Nueva ley educativa, nueva manera de organizar la Educación, nueva Selectividad. El Gobierno ya tiene listo su propuesta para adaptar la prueba de acceso a la Universidad a la Lomloe. Sus dos propuestas, de hecho: habrá un modelo transitorio que dure tres años para pasar luego al definitivo a partir del curso 2026-2027.
Los principales cambios son que se reduce a la mitad el número de exámenes y se introduce algo que el Ministerio de Educación llama prueba de madurez académica sobre el que pivotará buena parte de la prueba y en la que “se valorarán principalmente las destrezas asociadas al ámbito lingüístico [castellano, lengua propia si la hubiera y lengua extranjera], y que pretende evaluar principalmente la madurez académica del alumnado”, según ha adelantado El País y confirmado este diario. Las pruebas, siguiendo el modelo de la Lomloe, tendrán un enfoque competencial, más aplicado. Lo que no cambia es la ponderación de la prueba de acceso respecto a la nota final: el Bachillerato seguirá valiendo el 60%, la Selectividad el 40%.
Dos fases
Así, durante la fase transitoria habrá un bloque con tres exámenes (Historia de la Filosofía, Historia de España y uno de una materia elegida por el alumno según su itinerario en Bachillerato) y un cuarto ejercicio, la prueba de madurez académica, “de carácter general en el que en estos tres primeros cursos se valorarán principalmente las destrezas asociadas al ámbito lingüístico”. Cada uno de estos exámenes valdrá el 25% de la nota final de la Selectividad.
Cuando concluya esta fase transitoria –el ministerio aduce que no quiere introducir cambios más rápido de lo que el sistema los puede absorber– se pasará al modelo final. Este girará en torno a la prueba de madurez académica, que copará el 75% de la nota final de la Selectividad. Por el camino se caen los exámenes de las materias comunes (las dos Historias referenciadas en el párrafo anterior), “puesto que se construirá sobre las competencias específicas de todas ellas”, explica Educación. El 25% restante corresponde a un tercer examen, de una materia de modalidad.
La prueba de madurez académica “constará de dossier formado por una serie de documentos (textos, imágenes, infografías, gráficos, tablas, audiovisuales, etc.) que girarán todos ellos en torno a un mismo tema, y en el cual se pedirá al alumnado que realice un análisis desde diferentes aspectos y perspectivas, respondiendo a diversos tipos de preguntas (cerradas, semiconstruidas y abiertas). Se pretende valorar la capacidad del alumnado para analizar, valorar, extraer información o interrelacionar toda esa documentación, de forma más o menos guiada a través de las preguntas o propuestas”, según la describe el Ministerio.
La llamada “prueba de madurez académica” va a ser el eje sobre el que gire la nueva prueba de acceso. Acaparará hasta un 75% de la nota final del examen y dentro de esta parte se evaluarán las materias comunes. Esta prueba se divide en tres fases: en la primera se analizará el “dossier” que recibirá cada alumno (documentos en varios formatos: textos, fotografías, etc.) durante 15 minutos. Después habrá una serie de preguntas, algunas en idioma extranjero, con un carácter más cerrado, destinadas a evaluar la “capacidad de pensamiento crítico, reflexión y madurez del alumnado”, para la que dispondrán de 40 minutos. Por último, tres preguntas abiertas que exigirán que los aspirantes construyan y desarrollen una respuesta durante 45 minutos.
Se completa la reforma
Tanto en el modelo transitorio como en el definitivo cuando se implante habrá una segunda parte, la llamada fase de admisión, voluntaria y en la que intervienen las universidades –como sucede ahora, cada centro aplica un coeficiente de ponderación de cada una de estas pruebas extra para sus grados–. Esta última fase la utiliza cierto alumnado para subir nota para acceder a los grados más demandados. Esta parte no cambia mucho: en el modelo actual el alumnado puede optar a una puntuación máxima de 14 en vez de 10 y básicamente se mantendrá igual, aunque se abre el arco de materias sobre las que examinarse introduciendo las comunes.
Con la reforma de la prueba –que recibe diferentes nombres según la comunidad autónoma– el Gobierno completa la reforma educativa que empezó con la Lomloe. Los cambios, que se prevé se implementen en el curso 2023-2024, responden a la necesidad de adaptar el examen a la nueva ley, que implica nuevas formas de enseñar y de evaluar, según explica Educación: “La implementación efectiva del aprendizaje competencial que proponen los nuevos currículos LOMLOE debe tener necesariamente un reflejo en el modelo de Prueba de Acceso a la Universidad”.
También servirá para avanzar hacia una cierta uniformidad en los exámenes por todo el territorio, una polémica recurrente año tras año cuando llega junio: “Permitirá un avance en la línea de una mayor homologación y equilibrio entre las pruebas planteadas, para asegurar que sean efectivamente equiparables entre los distintos territorios”, aunque “en ningún caso se plantea desarrollar una prueba unificada”.
Además, se intenta buscar que la prueba en sí no marque tanto el Bachillerato. Es habitual entre el profesorado lamentar que especialmente el segundo y último curso de esta etapa se dedica casi en exclusiva a preparar específicamente la prueba, a poner al alumnado en disposición de sacar la máxima nota posible obviando el aprendizaje per se. El razonamiento de Educación es que si se aleja este examen de la simple repetición de contenidos que es básicamente ahora –con excepciones en alguna prueba más de análisis– se avanzará hacia su idea de que el conocimiento es verdaderamente útil cuando sirve aplicarlo para algo.