Las cumbres del clima, como la que se cierra este viernes en Bonn, son un momento de ebullición en la creación de políticas y compromisos para luchar contra el cambio climático. Las negociaciones a innumerables bandas y la multitud de foros y comités de decisión son un campo abonado para influir en las tomas de decisiones. Una reciente revisión sobre cómo se infiltran las empresas con intereses en los combustibles fósiles en las negociaciones que desarrollan el Acuerdo de París ilustra la acción de lobby que funciona a pleno rendimiento: la patronal mundial del carbón incrustada en comités técnicos, negociadores de países con vinculaciones directas con empresas petrolíferas o grandes corporaciones moldeando las políticas, según el informe elaborado por Corporate Accountability.
Entre las infiltraciones de los que algunos llaman “grandes contaminadores”, esta ONG destaca, por ejemplo, cómo uno de los miembros del foro que debe desarrollar y favorecer que las tecnologías limpias vayan desde los países desarrollados a los empobrecidos –llamado Climate Technology Network (CTN)– es la Organización Mundial de Carbón cuyo cometido reconocido es “demostrar y ganar aceptación sobre el papel que juega el carbón para conseguir un futuro sostenible bajo en carbono”. Pero es que la ONU considera que el 80% de las reservas mundiales de este mineral deben quedar enterradas si se pretende limitar el calentamiento de la Tierra a 1,5ºC.
Corporate Accountability subraya que en el consejo del CTN han participado ejecutivos de empresas como Shell o EDF “incrustándose en los procesos oficiales sobre tecnología de la Convención de la Naciones Unidas para el Cambio Climático”.
“Hay que estar siempre atento”, explica el eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi, desde la ciudad alemana. Marcellesi, que forma parte de la delegación de Los Verdes, no duda de que “hay una presión enorme para que las grandes empresas tengan más poder”.
Propuestas deslizadas
Sin ir más lejos, este grupo de diputados ha salido al corte ante una propuesta de Ucrania para dar más peso a la “colaboración público-privada” a la hora de buscar soluciones tecnológicas. No es preciso que sean grandes declaraciones. Basta con deslizar una frase como “mejorar la participación pública y privada en la implementación de los NCD” [compromisos de reducción de emisiones] como fue la proposición ucraniana, según el documento presentado que ha visto eldiario.es para producir el cambio.
“Fuimos a ver a la negociadora jefa de la Unión Europea para hacer presión tras la alerta de las ONG en ese sentido”, relata Marcellesi. Parece que, en esta ocasión, funcionó ya que, según la responsable de Energía y Cambio Climático de Greenpeace, Tatiana Nuño, “cuando se han recogido las propuestas finales para desarrollar los artículos esta ya no estaba allí”, dice desde Bonn.
Para ilustrar las múltiples vías en las que se intenta moldear las políticas climáticas, el informe ha rastreado el caso de un negociador enviado por Panamá a Alemania en su delegación oficial “que tiene lazos estrechos con la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones (IETA)”. IETA es una organización comercial creada por BP, Río Tinto o Mitsubishi tras el protocolo de Kioto con la idea de promover soluciones de mercado orientadas a “conseguir los objetivos climáticos con un mínimo daño económico”, según su propia definición. De esta manera, representando a una delegación estatal, este negociador “tiene acceso a las negociaciones entre gobiernos a puerta cerrada” donde se toman las decisiones definitivas, explica el documento.
Los patrocinios
En la famosa cumbre de París en 2015, fue muy criticado que, entre los principales patrocinadores, estuviera la empresa pública energética gala EDF. Para el encuentro en Alemania, el malestar de los grupos ambientalistas no ha disminuido.
Javier Andaluz, responsable de Cambio Climático en Ecologistas en Acción y veterano de varias COP, señala que “el patrocinio de una energética como Iberdrola supone un enorme problema para la lucha climática porque hace que muchos consumidores concienciados entiendan que es una empresa cuya electricidad es mayoritariamente verde”. Para Corporate Accountability es peor: “Abre las puertas para que los grandes contaminadores extiendan su influencia en la política climática”.
Y luego están los países cuya postura dentro de la convención no es especialmente beligerante a la hora de romper la dependencia de los combustibles fósiles (y sus emisiones de gases de efecto invernadero). Basta con que el color de un gobierno vire. Así, EEUU ha aprovechado la cumbre de Bonn para organizar un foro público en el que los intervinientes han sido ejecutivos de Peabody (la mayor empresa de carbón del mundo) y NuScale Power (una empresa dedicada a desarrollar reactores nucleares).
“Sólo el hecho de que se haya presentado una iniciativa como la ucraniana demuestra que las empresas de los combustibles fósiles, no solo participan sino que influyen en la agenda, los contenidos y las negociaciones”, dicen a eldiario.es la delegación de eurodiputado de Podemos en la COP23. “Yo mismo he visto como la red de distribuidoras de gas ENTSO-G presentaba enmiendas y se les daba voz en reuniones para negociar las directivas de seguridad de suministro”, asegura el diputado Xavier Benito.
Influencia que se traduce luego en acciones concretas como que “la mayoría de fondos para desarrollar energías limpias en los países del Sur acaben en empresas privadas, que países como EEUU o Canadá haya adoptado la visión de las corporaciones agrícolas para que no se regule contra las emisiones de CO de su sector y que las soluciones basadas en los mecanismos de mercado se hayan convertido en un dogma en la Convención para el Cambio Climático”, especifica el informe de Corporate Accountability.
La revista Nature analizaba un poco antes de comenzar la COP23 que, en un momento como este, “que nada vaya mal” se consideraría “un éxito”. Sin embargo, Javier Andaluz entiende que esa visión no sirve: “Hay una falta de acuerdo en lo concreto que está dilatando la acción climática y pone en riesgo el aumento de ambición que debería producirse antes de 2020”. Un aumento de ambición en cuanto a recortes de emisiones que es obligatorio si, de verdad, se pretende limitar el calentamiento y el cambio climático, según ha advertido hace poco el propio programa de la ONU para el Medio Ambiente.
Estuvo el presidente francés, Emmanuel Macron. Y la cancillera alemana, Angela Merkel. No el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy que con una agenda oficial sin mayores compromisos solo fue visto en la sesión de control parlamentario. Macron y Merkel aparecieron este miércoles al inicio de las jornadas políticas de alto nivel en la cumbre sobre el cambio climático organizada por Fiyi aunque con sede en la ciudad germana de Bonn. Ambos se han erigido en las figuras políticas más relevantes después de que la adminitración estadounidense cambiara su rumbo del liderazgo de Barack Obama al ninguneo de Donald Trump.
La máxima autoridad de la delegación española en esta ocasión ha sido la ministra de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina. Mariano Rajoy sí acudió a la cumbre de París y se pasó por Marrakech en 2016. La cumbre desarrollada por el pequeño estado isleño de Fiyi (en peligro de muerte ante la subida del nivel del mar asociado al cambio climático) no ha congregado tanto interés: han acudido 25 jefes de Estado y Gobierno, según la ONU. Rajoy no ha entendido que fuera una oportunidad para colocarse al frente de este compromiso planetario, cosa que parece que sí han apreciado sus colegas francés y alemana.