subido la tasa de positividad y la frecuencia crece no sólo en jóvenes, también en personas mayores. Además, con la alta transmisión, la protección de las personas vulnerables se hace más complicada”, explica Ildefonso Hernández. Esta subida del porcentaje de pacientes mayores de 60 años es patente en España. El ECDC ya ha avisado, precisamente, del aumento de la tasa de positividad en los tests para SARS-CoV-2 por encima del 4%. Esa zona peligrosa la ocupan España, Portugal, Irlanda, Francia, Países Bajos, Islandia, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Austria, Hungría, Eslovenia, Croacia y República Checa, según los mapas de situación del Centro.
Lo que está ocurriendo y eso ha llevado a la preocupación y alarma, es que después de un tiempo en que la subida de casos no se seguía de hospitalizaciones y muerte, la dirección está cambiando, analiza Hernández. En algunos países se está constatando un aumento de positivos en mayores de 60. “Los lapsos de tiempo que transcurrían en ver estresados los hospitales nos ha hecho ser más lentos en tomar medidas ante incidencias que eran altas, cierto que se hacían más tests, pero las cifras eran muy altas. La transmisión ha ido dejando los espacios de ocio y encuentros de jóvenes, para ir entrando en las casas de nuevo en toda Europa con cierta intensidad. Cierto que ahora los mayores se protegen más y eso puede tener un efecto atenuador en la subida, aunque es rápida”, remata el especialista en salud pública.
Así que, ante la escalada fulgurante de casos y la incidencia entre población vulnerable creciendo, numerosos gobiernos europeos han optado por, casi de golpe, adoptar medidas fuertes. Francia ha ampliado el toque de queda entre las 21.00 y las 6.00 anunciado hace una semana de manera que va a afectar ya a 54 departamentos y la mitad de la población. El Gobierno checo ha ordenado el cierre de comercios no esenciales después de clausurar la actividad en bares, restaurantes y colegios.
En Rumanía, Bucarest ha cerrado escuelas, bares y restaurantes, cines y teatro al llegar a un incidencia de 300 casos por 100.000 habitantes. En Italia hay toque de queda en las regiones de Milán, Nápoles y Roma y las de Turín, Toscana, Venecia y Calabria están estudiando esta medida. En Grecia, el Ejecutivo ha impuesto esa misma restricción de movimientos entre las 12.30 y las cinco de la mañana además de hacer, finalmente, obligatorias las mascarillas en espacios abiertos y cerrados. “Hasta que haya vacuna y mientras el virus circule hay que aceptar que debe controlarse la movilidad y hacer una vigilancia muy intensa”, avisa Martínez Olmos.