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Villar: de futbolista discreto a jefe de una máquina de hacer dinero llamada selección española

“Es un hombre honesto”. Ese fue el martillo con el que el periodista radiofónico deportivo, José María García, golpeó incansable noche tras noche para promocionar a Ángel María Villar como presidente de la Federación Española de Fútbol en los años ochenta del siglo XX. Era su candidato. Y ganó las elecciones en julio de 1988.

Casi treinta años después, Villar ha sido detenido por corrupción. Ocho mandatos salpicados por casos de subvenciones irregulares, favoritismos y luchas frontales con el Consejo Superior de Deportes –que incluso mantuvo en suspenso el último proceso electoral por irregular–. De casi todo ha ido saliendo victorioso.

El éxito lo consiguió Villar parapetado en dos fuerzas: su control de las federaciones territoriales (que lo sostenían, a la hora de las elecciones federativas) y la sobrevenida potencia económica de la federación. Una lluvia de millones de euros al rebufo del éxito deportivo de la selección española.

El 'furbol'

Villar fue futbolista de no mucho talento pero gran perseverancia y disciplina, según las crónicas de los años 70 en la que jugó en el Athletic Club de Bilbao y el equipo nacional. Célebre por su escasa capacidad de oratoria (se ha hecho mucha mofa de su manera de pronunciar el deporte que lo encumbró: furbol), se hizo abogado en Deusto y nada más retirarse en 1981 se pasó a los despachos federativos.

Ajeno a las burlas por su falta de don de palabra, en siete años se convirtió presidente de la federación vizcaína, directivo de la federación española y culminó como dirigente máximo del fútbol español.

El dominio que ha ejercido en la federación tiene mucho que ver en la propia idionsincrasia de ese organismo. De entrada, las elecciones se realizan en una asamblea que en su última edición sumaba 129 votos totales: más accesible y controlable para quien reparte un presupuesto que en 2016 subió a 156 millones de euros.

Desde Las Rozas (sede de la Federación) se envía el dinero a las organizaciones autonómicas. Por ahí se ha fraguado el dominio de Villar. Tanto que solo ha tenido rivales electorales dos veces (una de ellas en la que le encumbró por primera vez).

El ahora arrestado no solo es un dirigente longevo en España. En los años noventa comenzó a entrar en comisiones de la Federación Internacional (FIFA) y de la europea, la UEFA.

Para 1998 se coló en la Comisión de Árbitros europea. Al iniciar el siglo XXI se instaló en la  cúpula de los órganos de gobierno futbolístico internacionales donde empalma quinquenios. En 2002 ya pasó a ser vicepresidente de la FIFA y en 2003 de la UEFA. Ha sido el jefe de los árbitros mundiales durante tres lustros: de 2002 a 2017. Un inequívoco poder en una disciplina donde la decisión del juez es pasto de la polémica. En la glosa que de él hace la página web de la federación de fútbol no duda en relatar que en varios de estos puestos fue “elegido por aclamación”.

Aunque a Villar le han rodeado casos de mal uso de dinero público y corrupción ha esquivado cualquier consecuencia. La federación tuvo que admitir que no había utilizado los fondos de una subvención de 2010 del Consejo Superior de Deportes para escuelas deportivas en Haití y devolver 1,2 millones de euros al arrancar 2017.

También se escudó Villar en sus subordinados para escabullirse de unas supuestas ayudas ilegales a los clubes Recreativo de Huelva y Mensajero de La Palma para evitar que sus deudas los descendieran de categoría deportiva. El escándalo de corrupción en la UEFA que se llevó por delante a su presidente Michel Platini tampoco lo abolló. De hecho, fue él quien se quedó a la cabeza del órgano: presidente en funciones en 2016. Luego tuvo que desistir en su anunciado intento por ganar las elecciones en la UEFA. Apenas contaba con votos.

Ley del deporte

Así que regresó a la federación española. A ganar las elecciones por octava vez. Ese terreno sí que lo había convertido en casi un feudo particular. Pero las federaciones deportivas, aunque son entidades privadas que pueden tener patrimonio según la ley del deporte, no son simples empresas dirigidas por ejecutivos. No son ajenas a cierto control público. 

La ley les reconoce privilegios. No soportan competencia ya que “solo puede existir una por cada modalidad deportiva”. Además de sus atribuciones “ejercen, por delegación, funciones públicas de carácter administrativo, actuando en este caso como agentes colaboradores de la Administración pública”.

Y lo más importante: “Las Federaciones deportivas españolas ostentarán la representación de España en las actividades y competiciones deportivas de carácter internacional”. Tienen la exclusiva.

En el caso del fútbol,  se traduce en la figura de la selección española. Una máquina de hacer dinero gracias al reclamo de las victorias deportivas. En el cierre de cuentas de 2014, los auditores reflejaron para la partida de ingresos “publicidad e imagen” un total de 43,3 millones de euros. El año anterior había sido 34,9 millones.

La normativa general permite a las federaciones, si quieren, pagar una remuneración a sus presidentes. La de fútbol se acogió a esta posibilidad para abonar a Villar más de 150.000 euros anuales.