Las comunidades comienzan a relajar restricciones pese al riesgo de una cuarta ola de comportamiento impredecible

Belén Remacha

11 de febrero de 2021 21:33 h

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España ya ha doblegado la curva de contagios de la tercera ola de COVID-19. La incidencia acumulada sigue siendo altísima, de más de 500, el doble de lo que Sanidad considera riesgo extremo, pero hace dos semanas se alcanzaron los 900 y desde entonces la bajada no frena. Todavía estamos lejos del objetivo de 50 casos por cada 100.000 habitantes que marcó el Ministerio, o incluso del menos ambicioso de 150 que ha mencionado Fernando Simón. El portavoz de Sanidad explicó que, tras el actual descenso, una “cuarta ola” sería posible, y advirtió de que “las malas desescaladas llevan a nuevas olas antes de tiempo”. El miércoles, la ministra Carolina Darias pedía a los consejeros autonómicos “mantener por más tiempo” las medidas pese a que observasen ya buenos resultados, para conseguir reducir la incidencia y de esa manera disminuir el riesgo de repunte. En Euskadi la Justicia ha obligado a reabrir bares en zonas en alerta por la transmisión, la presidenta de Madrid ya avisa de que quiere volver a retrasar el toque de queda, Castilla-La Mancha ha mandado reabrir la hostelería este jueves aunque para acceder será necesario un registro mediante código QR y Murcia también lo ha hecho en gran parte de la región. El pico de muertes, mientras tanto, todavía no ha llegado.

¿Va a haber de verdad una cuarta ola o la tercera será la última grande de esta pandemia? Ninguno de los expertos consultados se atreve a responder; todos afirman que es impredecible, como casi todo en esta crisis. De hecho, ni siquiera hay consenso sobre si lo que hemos comenzado a superar es efectivamente una tercera ola o solo una continuación de la segunda. En lo que sí coinciden –en línea con las afirmaciones de Simón– es en que es posible que suceda. Si es más suave que las anteriores dependerá de varias circunstancias que se pueden agrupar en cuatro: hasta qué punto bajemos la incidencia acumulada con las medidas actuales; las condiciones ambientales y sociales; el impacto de las nuevas variantes, especialmente por ahora de la británica; y el avance de la vacunación.

La incidencia

La cuestión de hasta qué punto consigamos bajar la incidencia acumulada era una de las que comentaba también Simón en su rueda de prensa para analizar los datos. Para Pedro Gullón, vocal de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), este factor es fundamental: “Lo que hagamos en las siguientes semanas, entre finales de febrero y tal vez marzo, es la clave. No podemos cometer el error que tuvimos en la segunda ola, que fue comenzar una desescalada en cuanto los casos bajaron un poco, a las puertas de Navidad”. Lo que hay que entender, según Gullón, es que “no es lo mismo permitir actividades cuando las posibilidades son de que haya un contagio cada 1.000 personas, que cuando es una de cada 50.000. Cuanto más baja la incidencia, más garantías tiene la reapertura”. Sobre esto apunta Mario Fontán, ex presidente de la plataforma de Médicos Residentes de Medicina Preventiva, que “es esperable que no se consiga eliminar la transmisión del virus con las medidas que hay ahora mismo implementadas”, así que conforme se vayan relajando, la incidencia puede subir de nuevo porque nunca llegará a cero. ¿Cuánto? “Dependerá de hasta dónde se consiga bajar” y cuáles son las medidas que sí se mantienen. Y “cuando lleguen fechas señaladas, como la Semana Santa, será importante ver cuál es el nivel de transmisión, qué medidas hay en vigor y cómo será el comportamiento social”.

La Semana Santa

La Semana Santa, que cae a principios de abril, forma parte del segundo factor que mencionan, las condiciones sociales y ambientales, y está relacionado con el anterior. “La intensidad de la cuarta ola está sujeta a cuánto consigamos bajar la incidencia, y, por tanto, también depende de cómo reaccione la gente, que, como es comprensible, cada vez está más cansada. Y, por supuesto, de los mensajes que se manden”, analiza Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS). Pero matiza que el error que se cometió en la segunda ola de abrir antes de tiempo es difícil que se repita –al menos al mismo nivel– porque “da la impresión de que no hay un evento como las Navidades, que es, como se decía, la pesadilla de un epidemiólogo: mucha gente, cada una de un sitio, juntándose para comer el mismo día. Sí está la Semana Santa, pero me da la sensación de que es otro tipo de viaje, el inicio de la primavera, no tan familiar”. Y ahí entra en juego lo ambiental, el hecho de que ya no vamos hacia el invierno sino hacia los días de luz. “A medida que avanzamos, las condiciones serán más favorables para hacer actividades en el exterior y menos en interiores, lo que también podrá influir en que se den menos situaciones de riesgo”, añade Fontán.

