Humedades, grietas, desconchados, puertas, cristales y ventanas rotos o colchones agujereados son algunos de los ejemplos de las “infames condiciones” en las que vive medio centenar de jóvenes de entre 13 y 18 años en el centro de recepción de menores de Monteolivete, en Valencia, y que han obligado a su cierre.
Medios de comunicación han podido acceder hoy al interior de este inmueble gestionado por el Gobierno valenciano, que ha decidido cerrar las instalaciones antes del mes de agosto e ir distribuyendo de forma gradual a los menores que aún residen allí a otros centros en Buñol, Pobla de Vallbona y Burjassot.
El centro de menores, que durante el anterior gobierno del Consell llegó a albergar a 120 menores aunque su capacidad es para 54, no había sido inspeccionado desde el año 2008 ni había recibido inversiones para su mantenimiento, y en 2016 el actual Gobierno valenciano destinó algo más de 100.000 euros para algunas reformas, según fuentes de la Conselleria de Igualdad.
Un informe de la inspección ha aconsejado su cierre por “no cumplir los requisitos de habitabilidad y por su deterioro debido a que está mucho tiempo abandonado”, según ha explicado la directora del centro, Yolanda Calero.
La cocina, los baños o una sala para yoga han sido las mejoras realizadas en el mismo hasta el momento, aunque no se van a realizar grandes reformas porque el objetivo es cerrar el centro y estudiar qué se hace con el mismo en el futuro y si se convierte en un centro para mayores o para la atención a la salud mental.
Las grietas están presentes en los pasillos y en muchas habitaciones del centro, algunas de las cuales tienen dos literas (cuatro camas) cuando debería haber dos, las puertas de acceso están desconchadas, los armarios “reventados”, los cristales y las persianas rotas o los colchones agujereados.
En una de las salas para ver la televisión de plasma, la pantalla está protegida con una pieza de metacrilato para evitar que sufra daños y las sillas tapizadas están rotas, y en el sótano dos mesas de tenis y varios futbolines decoran una estancia con un olor a humedad tan fuerte que es casi irrespirable.
El centro cuenta en su interior con una escalera oscura y con una cubierta de metacrilato, que se usa para que salgan de las instalaciones las chicas cuando se producen “conflictos” entre los chicos, según han relatado responsables del centro.
Yolanda Calero, al frente de estas instalaciones desde agosto del pasado año, ha asegurado que cuando llegó al mismo su primera sensación fue “bastante nefasta”, porque las condiciones del centro son “infames”.
“Ha habido una falta de mantenimiento durante mucho tiempo y ha llegado a una situación en que no hay condiciones mínimas de habitabilidad para los menores -chicos y chicas- que viven en el centro”, ha señalado.
Calero ha descrito que hay una habitación llena de humedades, a la que no puede entrar porque tiene alergia a los hongos, que “desprende un olor impresionante y salen unas moscas enormes”, o la sala de juego del sótano “antigua, sin apenas luz, con suelo antiguo y no adecuado”.
Ha relatado que cuando llegó al centro tuvo que hacer una compra urgente de literas porque en el centro, con una capacidad de 54 menores, había 84 menores y algunos de ellos dormían en el suelo.
“La ratio es demasiado elevada, debería haber menos menores para que tuvieran una atención más personalizada”, ha lamentado.
También ha destacado que en un centro de recepción “cabe todo” y en el mismo hay menores extranjeros que llegan solos al país y están desamparados, menores agresores, otros que han sido maltratados por sus padres, niños y niñas que no tienen a nadie que se haga cargos de ellos u otros que terminan sus medidas de libertad vigilada.
En los últimos meses se ha intentado disminuir la ratio de menores en el centro, y se ha trasladado a algunos a centros de otras provincias o a dos pisos tutelados en el Cabanyal, algo que a su juicio es el “entorno ideal para todos los chavales”.