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Los jóvenes se olvidan del condón al perder el miedo a infectarse, lo que provoca el aumento de las enfermedades sexuales

Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) no solo no descienden en España sino que se han multiplicado en los últimos 16 años. La tasa de incidencia de la gonorrea en su momento más bajo, 2001, era de 2,04 casos por 100.000 habitantes; en 2017 era de 18,74. Los de sífilis, entre los mismos años, pasaron de 1,77 a 10,61. Lo dice el último Informe anual de Vigilancia Epidemiológica de las Infecciones de Transmisión Sexual en España, correspondiente a datos de 2017, que también concluye que el incremento medio anual de todas las analizadas –también clamidia, linfogranuloma y sífilis congénito– ha sido del 26,3% entre 2013 y 2017.

Asunción Díaz Franco, Responsable de la Unidad de Vigilancia de VIH e ITS del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud de la Universidad Carlos III, entidad colaboradora en el documento que ha hecho público este junio el Ministerio de Sanidad, determina que este aumento es “multicausal”. Pero ella destaca “el uso inconsistente o incorrecto del preservativo, el tener múltiples parejas, el uso de redes sociales que facilitan los contactos sexuales y que estas infecciones no siempre producen síntomas”. También “en alguna medida” a que actualmente hay “una mejora en las técnicas diagnósticas y en los sistemas de vigilancia”.

Concha Martín Perpiñán, ginecóloga y colaboradora en la Federación Estatal de Planificación Familiar, menciona “muchas causas” pero no las redes sociales ni el avance diagnóstico,“que no ha variado sustancialmente en los últimos años. Quizá se haya mejorado más en que hay menos prejuicios y la gente acude más al médico”. La primera de la que sí habla es que “ahora hay menos campañas masivas por el uso del preservativo. En 2016, según un estudio de la Federación, las comunidades no habían hecho campañas institucionales. Hay que hacerlas con frecuencia. Quienes tienen 20 años no son los mismos que hace 10”. El Ministerio de Sanidad, a colación de los resultados del informe y dentro de la Estrategia de Salud Sexual y Reproductiva, ha lanzado la campaña #SiempreConPreservativo.

El Ministerio de Sanidad también cifra el descenso del uso regular del condón, sobre todo entre los jóvenes: la proporción de adolescentes de 15 a 18 que afirman utilizarlo en todas sus relaciones sexuales ha pasado del 84 al 75% entre 2002 y 2018. La siguiente franja de edad, de 20 a 24, es la de mayor prevalencia de gonorrea y sífilis. Coincide que años en los que sí se consiguieron reducir esas enfermedades de transmisión sexual –alrededor de 2001– “en los medios se hablaba de sexualidad, se debatía sobre la píldora del día después. Era de interés público”, recuerda Martín Perpiñán. El famoso ‘póntelo, pónselo’ ya se remonta a 1991, y en estas casi tres décadas “los anuncios, los eslóganes... todo se ha relajado”.

Y el siguiente factor importante al que llama la ginecóloga es la educación. “No se trata de asustar, que la sexualidad se asocie a tabús negativos o miedo. Hay que enfocarlo en eliminar mitos y en que mujeres y varones hemos de autocuidarnos. Igual que te cepillas los dientes, te haces de vez en cuando análisis de sangre… Hay que usar métodos de protección y hacerse pruebas. Así debe enseñarse en los colegios. Seguimos con la educación sexual como tarea pendiente, no se ha resuelto”.

“Se ha perdido el miedo”

Desde el Instituto de Salud Carlos III explican que aquella bajada de finales de los 90 y finales de los 2000 fue una tendencia que se observó también en Reino Unido, Irlanda, Holanda o Suecia y que llegó a nuestro país con retraso puesto que “también fue observado en otros países europeos a principios de los 90. Ha sido atribuida a cambios en los comportamientos sexuales de riesgo debido a la epidemia del VIH, que hasta la introducción de los tratamientos antirretrovirales de alta eficacia en 1996 era una infección que producía gran mortalidad”.

A algo así también se refiere Ruty Martini, coordinador de salud de la Confederación LGTB (Colegas): “Se ha perdido un poco el miedo. El VIH se ha convertido en una infección crónica fácil de llevar y absolutamente normal, con riesgo 0 de transmisión cuando la carga es indetectable. Cada vez hay más personas en tratamiento. Eso es algo buenísimo. Pero paradójicamente, ha relajado la prevención”.

Como asociación LGTBI piden recursos y apoyo institucional también para la educación, que concretan en que “echamos en falta talleres en universidades, colegios mayores o centros de Formación Profesional. Hay cierta dejadez”. Realizan pruebas rápidas de ETS –acuden mayoritariamente hombres que tienen sexo con hombres (abreviado como HSH) pero están dirigidas a toda la población– y lo que les resulta “muy alarmante” es un cierto repunte de gonorrea multirresistente, una cepa que no responde a los tratamientos convencionales. Lo observan en las pruebas rápidas y  “si no se previene, puede ser un peligro de salud pública que hay que intervenir”.

El histórico sobre prevalencia también muestra “una mayor afectación” en hombres que en mujeres, salvo para un tipo de clamidia. Desde la Carlos III lo relacionan con la mayor exposición en relaciones HSH y a que, en más ocasiones, las mujeres no presentan síntomas “y ellos suelen acudir más rápidamente a los servicios sanitarios para ser diagnosticados”. Desde Colegas piden una medida asociada para que el desfase no vaya a más: que la PreP, la pastilla que previene el VIH –dirigida a HSH– se implante en España con supervisión médica, para que las personas que la tomen estén controladas ante otras ETS de las que no protege.

Tanto Colegas como la Federación de Planificación Familiar están a favor de la medida que desde Sanidad se anunció que está en fase “de estudio” y todavía muy desdibujada, la gratuidad del acceso al preservativo. Aunque defienden que cada uno elija el método al que mejor se adapte, para la población joven “es lo menos ortopédico y más extendido”, dice Perpiñán cuando se le pregunta por otras alternativas, como el preservativo femenino. “Pero hay tener en cuenta no solo darlos gratis, o a precios más reducidos o simbólicos, sino que sea accesible: en centros de salud, de juventud, educativos. En máquinas expendedoras, por ejemplo. Que no dé vergüenza, que ningún joven pueda sentirse juzgado u observado”.