Las variantes

La tercera duda son las variantes. Pere Godoy, ex presidente de la SEE, sí cree que va a haber una cuarta ola pero, en principio, “mucho más suave que las anteriores”. Pero condiciona su pronóstico a una incógnita: “No sabemos cómo van a afectar las variantes”. La B.1.1.7, la conocida como la variante británica, es más transmisible que las otras; algunos estudios apuntan a que el doble de las que hemos tenido hasta ahora, y eso implica que puede haber más pacientes supercontagiadores y que la media de contagios por cada uno aumenta. La británica avanza poco a poco, “quizá con un ritmo algo más lento de lo que parecía hace un mes”, abunda Pedro Gullón. Actualmente Sanidad calcula que supone entre el 15 y el 20% de los casos y hace unas semanas temían que para final de este mes fuese la mayoritaria. “Si variantes más transmisibles ocupan el nicho ecológico, las medidas que se toman hay que tomarlas un poquito antes y dejarlas un poquito más. No cambia tanto todo, porque las medidas son las mismas, pero es otra piedra en el camino”, suma Gullón. El mismo análisis hace Fontán: “Esto no debería ser preocupante, pero sí debería hacernos actuar más rápido”.

La vacunación

El cuarto factor es también el motivo por el que todos los expertos y técnicos creen que la cuarta ola puede ser más suave: la vacunación. La estrategia de inmunización se suma al hecho de que cada vez hay más ciudadanos que han pasado la infección –en algunas zonas más del 20% de la población– y han desarrollado resistencia natural a la enfermedad, pero en ningún caso, como se ha visto en Madrid, suficiente para la inmunidad de grupo. “Será interesante cuando los grupos con mayor riesgo de presentar COVID-19 grave por factores como la edad o comorbilidades estén vacunados. Es posible que se dé una situación de incidencia elevada que no se corresponda con la saturación hospitalaria. Sin embargo, no sabemos cuándo se podrá dar esta situación”, resume Fontán.

Es decir, si los usuarios de residencias y los mayores están vacunados para principios de abril, como quiere el Ministerio, se podrá dar el caso de que tengamos incidencias altísimas, pero tasas de hospitalizaciones mucho más bajas que las vistas en octubre o en enero. Es en lo que confía también Gullón: “Puede ser que la cuarta sea una ola en la que una incidencia de 500 no tenga el mismo impacto que una incidencia de 500 actual, porque la población vulnerable esté más protegida. Pero es un escenario todavía incierto”.

Todavía es incierto porque falta por saber si se aumenta el suministro de dosis y si se alcanzan esos objetivos de tener al 80% de los mayores vacunados en abril. También si de verdad afectarán las variantes a la eficacia de los fármacos de AstraZeneca, Pfizer y Moderna. Sobre esto último faltan “datos consolidados”, pero hay que ver “si las vacunas resultan un poco menos eficaces pero se mantienen en buenas cifras”, tranquiliza Fontán. “No hay que olvidar que la importancia de la vacunación no es tanto la protección individual, sino la red de seguridad que se va construyendo”.

Ildefonso Hernández también opina que “no está todo escrito” con la vacunación, aunque sí sea una esperanza, y por eso “sigue vigente más que nunca lo que decimos desde el principio de la pandemia: hay que reforzar las estructuras de epidemiología, de seguimiento de contactos y de atención primaria”, y continuar con ciertas restricciones. Cree Hernández que “un tropiezo ahora, justo antes de que las cosas puedan empezar a ir bien, lo veo mal. Tenemos que hacer una vacunación con soltura y que el objetivo sea una incidencia 0”. Incluso para quien quiera pensar en la economía: “Si lugares que dependen del turismo como Canarias o Baleares llegan a una incidencia cercana a 0 con control de brotes y vacunación exitosa, podrán retomar cuanto antes las actividades y tal vez tener un verano más o menos normal. Los países que antes lleguen a eso van a ser los que se beneficien”.