España ha emitido oficialmente en la última década registrada una media anual de 1,35 millones de toneladas de CO a la atmósfera solo a base de incendios forestales, según el Inventario Nacional de Emisiones que remite el Gobierno al Panel de la ONU sobre Cambio Climático. La suma de esos años da 15,74 millones de toneladas hasta 2013.
Es una cantidad relativamente modesta en el total de más de 300 millones de CO que España lanza al aire cada año, pero son fruto de la destrucción de la cobertura verde y la desaparición de uno de los principales almacenes de carbono –que de esa manera no se convierte en gases de efecto invernadero–. Un trabajo sobre los efectos en las emisiones del incendio de 2012 en Cortes de Pallás (Valencia) de la Universidad Politécnica de Valencia subrayaba “la relevancia de los incendios forestales como fuente de emisión de gases de efecto invernadero, y una posible incidencia (...) en la dinámica del clima comparable a la que pueden tener otras fuentes de emisión”.
Y en el caso particular español, está destrucción incide sobre unos bosques ya compuestos en general más bien por ejemplares finos, de menos de 8 centímetros de diámetro, que por árboles de gran porte. Tanto es así que las masas boscosas en España acumulan tres veces menos carbono por hectárea que la media europea. Y eso que la superficie forestal total es la segunda más extensa de la UE.
Los bosques son grandes contenedores de carbono. Impiden, al menos temporalmente, que ese carbono acabe en la atmósfera en forma de gases que contribuyan al calentamiento global y, por tanto, al cambio climático. Pero cuando se queman de forma masiva se calcula que un 20% de ese stock pasa directamente a la atmósfera.
Cuanta más biomasa, mejor
Mucho de lo que se emite escapa como CO pero también de dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono o metano. Por eso los bosques han ocupado su espacio en la Cumbre sobre el Clima de París (COP21). Cuanta más biomasa exista –básicamente árboles más grandes, más frondosos y con más madera– más carbono queda en sus ramas, troncos y follaje. Sin embargo, en España, los bosques retienen poco carbono en comparación con su extensión: 23 toneladas por hectárea forestal, muy lejos de la media europea, que está en 62, según la Sociedad de Ciencias Forestales (SECF).
Ese arbolado contiene unos 422 millones de toneladas de carbono, que es mucho, pero se quedan por detrás de países como Alemania, Francia o Polonia que tienen menos superficie boscosa, según el análisis comparativo de la SECF. De los, aproximadamente, 17 millones de árboles calculados para España, la mayoría –10,8 millones– son considerados “pies menores” cuyo diámetro general es menor a los 7,5 centímetros. Los “pies mayores” son unos 6,9 millones de árboles.
Una vez calcinado el monte el problema se agrava, ya que que dejará de absorber un volumen nada desdeñable de COen años venideros. La capacidad vegetal para atrapar dióxido de carbono es muy grande: el cálculo es que cada año fijan unos 75 millones de toneladas de CO, una quinta parte de las emisiones medias anuales que provoca España. El último Inventario Nacional del Ministerio de Medio Ambiente recogió que la madera de los árboles fija el equivalente a unos 2.100 millones de toneladas de CO. Las raíces también atrapan otros 1.300 millones de toneladas.
El cambio climático y los bosques se relacionan recíprocamente. Los árboles no solo lo atenúan, sino que padecen las condiciones meteorológicas más extremas que se derivan del calentamiento. Los veranos más secos y cálidos contribuyen a temporadas de incendios más virulentos. Carlos Martín, bombero forestal del Ministerio de Medio Ambiente (BRIF), lo corrobora con lo que ven en el campo: “Fuegos con un ritmo de expansión increíble”. Martín, vicepresidente de la Asociación de Trabajadores de las BRIF, se acuerda de incendios como el de Cortes de Pallás “o el de Luna en Zaragoza de este año que se propagó unas 4.000 hectáreas en una noche”.
Deforestación de las selvas
En la COP21, los pueblos indígenas han reclamado la protección de las selvas donde viven como vía para asegurar que la acción climática beneficiosa de estas masas arborícolas. Los bosques tropicales constituyen el mayor sumidero de carbono del mundo y son, al mismo tiempo, son los más diezmados cada año. Acumulan 228.000 millones de toneladas de carbono, según ha contabilizado el Fondo para la Defensa Medioambiental. La Amazonía contiene más de 86.000 millones y el área centroafricana más de 22.000. Indonesia llega a los 18.800 millones y Mesoamérica supera los 8.000.
La deforestación en estas regiones presenta ritmos vertiginosos. En la segunda mitad del siglo XX, desaparecieron 74 millones de hectáreas de bosques en Indonesia. En julio de 2013, las observaciones del Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil constataron que se habían talado en un año 5.891 kilómetros cuadrados de selva, un 29% más que un un curso anterior.