“Son lo peor de los últimos años”, afirma una madre. “Hay un antes y un después por el famoso Whatsapp”, corroboran desde el sindicato de profesores ANPE. Los grupos de mensajería de padres y madres son ya tan parte de la vida de la escuela como el servicio de comedor, por poner un ejemplo. Y con ellos ha llegado una última pesadilla para muchos docentes. Alguno ha llegado incluso a presentar una denuncia ante los tribunales.
Lo que antes eran corrillos en las puertas de los colegios en determinados momentos del día se ha convertido en una reunión constante, un foro que acaba por convertirse en canal de crítica al profesor, cuestionar sus métodos o propagar rumores con gran facilidad, amparados también en la distancia que ofrece el teléfono. Lo constata el sindicato de profesores ANPE a través de su servicio de atención al profesor. Las quejas de docentes a este teléfono de atención por falsas acusaciones de los padres de alumnos se han duplicado en dos cursos debido en parte a la fácil propagación que esta red permite. Este problema acapara ya una de cada cuatro reclamaciones de profesores.
“Hacemos uso de un doble lenguaje”, explica Óscar González, autor del libro Familia y Escuela, Escuela y Familia. “Delante del profesor digo una cosa, pero luego en Whatsapp...”, añade. Según este experto, “es un problema que la tecnología está amplificando, pero en esencia viene de lejos y es la brecha entre familia y escuela”, opina.
Para González se dan principalmente cinco tipos de problemas con el uso de esta red social entre padres y madres: controlar las agendas de los niños (deberes, exámenes, actividades del colegio), quitando al menor esa parte esencial de su educación que es “ser responsables, escuchar al profesor, ser autónomos”; las mencionadas críticas (“generalmente destructivas”) al profesor o incluso a otros padres y madres; sembrar dudas o propagar rumores; solucionar los problemas con el profesor en el grupo, intoxicando al resto; y la creación de subgrupos alternativos con las personas que se tiene más afinidad.
Las preocupación más extendida es especialmente la parte de control sobre el niño que se ejerce con el grupo. Asistencias, deberes, trabajos, proyectos, fichas, exámenes, qué entra, qué no, cómo se hace el ejercicio 5... “¿No son responsables los niños de lo que les piden en el colegio? ¿Alguien nos ha pedido a los padres que nos ocupemos de eso?”, se pregunta Eva París. “Prefiero que mis hijas no lleven los deberes un día o no los lleven al completo, y las maestras les digan lo que tengan que decirles, seguro que van tomando responsabilidades y dándose cuenta de sus errores”, argumenta.
“Mejor no escribas nada”
Para un uso más correcto de esta herramienta, González recomienda sentido común y recordar el propósito que tienen estos grupos. Utilizar el grupo para intercambiar “información útil” sobre los niños. “Si no tienes nada positivo, útil e interesante que aportar, mejor no escribas nada”, recomienda. Evitar convertirse en la agenda del menor, erradicar los rumores o no escribir nada que uno no le diría a otra persona a la cara son otros consejos que propone.
Para algunos docentes, la situación se ha vuelto insostenible, explican desde ANPE. En Málaga, una maestra de educación infantil llegó a interponer una denuncia por daños al honor contra un grupo de madres que criticaron a través del móvil su forma de dar las clases, según informó ABC. “Crearon un grupo de Whatsapp en el que cuestionaron la profesionalidad de la docente e incluso su forma de vestir”, explicó en su momento la presidenta del sindicato en la región, María Gracias del Amo Pérez.
El sindicato ANPE pide incluso que se regule de alguna manera el uso de estos grupos. “Igual que están teniendo ya consecuencias penales los insultos o amenazas a través de otras redes sociales, no puedes hacer un grupo y ponerte a criticar, a insultar o cuestionar la labor docente”, explican desde el sindicato.
La cuestión aquí es si una conversación en Whatsapp es pública o privada y se puede publicar o no. Y no está claro. Hay expertos que consideran que si uno de los participantes es quien la difunde la conversación ya pasa a ser pública. La cantidad de posibles miembros de un grupo también plantea interrogantes. ¿Puede ser privada una conversación de 20 personas? La cuestión, por cierto, funciona en los dos sentidos. Fue notorio el caso de un colegio de Casarrubuelos, en Madrid, en el que se hicieron públicas las críticas en un grupo de Whatsapp de maestras a muchas madres y alumnos del centro. La directora fue suspendida.