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Juan Miguel Baquero

28 de noviembre de 2020 21:49 h

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Imágenes en blanco y negro, objetos desnudos. Y palabras que ponen vida a la cultura material rescatada de fosas comunes del franquismo. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ultima la publicación de Las voces de la tierra (editorial Alkibla), un libro con 39 fotografías de José Antonio Robés y otros tantos textos de escritores, activistas, músicos, periodistas y poetas.

El volumen sale a la calle en diciembre como testimonio del rastro vital del genocidio golpista en España. En la obra participan, entre otros, Antonio Gamoneda, Rozalén, Juan Carlos Mestre, Santiago Auserón, Juan Diego Botto, Miguel Ríos, Rosa María Artal, Ana Messuti, Emilio Silva, Guille Galván… Y firmas habituales en elDiario.es, caso de Olga Rodríguez, Isaac Rosa, Carlos Hernández, Antonio Maestre y Juan Miguel Baquero.

“Una llave, la última con la que cerró la puerta de su casa para nunca más volver a abrirla; un mechero, con el que encendió su último cigarrillo, unas gafas, con las que pudo ver la cara de quien apretaba el gatillo, apenas un puñado de monedas que nunca llegaron a ser gastadas, o la propia bala que terminó con cientos de sueños que nunca llegaron a realizarse”, relata el fotógrafo José Antonio Robés a elDiario.es.

Cada fotografía está acompañada de un texto en Las voces de la tierra. Y cada autor ha tenido “libertad” para avivar la prueba gráfica de la Memoria Histórica a través de los objetos que portaban las personas desaparecidas. El libro coincide con el 20 aniversario de la primera exhumación en España, con criterio arqueológico, de una fosa del franquismo: los 13 republicanos ejecutados en Priaranza del Bierzo (León). Un hito que fundó, además, la actual Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Para el periodista y escritor Carlos Hernández, uno de los participantes, “la enorme virtud que tiene esta obra es que sirve de medio de comunicación entre el lector y personas que fueron asesinadas hace ochenta años. Cualquiera que haya estado en una exhumación sabe que las fosas hablan”.

“Tras tantas décadas de silencio y desmemoria, recuperar objetos de las personas desaparecidas, fotografiarlos, comentarlos, es un importante proceso para recuperar la memoria y la identidad robada de tanta gente”, reflexiona la periodista y escritora Olga Rodríguez. “Me impresionó muchísimo el objeto que me tocó comentar para el libro: son dos gemelos que pertenecían a un sastre, fusilado y desaparecido en 1938. Fueron hallados junto a sus restos cuando fueron exhumados. Están decorados de tal forma que parecen dos ojos, dos ojos que nos miran y, al hacerlo, nos piden que los miremos”.

Sonajero, con texto de Antonio Gamoneda, poeta y Premio Cervantes. Catalina Muñoz fue asesinada en septiembre de 1936 y enterrada con el juguete de su hijo de nueve meses, Martín de la Torre Muñoz. El sonajero fue recuperado en 2011 de una fosa común en el Parque de la Carcavilla (Palencia), por un equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Martín ha vivido para ver la exhumación de su madre y recuperar su juguete.

Dado, texto de Juan Carlos Mestre. En mayo de 2017, durante la exhumación de la fosa número 1 de la parte civil del cementerio de Guadalajara, el poeta Juan Carlos Mestre encontró este dado mientras ayudaba en la criba de la tierra. El objeto estaba junto a los restos de Eugenio Molina Morato, asesinado el 16 de noviembre de 1939. Tras el descubrimiento le vino a la cabeza el famoso poema de Stéphane Mallarmé: ‘Un golpe de dados jamás abolirá el azar’.

Botas, texto de Rozalén. Botas encontradas por la ARMH en 2014 en una fosa común extramuros del cementerio de Chaherreros (Ávila). Pertenecieron a Perfecto de Dios, de Sandiás (Ourense), que tenía 19 años y era miembro del Ejército Guerrillero de Galicia. Fue asesinado por la Guardia Civil el 16 de mayo de 1950, después de ser detenido tras un tiroteo. A su madre la condenaron a prisión.

Gafas, texto de Héctor M. Silveiro Fernández. Gafas encontradas por la ARMH en 2008 en la fosa “de los bañezanos”, en Izagre (León). Eran de María Alonso Ruiz, presidenta de Unión Republicana en La Bañeza (León), detenida en julio de 1936 y que sufrió durante todo el verano vejaciones y torturas en la prisión de San Marcos de León, hasta que finalmente fue asesinada el 10 de octubre junto con diez hombres de La Bañeza. 

