El uso de fertilizantes, principal causa del colapso del Mar Menor, creció un 30% en los últimos diez años en Murcia

El modelo de agricultura intensiva de regadío desarrollado en la Región de Murcia en general y alrededor del Mar Menor en particular ha conllevado que el consumo de fertilizantes a base de nitrógeno creciera un 30% en la última década. Los restos de estos agroquímicos que llegan al humedal son la causa principal del “colapso ambiental” que padece la laguna. La muerte masiva por asfixia de peces y crustáceos del pasado fin de semana es solo el último episodio de un largo historial de degradación.

La agricultura es un sector económico crucial en la comunidad autónoma y se ha volcado con fuerza en el sistema de regadío (más del 40% de la superficie total dedicada a cultivos). Si en 2007 había 170.307 hectáreas en este sistema, en 2018 se había pasado a 190.027 hectáreas, según la encuesta de superficies y rendimientos de cultivos del Ministerio de Agricultura.

Sin embargo, mientras la superficie de regadío ha crecido un 10%, el consumo de fertilizantes nitrogenados ha pasado de las 35.400 toneladas en 2008 a las 45.988 toneladas en 2018, según los datos de la patronal de los fertilizantes, Anffe. Un tercio más.

Gran parte de los restos de estos fertilizantes –lo que no absorben las plantas– termina en el Mar Menor, según ilustra el Análisis de Soluciones elaborado por el Ejecutivo. Bien por el arrastre de las aguas superficiales, bien por su infiltración en el subsuelo. Los desechos de las desalobradoras que sacan la sal del agua de los acuíferos contaminada por la intrusión marina portan gran cantidad de nitratos.

Esas salmueras también han sido vertidas al mar. Las desalobradoras se han puesto en marcha ya que el agua extraída de los pozos se ha convertido en demasiado salada para regar con ella: el mar ha penetrado en los depósitos a medida que se extraía más y más agua subterránea: al caer el nivel del acuífero, la intrusión desde el mar empeora.

La acción del nitrógeno en el Mar Menor es la siguiente: aumentan los nutrientes que utilizan plantas y algas superficiales para crecer. Estas impiden el paso de luz a más profundidad, lo que dificulta la vida de la pradera marina. Además, al morir los organismos superficiales, eliminan el oxígeno de aguas más profundas. Este fenómeno está descrito y los científicos han advertido reiteradamente sobre sus desastrosas implicaciones medioambientales: la vida desaparece.

Riego localizado

La Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena ha admitido que el mayor riesgo “derivado de la actividad agraria” es “la posibilidad de aportación de nitratos a través de la descarga natural del acuífero a la laguna”. Sin embargo, han sostenido que, “con los actuales sistemas de regadío localizado, los fertilizantes se suministran con el agua en concentraciones controlables minimizando su filtración”. Y apuntan que el problema se centra en los altos niveles de nitrógeno en el acuífero, consecuencia de “prácticas anteriores al desarrollo agrícola de la comarca hoy completamente desterradas”.

El diagnóstico del Ministerio de Transición Ecológica contrapone que, a pesar del alto nivel de tecnificación de las explotaciones, “sigue precisando grandes aportes de agroquímicos proporcionales a su producción vegetal”: se consiguen hasta tres cosechas en más de 8.000 hectáreas de cultivos forzados. Con todo, la agricultura no es la única fuente de vertidos, que también hallan focos en la ganadería porcina intensiva y el urbanismo asociado a la población turística estacional.

“La reversión del estado de eutrofización pasa por limitar la carga de nutrientes”, concluye el plan impulsado por el Ministerio de Transición Ecológica, cuya declaración de impacto ambiental fue publicada en el BOE el pasado 26 de septiembre. Eso impone detener las descargas de agua desde el acuífero al Mar Menor, reducir la presencia en ese depósito de agua con nitratos (que llega por el riego), y dosificar la fuente de ese nitrógeno, es decir, la aplicación de fertilizantes y atajar “el exceso de superficies de cultivo reales que están siendo explotadas”.

El modelo agrícola desarrollado en el Campo de Cartagena se basa en un sistema con alta demanda de agua colocado en una zona con problemas de escasez. La Cuenca del Segura es la que presenta un menor porcentaje de recursos renovables de la península ibérica. Esta fórmula implica un déficit entre demanda y recursos de unos 400 hm3anuales, según la Confederación Hidrográfica. De estos, 394 hm corresponden a las demandas de la agricultura.

En la Región de Murcia, este sector económico supone más del 5,5% del PIB, el doble que en el global de España donde “el mayor volumen de producción se concentra en las hortalizas”. Emplea a más de 74.000 personas, el segundo sector detrás de los servicios y un 12,6% de los ocupados en la Comunidad Autónoma, según el Servicio Estatal de Empleo. La fertilización es una parte fundamental del sector ya que la aplicación de estos productos químicos para incrementar el rendimiento de los cultivos es uno de los medios más eficaces para aumentar la productividad.

Sin embargo, los fertilizantes en general y los nitrogenados en general imponen también una factura ambiental. Por un lado, el proceso de eutrofización que ataca directamente al Mar Menor. Pero, además, estos productos, al fabricarse “suponen más de la mitad del coste energético de los cultivos” y, por tanto, de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. De ahí “la importancia de hacer un uso eficiente”, según las conclusiones a las que llegó el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) en su estudio sobre eficiencia energética en el sector de la agricultura ya en 2007. En el análisis pedía acciones de ahorro y uso eficientes de estos fertilizantes “principalmente en los cultivos de regadío por la intensidad de uso del nitrógeno”.