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El frío extremo que exige la vacuna de Pfizer supondrá un reto titánico para que llegue a toda la población

Esther Samper

12 de noviembre de 2020 22:02 h

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La necesidad de mantener a temperaturas excepcionalmente bajas la vacuna creada por Pfizer y BioNTech supone una clara desventaja frente a los sueros de la competencia, ya que se trata de una peculiaridad sin precedentes. Con todo, el mediático suero se ha convertido en la gran esperanza contra la COVID-19 ya que, según la empresa, ofrece un 90% de efectividad.

A diferencia de las otras vacunas en fases más adelantadas de investigación contra el coronavirus, el producto de Pfizer y BioNTech precisa temperaturas de entre -70 ºC y -80 ºC para su almacenaje y distribución durante un tiempo máximo de seis meses. Según el portavoz de Pfizer, Kim Bencker, esta vacuna puede mantenerse solo 5 días a temperaturas de entre 2 y 8 ºC. Ninguna vacuna ni tratamiento comercializado hasta ahora requiere temperaturas tan bajas para su preservación a medio plazo. De hecho, cuando este detalle se hizo público por primera vez, hace meses, la empresa farmacéutica tuvo una importante caída en bolsa. Sin embargo, al aparecer el anuncio sobre su posible eficacia, las acciones se dispararon. Una vacuna con esta característica requiere por parte de los estados que quieran aplicarla a su población una inversión adicional e importante en su logística y distribución.

La molécula del suero es muy inestable y precisa mucho frío

La vacuna BNT162b2 de Pfizer consiste en ARN (ácido ribonucleico) mensajero con una envoltura lipídica. Esta molécula de ARN, compuesta por una cadena de ribonucleótidos, dicta las instrucciones en las células humanas para producir la proteína Spike (S) del nuevo coronavirus que estimulará una respuesta inmunológica por parte del organismo. El problema de las moléculas de ARN, en general, es que son poco estables a temperatura ambiente y muy proclives a la degradación, a diferencia del ADN. Por eso en los laboratorios biomédicos se suelen almacenar estas moléculas en congeladores especiales a -80 ºC y en soluciones especiales para evitar su degradación por diversas enzimas.

No obstante, esta estabilidad del ARN puede variar, no solo según la secuencia del ARN y las moléculas con las que se asocia (como las envolturas lipídicas), sino también según la presencia de excipientes que participen en su conservación. Por esta razón, Pfizer ha declarado que está investigando posibles formulaciones para que su vacuna sea estable a temperaturas más altas. La vacuna de Moderna, por ejemplo, que también consiste en ARN mensajero con envoltura lipídica, requiere una conservación de -20ºC.

Dificultades logísticas en los países desarrollados

La mayoría de las vacunas suelen requerir temperaturas de conservación de entre 2 y 8 ºC. Belén Tarrafeta, farmacéutica experta en gestión sanitaria y acceso a medicamentos, explica que “una temperatura de 4 o 5 grados se puede mantener usando medios bastante accesibles como neveras portátiles. Exige organización y logística, pero siguiendo bien los protocolos se puede llegar casi a cualquier lugar”.

La situación con la vacuna de Pfizer es totalmente diferente. Que esta requiera temperaturas de entre -70 y -80 ºC para mantenerse estable a medio plazo supone un desafío logístico que requerirá, si se comercializa, una importante inversión y planificación. Ni los centros de salud, ni los hospitales cuentan, en principio, con frigoríficos o tanques especiales disponibles para el almacenamiento de un gran volumen de vacunas a esas temperaturas. Sí que es cierto que los laboratorios biomédicos cuentan normalmente con frigoríficos de -80 ºC y tanques de nitrógeno líquido, pero no con el fin de almacenar grandes cantidades de productos para tratamientos médicos.

La comercialización de la vacuna de Pfizer requeriría destinar dinero a frigoríficos especiales o a tanques de nitrógeno líquido en diferentes lugares de la geografía española para asegurar su buen estado. Sin embargo, las dificultades no terminan ahí. A partir de los puntos de almacenamiento, se tendrían que repartir las vacunas a los lugares establecidos para su administración en la población (como centros de salud) y asegurar que la cadena de frío no se rompe o se administran con celeridad (en un plazo de días) antes de que una temperatura más alta de -70 ºC degrade este tratamiento preventivo.

Según anunció el Wall Street Journal, Pfizer ha desarrollado una caja especial de transporte, con hielo seco (nieve carbónica) y rastreador GPS, que puede almacenar 5.000 dosis de vacunas con una temperatura adecuada para 10 días (siempre que esta caja no se abra). Esto solucionaría la distribución a los lugares para la vacunación, pero la administración de estas vacunas tendría que ser rápida una vez que se abriera la caja. 

Muy difícil aplicarla en países empobrecidos

La situación resulta mucho más complicada para los países empobrecidos que cuentan con muchas desventajas de partida para garantizar el almacenamiento de la vacuna de Pfizer: rutas de transporte más precarias, temperaturas más cálidas, recursos económicos limitados... Belén Tarrafeta explica el reto que supone para estos países: “La distribución a -70 ºC no me parece que sea factible en países en desarrollo sin una inversión ingente en infraestructuras específicas para ese producto. No es sólo la temperatura, sino el volumen de vacunas que deberían ser almacenadas y distribuidas a esa temperatura. Además, hacen falta dos dosis, así que será un esfuerzo doble cada vez. Teniendo en cuenta que hay otras vacunas que vienen detrás, quizás lo más sensato sea esperar un poco antes de pensar en organizar una cadena de frío de esas dimensiones en países en desarrollo”.