Llave, texto de Antonio Maestre. Llave encontrada en 2016 por la ARMH durante la exhumación de los restos del sastre José Rodríguez Silvosa y del concejal Ramón Somoza Álvarez. Los dos vecinos de Monforte de Lemos (Lugo), fueron asesinados el 13 de julio de 1938 y enterrados en el Cementerio de Castroncelos, en A Pobra do Brollón (Lugo).

Crucifijo, texto de Emilio Silva. Eloy Gallego Escribano, más conocido como el padre Emiliano María Revilla, fue un ingeniero, aviador y fraile franciscano español. Fue detenido por falangistas y asesinado en La Legua, en Gumiel de Izán (Burgos), el 19 de julio de 1936. La Sociedad de Ciencias Aranzadi recuperó en 2011 este crucifijo junto a su cuerpo. “Los objetos que aparecen en las fosas nos cuentan muchas cosas de quiénes eran las personas que están en ellas y en mi caso poder escribir sobre el crucifijo de un sacerdote encontrado en la fosa de un grupo de asesinados por la Falange ha sido en la oportunidad para reflexionar sobre cuánto había de política y cuánto había de religión en la actitud de la jerarquía católica”, nos explica Silva.

Anillo, texto de Guadalupe Grande. Alianza encontrada por la ARMH en 2008 en una fosa común de Faramontanos de Tábara (Zamora). Unas semanas antes del golpe de Estado, un grupo de profesores y profesoras se trasladó a León para formar parte del tribunal de oposiciones a Magisterio. Fueron detenidos y, tras una saca de la Prisión de San Marcos, doce de ellos fueron asesinados y arrojados en una cuneta.

Un trabajo de tres años

El trabajo se inició hace casi tres años cuando José Antonio Robés comenzó a contactar con familias que habían recibido los objetos encontrados en las fosas, que habían pertenecido a sus seres queridos, y comenzó a retratarlos. Entre las imágenes pueden encontrarse un mechero de yesca, botones, lápices, hebillas, cepillos de dientes, casquillos de bala, monedas, alpargatas, peines, gemelos, pendientes y hasta un dado que apareció en la exhumación de los restos de Timoteo Mendieta, el padre de Ascensión Mendieta.

Las fotografías pretenden sacar al lector de esa tendencia por la que “normalizamos” y en el que, al final, “no reparamos qué hay detrás del sufrimiento”, dice Robés. “Que tras cada una de esas personas hay una triste y desgarradora historia”, sostiene. “No he querido limitarme a ser un simple notario”, cuenta sobre la inmersión en Las voces de la tierra. Un proyecto que no es sino un “relato visual” con un enfoque “poético” de la Memoria Histórica.

Los elementos personales, fuera de las excavaciones, suscitan esa “otra mirada” hacia “objetos desnudos” que son “testigo de la barbarie”. Y, de ahí, del genocidio fundacional del franquismo, a la cultura del “miedo” que “ha atravesado a todo un país durante décadas”.

“He escuchado relatos comunes en todas las exhumaciones, personas que te dicen que no hablaban con nadie de estas cosas… y estas cosas eran la detención y asesinato ilegal de su propio padre por pistoleros falangistas”, en palabras de José Antonio Robés.

“Los huesos que van apareciendo en medio del barro nos transmiten sufrimiento, maldad, tragedia… pero aún más información aportan esos pequeños objetos que acompañan a los restos humanos. Juguetes que nunca acabarán en manos del hijo, anillos de matrimonios rotos de forma violenta, fotografías de tiempos felices que no se repetirán. Esos objetos, gracias al libro de José Antonio, nos conectan con cada una de las víctimas”, abunda Carlos Hernández.

“Nos hemos de alguna manera inmunizado al efecto que nos provoca la exhumación de huesos, y de repente cuando junto a esos huesos aparecen objetos, los objetos los dotan de identidad. Los reconfiguran para parecer seres humanos. Cuando nos imaginamos por qué fusilaron a un hombre junto a un sacapuntas, por qué guardó ese sacapuntas en el último momento. Qué historia guardan esos gemelos, o el anillo de boda, esa inscripción en un cinturón.... A través de ellos nos imaginamos vidas. Vidas que vivieron aquellos que fueron fusilados sin juicio, sin condena, sin más culpa que pensar distinto”, reflexiona el actor y director Juan Diego Botto, que habla de este proyecto en plena gira de su obra Una noche sin luna, sobre la vida y el fusilamiento de Federico García Lorca.

El libro Las voces de la tierra rescata “la versión de los perdedores” con imágenes en blanco y negro y rompe con palabras el silencio de “los cómplices” para, en conjunto, seguir andando el camino de la Memoria.

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