El 15 de mayo es uno de los días más taurinos del calendario español. Día del patrón de Madrid que da nombre a la recién arrancada feria de toros, la más importante de la temporada: San Isidro. Tras cuatro años batiendo récords, los festejos taurinos populares descendieron en España en 2018. Los encierros, toros embolados, ensogados o al carrer sumaron 17.698 eventos el año pasado, según las estadísticas de asuntos taurinos del Ministerio de Cultura. Son 222 menos, pero han roto una escalada que arrancó en 2013 cuando se registraron 13.815. La Comunidad Valenciana es el foco principal de la caída.
Los festejos populares abarcan una variedad muy amplia: desde reses atadas, toros con cuernos en llamas, encierros en el campo o toros al mar.... algunas variedades tienen nombre propio y célebre como el toro del júbilo en Medinaceli (Soria), el enmaromado de Benavente (Zamora) el toro de Coria (Cáceres) –muerto a balazos– o el ya prohibido Toro de la Vega de Tordesillas (Valladolid). Ante la caída libre que experimentan las corridas de toros, que han pasado de 810 a 369 en una década (un un 54% menos), el auge de los festejos populares ha sido utilizado por defensores de la tauromaquia para argumentar a favor del apoyo social hacia los toros.
La comunidad autónoma más aficionada a estos festejos es, con mucho, la Valenciana. Cuadruplica a la siguiente que es Aragón. Y ha sido, precisamente esa comunidad la que centra la pérdida de festejos: 1.119 menos el curso pasado. Pasaron de 9.715 a 8.596 –por debajo incluso de 2016–, según el anuario del Ministerio.
Además, en la Comunitat, algunos municipios se han desmarcado ya de estos festejos: los pueblos bouers han pasado de 274 a 267, según la Generalitat, que calcula una asistencia media unas 2.000 personas y le atribuye un impacto económico total de 36 millones de euros.
Lo cierto es que las fiestas callejeras con toros en la Comunidad Valenciana han tenido su propio periplo político en los últimos cuatro años. El alcalde de Valencia, Joan Ribó (Compromís), eliminó los toros embolados en las pedanías dependientes de la capital autonómica. No las fiestas de toros sino la modalidad en la que los animales llevan bolas ardientes en la cornamenta.
También se tramitó en la Asamblea regional una ley para que, en los bous al carrer, hubiera dos médicos como medida de preventiva. Una norma que, luego, tuvo una moratoria votada en Les Corts, de dos años (hasta 2020). Cada temporada taurina en la región se salda con todo un catálogo de percances sanitarios de cientos (algún año miles) de heridos. También se ha parado la obligación de la presencia de un veterinario en las fiestas (es la única comunidad autónoma donde no existe esa disposición).
Otras zonas muy taurinas como Navarra o La Rioja han registrado menos festejos populares en 2018. En el otro extremo, Aragón creció y rompió la barrera de las 2.000 celebraciones. Castilla-La Mancha y Castilla y León incrementaron el número de festejos. Preguntada la Asociación Nacional de Organizadores de Eventos Taurinos sobre su interpretación de estos datos oficiales, no ha ofrecido su versión sobre la estadística.
En plena feria taurina de San Isidro, los registros de Cultura han certificado que lo que no levanta cabeza son los festejos en las plazas. No solo las corridas con matadores, sino el rejoneo, las novilladas, los festivales, las becerradas o los festejos mixtos. El número total ahondó su secuencia descendente hasta los 1.521 eventos. En 2008 fueron 3.295. San Isidro 2019 ha empezado con unos 800 abonados menos en la plaza de Las Ventas que el final del curso pasado.