Cada dos minutos, una mujer sufre una violación en Francia. Pero solo el 6% de las víctimas de agresión sexual denuncia los hechos. Y solo el 0,6% de esos casos terminaron en condena, según el Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres de Francia, con datos de 2020 y 2021. Una de las condenas que figurará en las cifras de 2024 será la de Dominique Pelicot y otros 50 hombres por agredir sexualmente a Gisèle Pelicot. Los números pueden ser muy contundentes, pero son las historias las que suelen tener el poder de cambiar la manera en la que miramos, las causas que defendemos, las políticas que reivindicamos. Sean cuales sean los datos que el observatorio francés publique el próximo año, algo ha cambiado y lo ha hecho gracias a una de esas historias con nombre y apellidos. Y detrás de ella, hay muchas más.
Gisèle Pelicot decidió que el juicio contra su exmarido y los otros 50 hombres que, en connivencia con él, la violaron después de suministrarle somníferos sin su conocimiento fuera con las puertas abiertas. Cara descubierta. Nombre completo. Lo dijo en una de las sesiones del juicio: quería que la vergüenza cambiara de bando. Retomaba así las frases de la activista y abogada francesa Gisèle Halimi, cuya acusación en un juicio por violación a dos mujeres en 1974 resultó ser clave para que Francia empezara a cambiar su mirada acerca de la violencia sexual y en 1980 se aprobara la ley que consideraba la violación un delito.
En España, el 37,3% de las mujeres que han sufrido una violación fuera de la pareja y no buscaron ayuda formal lo hicieron por vergüenza o apuro. El “no quería que nadie lo supiera” es también el motivo por el que el 12% de las que recibieron violencia física y/o sexual por parte de exparejas no acudiera al sistema en busca de ayuda. Son datos de la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, de 2019. En unas categorías y en otras, en mayor o menor porcentaje, la vergüenza aparece siempre.
Gisèle acudió a las jornadas del juicio con la cabeza alta, y así fue también como tomó la palabra y respondió a las preguntas capciosas y a los comentarios que arrojaban sospechas sobre ella. Por eso, algunas se comportarán como ella y otras, distinto. Por eso no puede pedirse a todas las mujeres que sean Giséle Pelicot. Porque si aun con montones de pruebas, el camino es arduo –“este juicio ha sido una prueba muy difícil”, decía ella tras la sentencia–, en otros casos es directamente una cuesta arriba con una cumbre que no se vislumbra.
“Pienso en las víctimas no reconocidas cuyas historias a menudo permanecen en la sombra. Quiero que sepan que compartimos la misma lucha”, proseguía ella, como manera de hacer explícitas todas esas historias que siguen siendo números –o que ni siquiera lo son– porque ni conocemos a las protagonistas ni sus casos llegaron nunca a una comisaría, un juzgado o un centro de atención a víctimas.
'El violador eres tú'
Este jueves, Gisèle no solo llegó con la cabeza alta al juzgado donde iba a leerse el veredicto, también lo hizo con una sonrisa. Esta mujer francesa de 72 años ha retado el estereotipo social de cómo debe ser y comportarse una víctima: no es joven, no la violó un desconocido, no se ha limitado a mostrar pesar o tristeza, sino que también ha sacado su rabia, su indignación, su agradecimiento, su fortaleza, su contundencia, su serenidad. Porque una mujer que sufre una agresión sexual puede ser cualquiera, actuar de muy distintas formas, necesitar cosas diferentes, tener una vida en la que esa agresión ocupe uno u otro lugar, tenga un peso u otro.
La frase con la que Gisèle se dirigía a las personas que la han apoyado durante estas semanas es más que un gesto bonito: muestra hasta qué punto contar, denunciar y afrontar un juicio es una tarea colectiva y no solo individual. Gracias a esas personas que la esperaban en las puertas de los juzgados para aplaudirla y agradecerle su coraje, decía la mujer, encontraba “la fuerza para volver cada día a afrontar estas largas jornadas en el tribunal”. También agradecía el trabajo de sus representantes legales y de la asociación de mujeres que la ha acompañado.
Porque Gisèle Pelicot es el nombre y la cara de una historia concreta que cataliza un malestar, una protesta, una reivindicación: la de que Francia tiene que revisar y actualizar sus políticas contra las violencias machistas, sus estadísticas, sus recursos de atención y prevención, sus prejuicios, la manera en la que la sociedad entiende la violencia sexual. Pero Gisèle Pelicot no llegó a ese tribunal con esa determinación solo por sus propios medios o por su carácter.
Llegó por Gisèle Halimi y por las feministas que llevan años pidiendo que Francia dé más pasos en la lucha contra la violencia de género. Llegó por esa asociación que, como otras, acompaña y sostiene a las mujeres en sus procesos. Llegó por El violador eres tú, de Lastesis, que dio la vuelta al mundo desde Chile. Por el 'Ni una menos' de las argentinas o por las mexicanas enfurecidas marcando estatuas para pedir justicia por las asesinadas. Por la superviviente de 'la manada'. Por las huelgas feministas. Por las que hablan en las asambleas de su barrio o dan la cara en un debate o participan en asociaciones o escriben en una revista. Llegó por ese relato que va construyéndose entre muchas y que permite que una mujer, un día, dé un paso más.