El arsenal terapéutico contra la COVID-19 sigue creciendo. España recibirá a lo largo del mes de febrero 30.000 dosis de un nuevo fármaco, comercializado bajo el nombre Evusheld y muy diferente al resto de los que se han utilizado hasta ahora frente al coronavirus. Lo novedoso es que no sirve para curar sino para prevenir la enfermedad a dos grupos de pacientes que hasta ahora estaban “vendidos” con las vacunas, asegura Antonio Gutiérrez, doctor en farmacia y epidemiólogo del hospital Virgen de Valme (Sevilla).
Se refiere, por un lado, a las personas que no toleran la vacuna por alergias y tienen riesgo de enfermar por ser vulnerables; y por otro, a aquellas a las que las inyecciones no les dan los anticuerpos suficientes para enfrentar la infección. “Cubre estos dos huecos terapéuticos”, resume Eduardo López Briz, miembro de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria y jefe de sección en el hospital La Fe de Valencia.
Evulsheld, producido por la farmacéutica AstraZeneca, nace de la combinación de dos anticuerpos monoclonales de “larga duración” (cilgavimab y tixagevimab) que se extrajeron del plasma de pacientes que habían pasado la infección, según el documento de recomendaciones de uso publicado por el Ministerio de Sanidad. Se administra con dos inyecciones intramusculares simultáneas, una en cada glúteo, y el efecto se puede prolongar hasta seis meses, explican los expertos consultados.
Así figura en la ficha técnica del fármaco, que solo ha sido autorizado por la FDA americana. La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) está evaluándolo desde octubre. Eso implica que cuando las dosis lleguen a España podrán aplicarse como un “medicamento de uso especial”, individualizado y al margen de las compras autónomas que hacen los hospitales, confirma un portavoz de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps).
¿Cuál es su efectividad? “Los datos más recientes publicados por la compañía, tras un seguimiento medio de seis meses, muestran una reducción del 83% en el riesgo de desarrollar COVID-19 sintomático. Previamente se había reportado una reducción del 77% tras un seguimiento de tres meses”, recoge el documento de Sanidad. El ensayo se hizo sobre un grupo de más de 5.000 pacientes no vacunados con patologías de base. La mitad que recibió el fármaco no reportó ningún caso de enfermedad grave ni de fallecimiento frente a cinco y dos, respectivamente, entre los pacientes que fueron inyectados con placebo.
“Es como una vacuna química, anticuerpos exógenos para las personas que no tienen capacidad de fabricarlos”, ilustra López Briz. La suma de los anticuerpos monoclonales bloquea la entrada del virus dentro de la célula. “Evitan que el virus se adhiera a la proteína que usa para introducirse”, concreta Gutiérrez, “pero no se puede comparar con la vacuna”. “El objetivo es diferente. Evusheld va encaminado a un grupo concreto y las vacunas han de seguir administrándose en estos pacientes también”, matiza.
Pese a que las dosis todavía no han llegado a España, la Comisión de Salud Pública aprobó la semana pasada un documento que acota qué personas pueden recibir estas inyecciones: mayores de 18 años con inmunosupresión grave (los trasplantados, las personas con cáncer que están en tratamiento de quimioterapia o los pacientes con inmunodeficiencia primaria) o aquellos que la tienen contraindicada y, además, tienen alto riesgo de que la infección por SARS-CoV-2 derive en una enfermedad grave. Eso sí, será preciso que los candidatos se sometan a un estudio serológico previo para confirmar su estado inmunitario, salvo los alérgicos, reza el documento de Sanidad.
A falta de comprobar cómo funciona este nuevo fármaco en la vida real, su incorporación a la farmacoterapia contra la COVID-19 se considera “muy positiva” al ser una herramienta útil para personas que no tenían ninguna ya a su alcance después de vacunarse. Gutiérrez considera, además, que “tiene una doble vertiente positiva” pues los enfermos inmunodeprimidos, al tener durante mucho tiempo el virus en su cuerpo, “desarrollan altas tasas de replicación que pueden generar nuevas variantes”.
“De momento solo tenemos la fuente de datos del laboratorio y la información de la FDA, así que todavía contamos con limitaciones importantes para conocer bien el fármaco. Muchos países se han lanzado a comprar dosis con datos muy preliminares”, opina López Briz, que se muestra cauto a la hora de valorar cómo puede impactar en la reducción de la mortalidad. La efectividad está comprobada para la variante delta, “pero no está tan clara para ómicron”, concluye.